CAPÍTULO 11: Primo

4.2K 589 413
                                    


LIANA

¿Pero qué hago?

Limpio mis lágrimas con mis muñecas y me separo de Theo mientras trato de decir algo menos vergonzoso que lo de hace unos segundos. 

—Lo lamento, qué tonta soy. Ni siquiera sé por qué estoy llorando.

—No eres una tonta, Liana. 

—Se supone que debo estar feliz. No ponerme a chillar como una nena —digo, tratando de reír. Lo miro, hay algo de tristeza en su rostro. Y lo entiendo. Nada más penoso que ver a una chica que nunca salió de su casa emocionarse tanto por ver una vista tan bella como esta. Estoy segura de que él vio paisajes más hermosos que esto. No lo dudo. Pero para mí, es como una puerta grande y deslumbrante a la realidad. 

—Y no quiero ni imaginar cuando hagamos lo que tengo planeado. 

Termino de limpiar mi rostro y lo miro con un poco de extrañeza, pero sin ninguna pizca de temor. Sé que Theo no haría nada que pudiese lastimarme.

—Vamos a ver la puesta del sol, di que sí —pido y junto las manos. 

—Algo mucho mejor. 

—Mejor que esto, no lo creo —aseguro, aún embelesada por la vista frente a mí.

Toma mi mano y me lleva a unos pasos del borde. Me resisto con todas mis fuerzas.

—¡¿Enloqueciste?! —chillo.

—Anda, ven. No hay de qué preocuparse.

—¿Y qué se supone que haré?

—Haremos.

Subo una ceja. 

—Empiezo a extrañar al Theo sobreprotector.

Camino unos pasos más y miro desde mi punto seguro el mar azulino ir y venir en pequeñas ondulaciones. No hay olas. Es como una piscina inmensa y profunda de aguas pacíficas. La distancia desde aquí no es aterradora, pero tampoco es una tentación. Sin embargo, lo consideraría si al menos supiese flotar. 

Un ave llama mi atención en el fondo del abismo, sobre una roca yace desplumándose con su pico una y otra vez. Se ve relajada y bastante despreocupada. Es casi seguro que acaba de comerse unos cuantos peces y ahora disfruta de un descanso. Por un momento, le tengo envidia. Ojalá yo pudiese ser un ave. No tendría mucho de qué preocuparme. Ni por regresar a casa, ni por ingresar a la universidad. Ni de las despedidas. Siempre estaría en donde quisiese en el monto que lo decidiera. 

Como Theo, él es como un ave. 

Un ave de hermosos rizos castaños.

—Theo mira esa av... —giro para verlo y... —. ¡PERO QUÉ ESTÁS HACIENDO, THEO! 

—Me estoy quitando la camiseta y los pantalones —dice, con obviedad.

—¿Y eso por qué? —chillo, mirando hacia otro lado.

—¿Por qué te ruborizas, señorita Liana? ¿Adrian se desnudó frente a ti y te incomoda verme sin camiseta?

Buen punto.

Pero aun así no deja ser incómodo.

Con Theo todo se ha vuelto incómodo.

—Aún no has respondido mi pregunta —digo, mirándolo a los ojos, parpadeando una y otra vez para que la mirada involuntaria no aparezca justo ahora y caiga en donde no debe caer.

Cuando te enamores de mí.Where stories live. Discover now