CAPÍTULO 35: Libertad

1.1K 127 29
                                    


Fingir que lo aceptaba fue una tarea lejos de difícil, humillante. Quería gritar, gritar fuerte y decirle a todos que no tenían derecho de dirigir mi vida. Que detestaba que la presencia de mis padres signifique una atadura de pies y manos al pie de la cama de Theo. Que me sentía un cachorro indefenso al cual ellos podían cuidar. Pero fue lo mejor que hice mientras pensaba en cómo recuperar mi libertad. 

No me despedí de mis padres. Me mantuve encerrada en la habitación escuchando los murmullos de su conversación con Theo. Ni siquiera quise pegar un oído a la puerta, porque sabía que hablaban de mí y de cómo intentarían sobre protegerme más y más. Lo que más me dolía es que Theo ahora formaba parte de aquello de lo que salí huyendo de Charlotte. Así que esperé en silencio hasta que el sonido de las voces se esfumaron. Mi madre tocó un par de veces  esperando alguna respuesta, pero ni siquiera ella logró que la ira se disipara. Luego de aquello, solo esperé a que Theo fuera el siguiente en llamar a la puerta, pero él me conocía tanto o mejor que mi padre. No iba a soltar una palabra más después de lo sucedido. 

Me quedo entonces tendida sobre su cama. Viendo en mi cámara las fotografías que he tomado hasta ahora. Son hermosas. Las que más me agradan son las de este departamento. Donde salimos Theo y yo como un par de novios universitarios conviviendo en una pieza. Podría lucir como una estudiante de segundo año. Theo también luce como un universitario. No se le notan los veinticinco años que tiene encima. Me hubiese gustado que fuera una realidad. Nos imagino juntos después de clases. Viendo una peli fea de la cual podríamos criticar al terminarla. Besarnos en el sofá de nuestro departamento de medio pelo, pagado por nuestros sueldos de trabajos de medio tiempo. Besarnos en la biblioteca de mi facultad. Bajo las escaleras.  Dormir por las tardes sobre el césped del campus. Tomar fotografía a nuestros almuerzo en el cafetín. Ojalá hubiese podido vivir esa parte de mi vida con él. 

De pronto, las paredes parecen juntarse. La habitación se siente más pequeña, más cálida. Tanto que me es insoportable. Debo salir de aquí.

THEO

—Theo, estas no son las cajas que te pedí. 

Parpadeo.

—Mierda. 

Korina resopla.

—¿Dónde rayos tienes la cabeza hoy día?

Suspiro.

—No es nada. Tranquilízate, ¿quieres?

—¿No me digas que te pelaste con esa mocosa?

Entorno los ojos.

—No le llames así.

—Es lo que es, Theo. Es una niña, una mocosa inmadura y caprichosa que no entiende de razones. Todo el tiempo con su discursillo de pobre niña rica. No sé como la soportas. Es una...

—Cállate, Korina. No quiero oír más de tus estupideces.

—Son verdades.

Camino hacia el almacén. Korina me sigue como una madre regañando a su hijo.

—¿Podrías por favor decirle la verdad y acabar con esto de una vez? Me está jodiendo mucho tener que aguantar a esos imbéciles. Y de verdad no sé cómo acepté.

—Porque en el fondo no eres tan mala como quieres parecer —digo, al mismo tiempo que dejo una caja sobre otra. Me dispongo a buscar la correcta. 

—De verdad que eres un idiota.

—Lo sé.

—Basta, Theo.

Cuando te enamores de mí.Où les histoires vivent. Découvrez maintenant