22. Falsas apariencias.

934 51 7
                                    

Aaron.

Intenté seguirla cuando se fue en su coche, pero no pude, ella se fue más pronto que yo y aceleró tanto que finalmente la perdí. Pero por intuición creí que podría saber hacia dónde iba.

Y efectivamente, la encontré, la encontré cabalgando en un caballo, más tarde la vi bailar, para más tarde verla huir.

Clara.

Me despierto, noto que estoy sentada en una silla, lo veo todo negro, pero por una pequeña tela que tengo atada a los ojos. Ya que se transparentan algunas cosas y se puede apreciar que la habitación es blanca.

No estoy atada, ni de pies ni de manos, solamente voy a ciegas. Muevo mi cabeza intentando ver si hay alguien vigilando mis movimientos, no veo a nadie, pero igualmente intento ser lo más discreta posible.

Lentamente llevo las manos a la cuerdecita que envuelve mi cabeza, pero me es imposible quitármela, no sé cómo la han puesto ahí, pero, mis pequeños dedos son incapaces de deshacer ese nudo.

No estoy asustada, no tengo miedo ni temo a lo que pueda pasar, ahora mismo no siento nada. Estoy tranquila, me muevo y no me duele nada excepto un poco la cabeza por el golpe, no me han herido. Llevo la misma ropa que llevaba cuando salí de allí.

No llevo la noción del tiempo, intento buscar a mi abuela un poco por encima, tampoco la veo, me da la sensación de que estoy sola aquí, y si eso es así, pueden ir pensando que cuando vuelvan a entrar ya no habrá nadie.

Me levanto de la silla, voy lenta por si tropiezo con algo, no sé qué me puedo encontrar ni sé que mierdas estoy buscando. Mis brazos estirados por si me topo con algo o con alguien. Justo al dar un paso me choco contra algo. Una mesa, creo.

La toco, me guio, intento llegar a su final, pero me es imposible, por más que voy de un lado a otro no se acaba, es como si esa habitación la dividiera una mesa.

Intento retroceder para empezar a andar, pero algo suena, una alarma empieza a resonar en mis oídos, es taladrante, me duelen, me pitan por el alto volumen de esa mierda. Me giro buscando la silla donde anteriormente estaba sentada. No tardo en encontrarla, me siento e intentó quedarme en la posición en la que estaba.

La alarma no cesa su volumen, no escucho nada ya que ese pitido ensordece todos los demás sonidos.

-Buenas, buenas. -Dice un hombre en voz alta. Reconozco esa voz, es la misma que me llamaba en el bosque. -¿Como estás rubia?

No respondo a la tonta pregunta que me acaba de hacer.

-Veo que perfectamente, si no te quejarías. ¿Recuerdas mi voz? -Supongo que apaga la alarma porque deja de sonar, los tímpanos me pitan y hace que no pueda prestarle mucha atención a lo que él me está diciendo. -¿Recuerdas mi voz?

-Cállate gilipollas. -Es lo único que me sale de la boca en esos instantes. No quiero volver a verlo en mi vida, ni recordar los años pasados, ni lo que ha estado pasando hasta hace poco.

-Bueno... Ya veo que volvemos a coger la confianza que tanto extrañaba. -Pongo una mueca que espero que él haya llegado a ver.

-Me molesta tu voz. -Le digo sin más, llevando mis manos a mis oídos para taparlos, como un niño pequeño cuando tiran petardos y le molesta el fuerte estruendo.

-¿Te recuerdo que aquí el secuestrados soy yo y tu eres la secuestrada? La que corre el peligro de morir eres tú, no yo. -Me dice directamente, escucho unos pasos acercándose a mí.

-Eso habrá que verlo.

-No te temo rubia. Nunca lo he hecho ni nunca lo haré. No te tuve miedo cuando estuviste a nada de matarme después de haber creado ese accidente donde murió tu hermano. ¿Cres que te voy a tener miedo ahora que pareces una pequeña ave que ha sido separada de su mamá? -Recalca la última palabra, yo aprieto los dientes al recordar ese jodido momento.

Destrúyeme [En Proceso]Where stories live. Discover now