28. Siempre aquí

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Clara.

Cuando la veo allí sentada, en una grande habitación decorada con distintos colores, no sé si me entran ganas de ir a abrazarla o si me entra el pánico de mi vida. Mis ojos se empiezan a llenar de lágrimas al volver a tenerla presente tras tanto.

En la huida no tuve tiempo de reaccionar, de abrazarla, de besarla, todo fue tan rápido, un flechazo, verla caer y que me dejaran inconsciente, es lo único que recuerdo.

Ella está sentada en un ancho sofá de color amarillo, sus brazos están recostados en los cojines, mientras ella está cruzada de piernas, tiene una sonrisa triunfante en la boca, pero sé que es para aparentar, ya que, cuando lágrimas empiezan a caer de mis ojos, los suyos también se llenan de estas.

Me quedo paralizada y no soy capaz de moverme del sitio hasta que Claudine da un fuerte portazo que hace que mi cuerpo dé un bote por el inesperado ruido que inunda la habitación.

Sorbo la nariz y veo como mi abuela se levantan muy lentamente del sofá, abre los brazos y yo me lanzo a ella sin pensarlo, recostando mi cabeza en el hueco de su cuello.

Joder, lo echaba tanto en falta.

—¿Que...? —Suelto en un susurro mientras no me aparto de su lado, sus brazos me aprietan.

—Te amo. —Me dice en el oído. —Te amo más que a nadie y a nada.

Y rompo en lágrimas, justo en ese instante, empiezo a sollozar en sus brazos. Ella me coge la cara con las dos manos y con los pulgares me limpia las lágrimas, después me da un beso en la frente.

Nos quedamos así un rato más, hasta que las dos nos separamos y nos sentamos en el sofá.

—Tengo que hablar contigo, cariño. —Me dice ella, veo como Claudine se sienta en un pequeño taburete acolchado que hay a la izquierda, cogiéndolo y pasándolo delante de nosotras.

—Yo también. —Le digo a ella sonriendo. —Estas... Viva.

Ella se ríe y asiente.

—No tenéis mucho tiempo. —Dice la mujer que ambas tenemos delante.

—Sí. —Le dice ella. Suspirando en alto, indicando que no le importaba. —Lo sabemos.

Yo trago grueso, esta situación es tan... No sé, no tengo palabras que puedan llegar a expresarla, un sentimiento que nunca creí que podría llegar a sentir, el pecho me va a explotar y la cabeza me duele.

—Te voy a sacar de aquí, mi pequeña. —Me dice en un susurro tras cogerme por los hombros y apretarme de nuevo contra su pecho. —Lo prometo.

—Ella... —Le digo en el mismo tono que ha utilizado.

—Ella nos ayudará. —Noto su respiración calmada, pero sus pulsaciones indican todo lo contrario.

Mi abuela empieza a contarme todo lo que le pasó en el secuestro, yo me quedo alucinada, de vez en cuando soltando sollozos por lo que ha tenido que sufrir estos meses, nadie merece eso.

Me enseña la gran cicatriz con forma de mariposa que cubre absolutamente toda su espalda, y el estómago se me encoge tras ver las heridas y cicatrices que tiene en el cuerpo, en los brazos, en las piernas y en el pecho.

—¿Quien...? —Le pregunto a ella tras ver todo lo que cubría su cuerpo, lo marcada que estaba, lo dañada que estaba...

—Eso no importa, cielo. —Me dice ella sonriendo. Se baja la camiseta y deja sus manos encima de su regazo, recostando su espalda de nuevo en el respaldo del sofá. —Lo que realmente importa es como vamos a salir de aquí.

Destrúyeme [En Proceso]Where stories live. Discover now