27. ¿En mi casa?

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Aaron.

Se reacomoda en el sofá tras soltar lo que acaba de soltar.

¿Cómo que ya lo estaba haciendo su hijo?

Abro los ojos como platos cuando ella me sonríe inocentemente. ¿Esta mujer? Vamos a ver, puedo llegar a entender que quiera justicia para su hija, pero hacer que su hijo se meta en un hospital psiquiátrico para visitar una paciente que está ida y que no sabe ni quien es, creo que es un pelín... Precipitado.

Frunzo el ceño cuando de repente se pone a reír como loca. Trago grueso y la miro fijamente. ¿Y ahora qué le pasa?

—¡Que era broma! —Me da una torta en el brazo mientras se ríe sola. Su cuerpo se balancea de delante hacia atrás y suelta carcajadas bastante sonoras mientras se da tortazos en las piernas a ella misma. —¿No te da risa?

Me mira mientras se ríe, cuando ve que no reacciono su risa disminuye y me mira confusa.

—¿Risa? —Le pregunto perplejo. —Lo que me han dado ha sido ganas de irme corriendo.

Ella vuelve a ponerse a reír.

—Tendrías que haber visto tu cara. —Me dice ella mientras su pecho sube y baja rápidamente. —Parecía que habías visto un fantasma.

No respondo ante lo que dice. Veo como Carla aparece, con dos pequeñas tacitas con sus respectivos platitos. Se acerca a la mesa y los coloca encima. Uno delante de Arizona y otro delante de mí.

Vuelve a salir y al momento aparece con una tetera, que deja en el centro de mesa.

—¿Azúcar? —Los dos negamos con la cabeza. Ella coge la tetera por el asa, mientras que con la otra mano tapa la tapa para que no caiga al volcarla.

Una vez servida ella, me sirve a mí. Deja la tetera encima de la mesa de nuevo y se vuelve a ir del salón. No sin antes quedarse quieta por algo que le dice Arizona.

—¿Te he dicho que te retires? —Le pregunta secamente. Me quedo perplejo ante lo que dice, yo frunzo el ceño. Carla niega al instante, quedando patidifusa y quieta como un palo por lo que pueda suceder. En su cara veo pánico, sus brazos están estirados a sus costados. —¿Entonces por qué te retiras?

—Lo siento señora. —Dice ella con la cabeza gacha.

—¿Se va a volver a repetir? —Le pregunta cortante.

—No, señora. —Le dice, esta vez levantando la mirada y clavándola en mi rostro.

—¿Que debes preguntar? —Le dice ella, se pone menos formal, retrocede en el sofá y se reacomoda, cogiendo la taza de té por el platillo cruza las piernas y se pone de lateral.

—¿Desean algo más? —Dice ella tragando grueso, aparta la mirada de mi para desviarla al suelo, no se atreve a mirarla a los ojos.

—Ves como lo sabes. —Le dice ella sonriendo. —¿Si lo sabes por qué no lo haces?

—A sido un despiste, señora.

—Eso espero. —Le dice ella, le da un pequeño sorbo al té, ya que quema.

—Perdóneme, señora. —Arizona asiente.

—Puedes retirarte.

La chica se da la vuelta apresuradamente y sale del salón, entrando de nuevo a la cocina, sin darse la vuelta para mirar.

—¿A qué se debe todo esto? —Le pregunto cuando ella se queda tal cual. Yo me giro a mirarla y ella clava su mirada en la mía.

—¿A qué se debe el qué? —Me pregunta. —Este trabajo es como cualquier otro y requiere una formalidad.

Destrúyeme [En Proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora