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Natalia R.

- ¿Le pido a alguien que le ordene un taxi?

Wanda tomaba uno de sus sacos de repuesto en la parte trasera del auto y se colocaba los tacos color negro apresurada. Peino su cabello mirándose a través del espejo.

Note que sus botones superiores estaban desabotonados así que me acerqué a ella para arreglarlos.

- Puedo esperarte.

Note sus ojos perderse en mis labios mientras pronunciaba cada una de mis palabras.

- No tiene que hacerlo, puede llevarse mi auto si gusta.

Me tendió las llaves, pero negué.

Abrí la guantera y tomé su maletín colocándolo sobre sus piernas.

- Te esperaré en el restaurante de enfrente.

Wanda me miró dudosa.

- ¿Y si me tardo de más?

- Puedo esperarte.

Jane Foster nos interrumpió tocando el cristal del lado de Wanda con molestia.

Wanda bajó del auto dejando la llave en su asiento y corrió apresurada hasta el auditorio.

Me recosté en el asiento por un buen rato. No era posible sacarme de la mente el rostro de Wanda sobre el mar, la hermosa combinación que su cuerpo y las olas formaban. No podía dejar de sentir que la quería tener cerca siempre.

No sabía por qué.

Al cabo de una hora recostada en el auto recuperando el sueño que había perdido al estar nadando por gran parte de la madrugada cruce al restaurante de enfrente.

- Un latte, y pan con mantequilla, por favor - Ordene a la mesera frente mío.

Estaba hambrienta. Probablemente Wanda también, deseo esperarla, pero creo poder repetir la comida para cuando ella esté de vuelta.

Después de haber desayunado leí un par de revistas y diarios que el restaurante ofrecía. Por la cristalería me era fácil observar a mujeres extranjeras que pasaban riendo, tomando miles de fotos o simplemente con el celular.

Toda la libertad que el mundo entero emanaba tan natural y que yo jamás había experimentado, o al menos no por más de dos minutos, me invadió, me hizo odiar al resto del mundo por ser libres. Por tener lo que yo jamás.

¿Cómo sería simplemente dejar todo de lado?, ¿Como sería tomar un jodido vuelo y escapar? Sin vuelta atrás, sin segundos pensamientos, sin nadie a quien salvar.

Pero estaba Yelena. Y finalmente si no podía salvarme a mí misma haría todo lo posible por salvarla a ella.

Quiero que Yelena sea todas las cosas que no soy. Todas las cosas que no pude ser.

No la había visto en meses. A Steve no le daba mucho por ir a casa de mi familia. Le gustaba mantenerme aislada del mundo entero. Me ha hecho gracia desde siempre como los hombres suelen pensar que es así como pueden debilitar a una mujer, pero de manera particular siempre he creído que nada nos hace más fuertes que la soledad.

- ¡Natalia! - saludo Wanda sentándose a mi lado - quiero decir, señorita, Natalia...

Reí ante la ternura de sus palabras.

- ¿Te gustaría conocer a mi padre?

Wanda reacomodo su traje nerviosa.

- Muy pronto lo de conocer a los padres en la primera cita, entiendo...

"Postales de amor." - Wandanat (g!p)Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum