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Moscú, Rusia. (1997) Abril

- ¿Por qué te ha tomado tanto?

La castaña levanta el vidrio de su casco solo un poco, la pelinegra acelera su paso por el amplio callejón a espaldas del centro de Moscú y estira la mano para deslizar el vidrio de nuevo.

- No hagas eso aquí.

- ¿Tienes miedo de que la bolsa de basura rota se enamore de mí?

- Esti... Mamá se despertó y por poco no se me ocurría una buena excusa.

- Si no tuvieras tanto miedo te recogería justo en la puerta de tu casa – murmura en respuesta.

La más alta se monta en la motocicleta, y por instinto rodea la cintura de Esti. Por unos segundos permanecen en silencio acariciando sus manos, la castaña le tiende su casco, y Melina lo coloca sobre su cabeza sin más. Un viaje de menos de 15 minutos por la carretera les deja justo en las puertas de un salón de baile, un salón de baile que es todo menos eso.

Antes de la caída de la URSS figuraba como un simple terreno baldío, un montaje perfectamente realizado, pero no era así. Los primeros jóvenes rebeldes y revolucionarios colocaron los cimientos de lo que sería el hogar de todos los futuros rechazados en Rusia. Esti Krushka llegó ahí casi por accidente, y con todo el dinero que su apellido le ofrecía, remodelo el lugar.

Esti se retira el casco, y el de Melina, antes de que la más alta pueda bajar de la motocicleta, la menor se coloca entre sus piernas y deposita un beso en su cuello haciéndola sonreír.

- Esta moto es nueva, ¿de dónde la sacaste?

- Es una junker, motor de dos tiempos y dos cilindros, desplazamiento de unos 350 centímetros cúbicos. 115 kilómetros por hora. Esta pequeña es una bestia. - la castaña acaricia las piernas expuestas de Melina debido a la falda, y suspira – se la compré a Mijaíl.

Melina toma la mano de Esti y sin levantar el rostro ni un centímetro del suelo, se adentran al lugar. Esti saluda a todos los presentes con una sonrisa de punta a punta, eleva la mano tal como lo haría un político e incluso envía besos. El muchacho tras la barra le coloca directo en su mano izquierda una botella de vodka.

- Mijaíl no tiene tanto dinero para conseguir algo así, se ve demasiado americana, y ese es más pobre que mi propio padre.

La castaña se carcajea fuertemente, acomoda la botella de cristal entre sus piernas, y se deshace de su chaqueta solo para retirar su camisa. Nadie en el salón se inmuta, cada uno está en su propio mundo.

Esti Krushka carece de pudor alguno, su abdomen marcado y espantosamente pálido dejaba resaltar con locura el grupo de seis tatuajes que se encontraban entre sus costillas, cerca de su pelvis, y justo debajo de los senos. Se da la vuelta y amarra su cabello en una coleta.

- Mira mi espalda, preciosa. ¿Te gusta? La llenaré de un montón de cosas sin sentido, si algún día me cedes los permisos de tu rostro quizá por fin pueda rayarme algo con valor.

Melina pasa la yema de sus dedos por la espalda baja de Esti y observa con cautela la piel enrojecida justo debajo de su nuca.

- "Un minuto de vida sigue siendo vida." Interesante frase.

Esti se coloca la chaqueta de nuevo, y destapa la botella dejando caer la tapa por el suelo.

Se hace camino hasta una de las puertas junto a los sanitarios del sitio, Melina la sigue de cerca, uno de sus dedos meñique se aferra a la tira del cinturón en el pantalón rasgado y suelto de la castaña.

- Papá consiguió la motocicleta para el imbécil de Alexei, yo la tomé prestada.

- Diría que fue una mala idea, Es... Pero eso no te importaría.

"Postales de amor." - Wandanat (g!p)Where stories live. Discover now