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Wanda M.

— Yelena es fanática de los cactus así que pasé gran parte de mi adolescencia intentando evitar que se murieran, después ella creció, y supongo que ahora puede salvarlos por sí misma.

— Eso es hermoso, Nat, suenas como una buena hermana.

— ¡Lo soy! Ella es la mala, siempre las mayores somos maltratadas emocionalmente. ¿No es igual con Lorna?

Desde que le hablé sobre mi hermana menor, Natalia parecía más que emocionada intercambiando anécdotas familiares conmigo.

Habíamos estado viéndonos a la misma hora y en el mismo lugar por los últimos 5 días. Nos vemos a diario, pero no dejamos de escribir pequeñas postales, quizá parezca algo ridículo, a este punto de nuestras vidas un poco puede que lo sea, da igual.

Natalia llevó una de las fresas del bowl de frutas sobre la mesa a su boca. Tiene una de mis camisas puestas, también uno de mis pants, y la ropa le queda gigante... Pero siempre que se va, mi ropa, el lugar entero, incluso el mismo aire que respiró acaba oliendo a ella y es fascinante.

— Pasarán películas para mirar desde el auto cerca de las colinas, ¿podemos?

Mi mano se va directamente a llenar de caricias el lado izquierdo de su rostro, no lleva rímel, ni polvo, ni labial... Puedo apreciarla solo a ella, solo a su piel expuesta, puedo tocarla en la punta de mis dedos y me asusta que pueda quemarme, pero no puedo dejar de hacerlo, no puedo dejar de tocarla.

— Señorita, le defraudaré, y me siento horrible por hacerlo, pero esta semana he estado dejando de lado todo para escabullirme hasta aquí, y ahora Rogers regresa... No puedo.

Natalia recuesta su rostro sobre la palma de mi mano con una mueca triste.

— Será más difícil poder vernos después de mañana...

Justo después de sus palabras siento mi espalda doler, como si me acabarán de colocar un refrigerador gigante encima.

Steve, su esposo está de regreso.

Bajo la mirada al plato en frente mío, no puedo evitar poner una mueca triste también. Es cuando siento las diminutas manos de Nat sobre mis hombros, comienza a masajearlos y entre caricias se agacha para dejar besos sobre la zona, cierro mis ojos y siento mi cuerpo relajarse. Sus manos masajean con habilidad y dulzura, todo es excelente... hasta que la siento tomar el lóbulo de mi oreja entre sus labios, lentamente succiona sobre la piel de mi cuello cercana y entonces lo repite.

Dios... Esta mujer acabara conmigo.

- No haga eso, señorita...

Intento mover mi cabeza para detener sus besos, pero me lo impide.

- Me gusta besarte, me gusta... quiero hacerte sentir bien, solo déjame...

Natalia continúa realizando los mismos estúpidos movimientos, y justo ahora pienso que a la persona que se le haya ocurrido colocar uno de nuestros puntos débiles en el cuello es un tremendo idiota. Mi piel naturalmente se eriza y mi cuerpo se estremece, la quiero tomar por la cintura y restregarla sobre mi regazo que, en estos momentos puedo sentir arder, para después hacerle el amor.

Es muy pronto para eso.

Ugh.

Pero aún no le digo, ella no sabe... mierda, ¿Por qué no pude haber nacido como alguien normal? No quiero asustarla, bien, quizá es eso... tengo miedo de asustarla, y nunca tengo miedo a mostrar quien soy, pero tengo miedo de enseñarle y que salga corriendo.

La siento deslizarse en mi costado hacia mis piernas, mi primer instinto es levantarme con ella en brazos.

— Voy tarde... — me he ganado una mala mirada de Nat Romanoff, así que deposito un beso en sus labios para hacerla sonreír — te veré de nuevo en la noche, ¿bien? Estaré pensando en ti el día entero, creo que lo sabes.

"Postales de amor." - Wandanat (g!p)Where stories live. Discover now