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Natalia R.

Una resaca gigante amenaza con destrozar mi cabeza.

Justo después de la estúpida sesión de fotos Wanda se marchó, y entiendo porque lo hizo.

Con Yelena nos bebimos al menos 3 botellas de vodka solo por diversión, ahora quiero morir.

- ¿No iras con el estúpido de tu esposo?

Niego dando un empujón a Yelena fuera de la cama.

- Me iré a pasar los mejores días de mi vida.

- ¿Haciendo qué?

Yelena permanece en el piso balbuceando, restriego mis ojos y me estiro para salir de la cama.

- No sé, es sorpresa, aunque en realidad ni siquiera sé si aún está en pie, probablemente no, seguro a este punto me odia.

- ¿Hablas de tu amante, uh?

- No le digas así.

- No sé su nombre.

- Mejor.

- ¡A comer!

El grito de mamá nos regresa la energía a ambas, antes de salir corriendo hacia la cocina lanzó todas las sábanas encima de Yelena para que no pueda levantarse. Llega minutos después maldiciendo en ruso y mamá la reprende.

Su almuerzo es exquisito.

- Deberías venir más seguido a casa, querida - menciona mi madre.

Asiento con una sonrisa.

Ahora puedo darme cuenta de lo mucho que extraño la que alguna vez fue mi vida.

///

De pie frente a la portezuela de la casa que comparto con Wanda, y, no puedo abrir.

Me siento incapaz, no quiero ver su rostro porque no lo merezco y ella no merece tener que ver el mío después de la noche anterior.

He maquillado mi cuello incansablemente, de cualquier manera, mi madre me ayudo a borrarlo casi por completo con hielo y cucharas... es apenas una sombra de color, pero esta ahí, presente, recordándome que mi cuerpo no es mío, ni me pertenece, recordándome lo imbécil que soy.

Con los miles de sacos que podemos usar debido al frío espero que Wanda lo olvide pronto.

No estoy con Steve, deseo explicarle eso. No estoy más con él, y llegar a contar eso con una marca en el cuello es probablemente el discurso más estúpido del mundo.

Finalmente me armo de valor para colocar la llave, pero la puerta se abre de par en par. Wanda aparece de pie con varias mochilas y un suéter gigante alrededor de su cuerpo.

- Eres un esquimal - digo.

- Tu pareces una oruga.

Ella continua de largo hasta el auto sin decir más.

Sin decir más, sin saludarme de beso, sin detenerse a mirarme. Solo pasa de largo.

Definitivamente está enojada.

- ¿Hola? Las orugas son lindas.

- Tu eres una oruga rara.

- No me gusta cuando te enojas, Wan.

La castaña se adentra de nuevo a la casa y cierra la puerta tras suyo.

- No estoy molesta.

- Te fuiste sin decir adiós.

"Postales de amor." - Wandanat (g!p)Where stories live. Discover now