Capítulo 2

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Diego no tiene intención de separarse de mí en lo que queda de noche, ni siquiera cuando Zaid y Killian se unen a nosotros. El primero me recrimina por verme bebiendo alcohol, se toma muy en serio eso de cuidarnos, pero el rizado es rápido en bromear para restarle importancia al tema.

—Te recuerdo que a mi me emborrachaste para enamorarme.

—Eso no es cierto —rebate, arqueando una de sus perfectas cejas y mirándolo casi con burla—. No manipules los acontecimientos, yo recuerdo a la perfección como han sido.

—¡Que lo cuente! ¡Que lo cuente! —empieza a decir Diego juguetón, cosa que a Zaid le hace reír y a Killian le sonroja.

—¡Ya basta! Esa es otra historia —bufa el ojiverde, quitándole la copa a Zaid y dando un largo trago del contenido de esta. El mayor ni siquiera reclama por esa acción, lo toma como algo normal.

Mis ojos dejan de mirar la escena cuando vuelvo a ver a Ivanna, esta vez no hay rastro de la pelirosa, está sola y camina con elegancia entre las personas que se encuentran de pie. Me tomo el atrevimiento de mirarla y fijarme en cómo iba vestida: un top plateado sin tiras y un pantalón blanco de vestir, anteriormente creía haberla visto con una americana del mismo color pero seguro que la calefacción le hizo quitársela. Su piel morena resaltaba debido a los tonos claros de sus prendas. El cabello, que era muy rizado, esa noche lo llevaba alisado; era largo y de color marrón. Recordaba que hacía poco más de medio año se lo había teñido de rojo, en aquel entonces estaba envuelta en el lío de sus padres y las pastillas, por lo que no era raro encontrar fotos suyas en las portadas de las revistas o ver su cara en las noticias nada más encender la televisión.

—Alguien ha caído ya en el efecto Lancarte —se burló Killian pegándome suavemente con su codo en mis costillas.

—No digas tonterías...

—Ivanna es guapa e inteligente —habló Zaid mirando en su dirección—, cuando cumplas los dieciocho puedes probar suerte con ella.

—¿Y por qué no ahora? —intervino Diego.

Todos sabíamos la respuesta a eso, incluso él, pero era tonto de naturaleza y tenía esa necesidad de expresar sus pensamientos en voz alta.

—Porque todavía sois unos niñatos, ninguna mujer mayor a vosotros aceptaría, más que nada por la ilegalidad —chasqueó su lengua.

—El Team D todo lo puede —expresó Diego enganchando su brazo con el mío.

—¿El Team D?

—Diego y Demian, duh —explicó haciendo una mueca.

—¡Qué guay! ¿Oíste eso, pesado? Team D, que fantasía. —Killian estaba maravillado ante la estupidez de nuestro amigo. Zaid y yo nos reímos, no sé si de él, de la frase o de todo en general.

Después, la conversación volvió a girar y yo me sumí en mis pensamientos una vez más. Zaid tenía razón: nuestras edades eran distintas. Pero podía provocarla de distintas maneras, como buen hijo de un magnate sabía a la perfección como causar el caos a base de manipulación. ¿Estaba ella lista para jugar a mi juego?

Me disculpé de los chicos e inventé la típica excusa de que necesitaba ir al baño. Ivanna se retiraba y yo tenía que ir tras ella. Intenté no ser demasiado obvio, pero cuando subió las escaleras no me quedó más remedio que seguirla un poco más de cerca si no quería perderla de vista. No había nadie en la segunda planta, absolutamente todos se encontraban abajo.

—¿Dónde estás, Julienne? —preguntó mirando la pantalla de su teléfono—. No estoy para jugar al escondite ahora...

—Venga, guapa, esfuérzate un poquito.

Estaba interrumpiendo un momento de ambas, pero eso de los cotilleos jugosos era mi punto fuerte así que no podía desaprovechar la oportunidad. Me escondí como pude y dejé que mi sentido del oído gobernara.

Todo fueron risas, como si trataran de dos niñas jugando de manera inocente a las escondidas.

—No vuelvas a hacer esto —la escuché reprochar—, es descortés de nuestra parte desparecer así sin más de la multitud.

—Que le jodan a todos los que están ahí abajo —habló la pelirosa con un tono encantador.

Silencio.

Al no escuchar más sonidos relacionados a ellas tuve que inclinarme para que mis ojos vieran lo que estaba pasando. No había oído sus pasos alejándose así que tenían que estar ahí si o si. Pero cuando me asomé la imagen frente a mi fue algo que no me esperaba... Bueno, en realidad sí que me lo esperaba desde que Diego mencionó a Lancarte.

Julienne tenía sus manos clavadas en la cintura de la morena, mientras que esta sostenía su rosado cabello en su puño y se devoraban la boca la una a la otra. Se besaban como si no hubiera un mañana, apresuradas para disfrutarlo pero también para terminarlo cuanto antes y que nadie pudiese verlo. Pero yo ya lo había visto.

Lejos de pensar en el notición que sería, en la exclusiva que podría dar si sacaba esto a la luz, en cómo reaccionaría el mundo entero a ello... En lugar de poner mi lado periodista por delante, puse mi lado adolescente. Mi pantalón apretaba desde hacía un momento, quizá me había emocionado de más ante la noticia.

Pensé en arriesgarme y tocarme allí mismo, en lo excitante que sería hacerlo. Pero en su lugar me levanté con lentitud, sin hacer el más mínimo ruido, y corrí escaleras abajo huyendo de todo.

—¿A donde vas? —la voz de Diego no debería de detenerme cuando me paso por su lado como si los pies me ardieran, pero lo hace.

Me giro para mirarlo y veo que a tan solo unos metros viene Ivanna caminando en mi dirección.

Mierda, creo que alguien acaba de ser descubierto.

—¡Tengo una noticia que dar! —saco mi teléfono del bolsillo y lo agito en el aire con el único fin de provocarla. Ella parece darse cuenta de mis falsas intenciones y su expresión cambia por completo.

Ahora si que la he liado del todo.

Besos Cuestionados Donde viven las historias. Descúbrelo ahora