Capítulo 37

125 17 2
                                    


Divagué por las calles hasta que mis ojos dieron con la enorme casa que pertenecía a los Lancarte, el coche de Ivanna estaba aparcado en la entrada por lo que supuse de inmediato que ella se encontraba allí. Sonreí por la tontería y miré a mi alrededor, todo estaba oscuro, lo único que iluminaba la escena eran las pequeñas farolas que tenían en el jardín. No había ruido, solo el de mi respiración, y ese silencio me empezaba a poner de los nervios.

—¡Ivanna! —grité a todo pulmón, sin saber con exactitud cuál de todas era la ventana de su habitación—. ¡Ivanna, mi amor! ¡Estoy aquí! ¡Tenemos que hablar!

Seguí jodiéndome la garganta durante unos minutos, sabiendo que si seguía así mañana estaría afónico o algo por el estilo. Al menos mis gritos surgen efecto de inmediato porque una de las ventanas se abre e Ivanna se asoma preocupada por esta, llevaba un fino camisón que se le ajustaba al cuerpo, en particular a sus pechos; incluso desde la distancia podía apreciar como presionaban sus pezones la tela. Me remojé los labios casi inconscientemente.

Su mirada lo decía todo; estaba confusa. No lograba entender que hacia allí.

—¡Oh, Ivanna! —solté una carcajada involuntaria—. Te amo, ¿escuchas? ¡Te amo!

—Baja la voz —espeta desde su posición, presionando su dedo índice contra sus labios—. Mis padres están dormidos y mi tío se ha ido hace poco a la cama, así que seguro que está intentando conciliar el sueño, no queremos que se enteren de esto.

Vaya, no parecía tan feliz de verme como yo a ella.

—¿Me estás rechazando? ¿Acaso quieres que me vaya?

Pone los ojos en blanco con molestia y me hace un gesto para que espere allí abajo, tampoco es que tenga muchos sitios a los que ir en este estado, pero solo por si acaso le hago caso. Cierra la ventana y la veo moverse por la habitación.

Yo espero allí, con una sonrisa tonta en los labios, porque el alcohol me hacía sonreír aunque el fondo siguiera un poquito enfadado. Todavía no entendía nada. Aún no tenía las explicaciones que me merecía.

Papá podía decir misa que no era cura.

No quería más tiempo.

No lo necesitaba.

Lo único que me vendría bien para calmarlo todo sería saber la verdad, porque no soportaría que me mirase a los ojos y me mintiera. Eso me derrumbaría por completo en menos de lo que canta un gallo.

La veo salir, caminar con zapatillas de casa hasta mi, al menos llevaba también una bata que le cubría los brazos y mitad de los muslos. Su camisón ya no sería un despiste para mi vista.

—Anda, ven conmigo —me tomó de la mano y yo como un tonto la seguí, me dejé guiar hasta que me dio paso en su casa. Un sonido de exclamación salió de mis labios pero ella fue rápida en hacerme callar. Sus padres. Es verdad, no tenía la casa sola y no quería que se enterasen de mi presencia.

—Pensé que no querías que entrara.

—No iba a dejarte fuera —murmuró e hizo una mueca al ver las escaleras—. ¿Es mucho para ti?

—Puedo con ello.

Mentira cochina.

Mis pies no cooperaron y fui lloriqueando cada maldito escalón. Nunca entenderé la necesidad de tener escaleras, con lo bonitos que son los chalés...

—Venga, ya estamos llegando —me animó cuando solo quedaban dos escalones más.

Resoplé y me agarré del pasamanos para llegar a la meta, después arrastré los pies hasta su habitación. Encendió la luz para permitirme verla entera. Era sencilla. Sus paredes eran blancas, había una pequeña estantería del mismo color en donde guardaba libros demasiado gruesos para mi gusto, una amplia cama en el centro con dos mesitas a cada lado, un armario empotrado en la pared con un espejo en una de sus puertas. Me esperaba algo más.

—Quiero decirte tantas cosas...

—Pero no lo harás, Demian, al menos no hoy —se quita la bata para volver a colgarla en su sitio y señala la cama con la mirada—. Es tarde, deberías de avisar a tus padres que no regresarás a casa y...

—Mis padres saben que fui de fiesta.

—Pero no que te quedarás conmigo a pasar la noche, seguro que se preocupan por ti.

—Me da igual.

Estaba actuando como un niño, era consciente, pero la verdad no quería darle explicaciones a mis padres de todo cuanto hacía. No sé porque ella siempre se preocupaba tanto por eso. A mi llegaba a parecerme frustrante.

—Entonces ven, acomódate —se sentó en la cama y dio palmaditas a su lado para indicarme que me acomodase allí—. Si no quieres dormir conmigo puedo irme al sofá...

—No es la primera vez que dormimos juntos —le hago saber, tumbándome a su lado y pasando mi brazo por su cintura, sus manos van directas a este para acariciarlo—. Joder, Ivanna, estoy enamorado de ti... No eres consciente de que te amo, ¿verdad?

—Demian, amor, estás a reventar de alcohol, vamos a posponer esta conversación para mañana, ¿vale? —suspira, en el fondo sé que hay algo que la carcome. ¿Puede dormir por las noches?—. Quiero contártelo todo, créeme que si, pero no sé cómo vas a reaccionar y eso me aterra. No quiero quedarme sola en un momento tan difícil... Pero tampoco voy a retenerte aquí, eres libre de irte si así lo deseas, porque sé que al final vas a sufrir las consecuencias.

—No entiendo nada —admito—. Aunque ya te puedo advertir por adelantado que sea lo que sea, me voy a quedar, no creo que nada me haga cambiar de opinión. Así funciona el amor, Ivanna, es triste que todavía desconfíes de él.

Mis ojos se cierran por su propia voluntad. Espero una respuesta que nunca llega. Solo continúa con sus caricias, tan tranquilizantes, que me relajan hasta las fibras más sensibles de mi piel, que me hacen dormirme en menos de nada. Eso no era muy típico en Ivanna. Ella solía ser todo lo contrario, ella no daba sueño, ella lo quitaba.

Las cosas estaban cambiando tanto que ya casi era incapaz de reconocerlas.

Besos Cuestionados Where stories live. Discover now