Capítulo 17

149 21 7
                                    


Para cuando salimos del baño no decimos ni la más mínima palabra, la pelirrosa me toma de la mano y camina conmigo hasta la puerta. Lo que ninguno se esperaba era que al abrir estuviera lleno de periodistas, ¿en qué momento habían llegado?

Me giro y centro mi mirada en el camarero, que limpiaba la mesa en la que habíamos estado y miraba en nuestra dirección con bastante interés.

Vaya, vaya... Parece que alguien nos ha delatado.

—Señor Colón, señor Colón, aquí —una de las periodistas llama mi atención, cuando la miro me choca el flash de la cámara directamente a los ojos.

—Mierda —me quejo, cerrando estos por un segundo.

Julienne al darse cuenta aprieta más mi mano e intenta dar un paso al frente, queriendo protegerme de la escandalosa gente que solo estaba allí haciendo su trabajo.

—¿Están saliendo? —vuelve a preguntar la misma chica.

Los demás también hacen más y más preguntas, pero algunos no vocalizaban y otros simplemente era mejor ignorarlos.

—Si, ahora estamos intentando salir, si es que acaso nos dejáis —respondo, haciéndome hueco entre ellos—. Por favor.

Ella aprieta los labios para ocultar la sonrisa pero finalmente termina riéndose, como si lo que acabara de decir fuera de lo más gracioso del mundo mundial.

—Mierda, eres tan igual a tu padre...

¿A qué venía eso ahora?

Nunca estaba mal que se me halagase de ese modo pero no entendía la razón de haberlo hecho en ese momento, quizá iba demasiado distraído como para darme cuenta.

Después de ese momento de famoseo, dejo que mi mente vuele. Era la primera vez que me pasaba algo similar sin estar con mis padres y por un momento temí no saber manejarlo, de hecho todavía me siento ridículo de solo pensar en ello.

Puedo jurar que el sabor dulce de su coño permanece todavía en mis labios cuando me bajo de su coche. Se había tomado la molestia de venir a dejarme a la empresa para que así no perdiera más el tiempo, durante el trayecto pudimos conversar al menos un poco sobre lo que yo quería: la cena. Ella se reía de mí y de mis preocupaciones, decía que no por invitar a Ivanna a la cena le fuera a robar la novia, y si así era, que estaría encantada de compartirla conmigo. Yo quería tomármelo todo en serio, pero ellas no ponían de su parte para que eso fuera posible.

—¡Demian! Pensé que no llegarías nunca —la voz de Diego llega a mis oídos nada mas cruzar la puerta—. No sé si traes cara de muerto o...

—Le he comido el coño a Julienne —interrumpo.

Él, que todavía era más virgen que el aceite aunque se la pasara haciendo chistes relevantes al sexo y pensando mal con cada pequeño comentario, me miró boquiabierto.

No se lo esperaba.

Bueno, se lo esperaba, lo que no se esperaba era esta forma tan poco suave de decírselo.

—Hoy, en noticias relevantes, Demian Colón Silver se ha estrenado de lengua. Si, hemos escuchado bien, el único hijo del magnate y de la periodista acaba de anunciar por todo lo alto que su boca ya ha explorado el coño de Julienne, nuestra pelirrosa más de moda —anuncia con cierto tono burlesco en su voz, empujo su hombro con el mío y le pongo mala cara. Seriedad, yo sólo quería seriedad y nadie estaba dispuesto a ofrecérmela.

—Basta, Diego, ya te quiero ver yo a ti cuando eso suceda.

—Esas cochinadas no están hechas para mi —me echa la lengua.

Ambos sabíamos que eso era mentira.

Diego en cuanto tuviera la oportunidad iba a ser puro fuego, él mismo lo sabía.

—Te has montado un magnate Colón hoy, ¿eh? —me cambia de tema tan drásticamente que me siento muy perdido—. Estás en las noticias.

—¿Es que acaso lo que dije ha sido una noticia?

—No, pero fue una situación similar a la de tu padre cuando conoció a tu madre, se pusieron a comparar ambos vídeos y todo.

Ahora todo tenía sentido, si, las palabras esas de que era como mi padre. Jesús, había heredado demasiadas cosas de él, muchas sin siquiera ser consciente.

Papá, ya te vale, deja que también tenga algo de mamá, estás siendo un poco egoísta al darme todo lo tuyo.

Bueno, de mi madre ya había heredado la pasión por el chisme.

—La diferencia es que no la besaste frente al ventanal.

—No, pero le comí el coño en el baño.

—Sinceridad a tope, bien ahí —deja escapar una carcajada y enreda su brazo con el mío—. ¿Nos sentamos juntos en la reunión? Los socios ya llegaron hace un rato pero le dije a mi padre que te esperaría.

—Gracias, Diego, tú siempre tan considerado.

—Soy el mejor chico que vas a conocer en tu vida, payaso.

Madre mía, basta ya con los apodos.

Cotilla.

Tiquismiquis.

Payaso.

¿Cual era el siguiente, eh?

—Vamos antes de que nos tomen como a un par de irresponsables.

Tiro de él y subimos las escaleras de mala manera. Si, de mala manera, porque no íbamos al mismo ritmo y nos chocábamos cada dos por tres, fue un milagro que no nos comiésemos el suelo.

Tratamos de aparentar formalidad cuando entramos a la sala, los dos saludamos con amabilidad y después fuimos a sentarnos. Para nuestra mala suerte, no pudimos hacerlo juntos, había una plaquita con nuestro apellido en el lugar que debíamos de ocupar.

—Es una pena que Ayker no haya querido venir, seguro que se llevaba bien con vuestros hijos —habló el señor Evans en dirección a nuestros padres pero refiriéndose a nosotros.

—¿Quién es Ayker? —la pregunta sale disparada de los labios de Diego, ganándose todas las miradas.

—Mi hija —responde, haciendo una mueca que ninguno supo interpretar.

Y con eso es suficiente para que mis alarmas se enciendan y me ponga alerta.

¿Quién era Ayker Evans y por qué me causaba tanto interés así de un momento para otro?

Uhm, supongo que los padres eran quienes debían de proteger a sus hijos sobre todas las cosas, y ese no había entendido muy bien el concepto.

Besos Cuestionados Where stories live. Discover now