Capítulo 24

161 20 0
                                    


Me niego a abrir los ojos, no podría sentirme más cómodo en aquella cama con ellas a cada lado de mi cuerpo,  abrazándome cada una por su lado. Nuestras calientes pieles se rozaban.
Nuestras respiraciones se mezclaban.

No era demasiado creyente pero estaba seguro que el paraíso al lado de esto no sería nada.

—¿Vamos a levantarnos o seguimos fingiendo que estamos dormidos? —preguntó Ivanna a mi derecha.

—¿Quién dijo que estábamos fingiendo? —replicó Julienne a mi izquierda.

—Es obvio que lo estamos haciendo —reí por lo bajo, la mano de la morena se posó en mi pecho para acariciarme la piel de este—. No empieces con tus movidas calientes desde tan temprano, recuerda que hoy tenemos reunión, yo al menos tengo que asistir porque mala reputación ya tengo.

Julienne hizo una mueca justo cuando la miré, no le había gustado para nada lo último que había dicho. No me había dado cuenta hasta que yo mismo me escuché.

—Eso es por mi culpa, lo siento —se sienta en la cama y me mira un tanto apenada—. No tenía que haberte seguido a los baños ese día, así nos evitábamos lo de los rumores.

—Despreocúpate, es el menor de mis problemas —aseguré, estirando mi mano para tocar su rostro y acariciarle la mejilla con delicadeza—. Está todo bien, ¿vale?

—Vale —me susurra, tomándome la mano para llevarla a sus labios y dejar un beso en esta—. Ahora a levantarse, os iré a hacer el desayuno, que tenéis que iros a trabajar.

Antes de que respondiéramos, ella ya se había levantado, tomó una bata y la puso sobre su cuerpo desnudo, finalmente calzó con las zapatillas de andar por casa y salió de la habitación para irse a la cocina a hacer el desayuno.

—Buenos días, cotilla —saludó, dándome un pequeño beso en los labios que me dejó atontado—. Iré a comprarte algo de ropa, puedes darte una ducha.

—No necesito que me compres ropa.

—Yo creo que si, porque no estás en tu casa y has pasado la noche aquí, no tienes ropa para cambiarte y sería muy feo de tu parte llevar al trabajo la misma ropa que usaste ayer, ¿no lo crees?

—¿Y qué más da?

—Te van a desheredar, Demian —se mofa, e ignorando mis palabras se levantó y se vistió con lo primero que encontró, aún así no perdía el toque y se veía estupenda. Fue al baño para peinarse pero no tardó más de dos minutos en hacerlo—. A veces pienso que eres sordo, eh. Te he dicho...

—Ya sé lo que me has dicho.

—Entonces no eres sordo, eres tonto, pero ya tenía la sospecha.

—Es muy temprano para que empecemos con esto, no me apetece ponerme a discutir —refregué mis ojos antes de levantarme—. Te haré caso, ya puedes ir tranquila.

—Me gustan las personas obedientes, así que tú me gustas —me guiña un ojo un tanto divertida y sale de la habitación para dejarme a lo mío.

Tenía una tonta sonrisa dibujada en los labios por tan poco... En fin, dichosas mariposas que no hacen nada bueno en mí, más que causar estragos a todo lo que me rodea.

Escuché toda mi vida historias de amor diferentes, desde las más románticas hasta las más incomprendidas, pero juro que esta jamás se pasó por mi cabeza. Una historia de amor original, lo que muchos quieren y pocos tienen.

Que afortunado debo de ser, ¿no?

Vuelvo a reír cuando me lavo el pelo con su champú, olería a ellas todo el día.

Intento no entretenerme demasiado, lo de ir a la empresa era cierto, no tenía que tentar mi suerte cuando se trataba de algo tan importante. Al salir ya estaba Ivanna de vuelta, la encontré sacando de una bolsa la ropa que había ido a comprar. No había tardado demasiado. O yo había tardado mucho en el baño.

—Vístete, chavalote, después vamos juntos.

—¿Chavalote? —suelto una carcajada.

—¿Prefieres que te llame cotilla?

—Es más original —me encogí de hombros.

Honestamente, al principio me sentía ridículo, pero ahora me era casi imposible no sonreír cada vez que la escuchaba llamarme de ese modo.

—Bien, cotilla, no tardes demasiado, no queremos hacer esperar a los demás.

Mi corazón latió más fuerte con solo escuchar eso.

Ya me conocía, claro que si, tampoco disimulaba una mierda.

La seguí con la mirada hasta que salió de la habitación, una vez que cerró la puerta supe que era el momento de vestirme y espabilar, no podía quedarme pasmado todo el día. Así que eso hice, me quité la toalla y me vestí con la ropa que Ivanna había comprado para mi.

—¿Por qué no me sorprende? —reí al verme en el espejo mientras abotonaba la camisa, negué con la cabeza y salí de la habitación.

—Se va a enfriar el desayuno, venga —dice Julienne, cruzándose de brazos.

—Tranquila, mujer, nos dará tiempo a todo —dijo Ivanna, dándole un beso en la frente.

Sonreí mirándolas y me senté en la mesa para empezar a comer. Como de costumbre, estaba delicioso, Julienne era realmente buena cocinando y esta vez no era la excepción. No mencionamos nada de la noche anterior y en cierto modo lo prefería así, conociéndome podría terminar avergonzándome del tema, estas mujeres eran muy intensas.

—Nos vemos después —susurró ella—. No olvides que te amo, ¿si?

Julienne la miró al escucharla y alzó sus cejas.

—Yo también te amo —sonrió antes de darle un beso en los labios—. Tiquismiquis, ven aquí que te voy a dar tu besito para que tengas suerte en el trabajo.

—Eso ha sonado como si fuera un niño pequeño que se va para el cole.

—Casi, casi —ríe y me besa los labios—. Cuidaros el uno al otro, ¿eh? Nos os portéis como unos hijos de puta en la oficina que nos conocemos.

—Despreocúpate, anda.

Tras despedirnos nos vamos, pero había algo, estaba pasando algo, Ivanna ocultaba algo.

Contexto: algo.

Y tenía la mala suerte de que yo era, como bien decía ella, un cotilla.

Debería alguien de aconsejarle que no se juntara con una persona curiosa, porque somos de lo peor, queremos saberlo absolutamente todo. No nos conformamos con lo exterior, deseamos el interior. Una persona curiosa prestará atención a los detalles, a los gestos, a la manías, a las palabras. Te pedirá que explotes cuando más enfadado estés y te dirá que llores cuando estés herido. Te preguntará qué significa esa cara, esa ceja levantada, ese silencio. Te preguntará por qué.

Y, sobre todo, no se conformará con una mentira ni tampoco con una verdad a medias.

Así que ahora, Ivanna, vamos a ver que es eso que escondes que te carcome por dentro.

Besos Cuestionados Where stories live. Discover now