Capítulo 26

130 21 1
                                    

No lo íbamos a admitir pero había una pequeña tensión entre ambos después de esa conversación. Sobre todo cuando dijimos que era un tema serio que no solo nos involucraba a nosotros dos, también a la Julienne, que no la estábamos tomando demasiado en cuenta.

Decidimos hablar las cosas. Hablarlas bien.

Porque no solo éramos nosotros, también eran nuestras familias las que se podrían ver perjudicadas por lo que nosotros hiciéramos o dejáramos de hacer.

—¿Quieres hacer los honores de decírselo tú? —pregunta con un tono amargo.

Soy incapaz de separar los labios y pronunciar palabra. No. No quería. Uno nunca estaba listo para el punto final en una historia a la que todavía le quedaba mucho por escribir.

Tomé una profunda respiración y me bajé del coche antes de que ella lo hiciera.

Mis piernas me temblaban con cada paso que daba, todo lo contrario a Ivanna, que como siempre iba tan segura de sí misma que la envidiaba. Yo nunca, repito, nunca llegaré a ese punto. Porque por mucho que finja y pretenda, siempre habrá una parte de mí que me lo impida. Así como mi padre, que callaba en los momentos de tensión y sonreía de manera retorcida, porque todo lo solucionaba a lo callado, hablaba solo cuando tenía que hablar. En cambio, mi madre hablaba siempre, en todo momento, no le importaba guardar silencio para crear tensión, la tensión ya la ponía ella con sus palabras.

Y yo, que por muy divertido que fuera hacer lo primero, siempre me inclinaba por la segunda opción.

Sentía a Ivanna pisándome los talones cuando subíamos las escaleras, como si ambos tuviéramos la misma prisa de llegar pero al mismo tiempo la misma necesidad de no querer seguir avanzando.

La vida está formada de etapas. Unas no aportan nada, solo son necesarias para pasar a la siguiente. Otras, sin embargo, son esenciales. Saber seguir es un paso importante en el camino, de lo contrario estaríamos perdidos y, siendo sinceros, a nadie le gusta la sensación de no saber a donde va.

Yo estaba en ese punto. Caminaba sin saber hacia dónde iba, pero sabiendo que era lo seguro.

Porque lo era, ¿no?

—Hey —nos saludó sonriente nada más abrir la puerta, pero la sonrisa no tardó demasiado en borrarse—. Tenéis caras de culo, a ver, ¿qué pasa?

—Tenemos que hablar.

Entra, haciendo que Julienne se aparte unos centímetros y me mire con confusión. Bien. Eso no podía significar nada bueno en una relación. Yo no soy nadie para decir nada en ese momento, solo trago saliva y entro después de ella.

—¿Qué ha pasado? —interroga una vez que cierra la puerta.

—No podemos seguir con esto —indica, mirándola directamente a los ojos—. O confirmamos la relación o esto se termina.

Abro los ojos sorprendido nada más escucharla. Así, sin anestesia ni nada, directo a vena sin preámbulos. Solo a Ivanna Lancarte se le ocurriría algo así.

—Esto es presión social —apunta Julienne, pasándose una mano por el pelo—. ¿Estás hablando en serio?

—Completamente —asiente—. Demian está sufriendo las consecuencias sólo porque tú eres una insegura que no quiere saber nada de este mundo. Lo siento, Julienne, pero igual te has enamorado de las personas equivocadas. Cuando amas, amas con todo, sin importar lo demás.

—Tú, que has crecido rodeada de cámaras, puedes soltar eso a la ligera, al igual que él —espeta, cruzándose de brazos—. Yo no. Yo no puedo con todo esto, perdonadme pero no.

—Entonces ya sabes, es momento de actuar con cabeza y hacer lo correcto para todos.

—No —soy rápido en hablar, mirando como una relación se caía a pedazos delante de mis narices—, no, no. El problema soy yo, vosotras teníais algo bonito desde antes y por mi culpa estáis teniendo esta conversación ahora. Olvidaros. Olvidaros de mi porque no quiero causar daños a algo sano.

—No entiendes nada, Demian —dice la morena con seriedad—. Esto ya tenía los días contados.

—Hacer lo correcto siempre será para ti más importante que lo que es realmente importante —le espetó la pelirrosa, después clavó sus ojos en mi, vidriosos, me miraba con pena. Mi corazón ya estaba roto—. Lo siento. Iros de mi casa, por favor.

Ivanna la miró cuando ella me miraba a mi, vi en sus ojos que le estaba doliendo, aunque lo disimulara de puta madre.

—Vamos, Demian —pidió ella, desviando su mirada hacia mi.

Articulé un "lo siento" que ella respondió con una pequeña sonrisa. Me di la vuelta y caminé hasta la puerta para salir de allí como ambas me habían pedido. Ninguno de los dos habló de vuelta, estaba intentando asimilarlo todo y no quería colapsar.

Fue ella quien quiso explicarse, no sé si conmigo o consigo misma.

—¿Sabes por qué te elegí a ti? Porque vivimos rodeados de una hipocresía inmensa que te impulsa a hacer siempre lo correcto. Mi corazón siempre le va a pertenecer a ella, por mucho que tú me gustes físicamente y por mucho que me calientes en la cama —traga saliva—. Te quiero, si, pero este todavía late por una sola persona.

—Os quiero, Ivanna —admito—. Y no os quiero a las dos igual, es un amor distinto. Al principio era confuso, ahora que por fin puedo admitirlo en voz alta me golpea la realidad y todas estas mierdas de hacer lo correcto.

—Bienvenido al mundo real, Demian —pasa su brazo alrededor de mis hombros y me pega a su cuerpo, soy rápido en cerrar los ojos y envolver mis brazos en su cintura buscando una especie de consuelo—. Estaremos bien, no dejaré que digan ninguna mierda más de ti, ¿vale? Solo necesito que confíes en mi.

—Confío en ti, en lo que no confío es en tu manera de hacer las cosas.

—Haces bien —ríe entre dientes.

Porque después de esto, ¿qué más podía esperar de Ivanna? Todavía había algo que ocultaba y que a mi no dejaba de atormentarme. Tarde o temprano daría con ello, solo esperaba que mi curiosidad no fuera de nuevo un problema.

Besos Cuestionados Donde viven las historias. Descúbrelo ahora