Capítulo 7

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Julienne me toma de la mano para salir del baño y me guía hasta el exterior, el fresco aire en mi rostro me hace querer vomitar de nuevo.

—¿Estás jodido, eh? —pregunta mirándome de reojo—. Voy a llevarte al médico.

—No puedo ir al médico sin mi madre, sigo siendo menor —informo.

—Mierda, es verdad —suspira mientras busca en su bolsillo las llaves de su coche—. Entonces te llevo a mi piso, Ivanna vendrá en un rato y seguro que puede mirarte.

—Mirarme —repito.

—Ha estudiado algo relacionado a medicina, laboratorio o algo así —me hace saber algo que yo ya sabía.

Señala con la mirada el Range Rover de color rojo cereza, yo me quedo unos segundos asimilando que es su coche.

—¿Tengo que abrirte la puerta, niñito?

—No —niego con la cabeza antes de hacerlo yo mismo y entrar a este, el interior era incluso mejor que el exterior. Olía al ambientador de limón que llevaba colgado en el espejo retrovisor.

Tras ponerme el cinturón de seguridad saqué mi teléfono para avisarle a mis padres que quizá llegaría un poco tarde a casa, no mencioné la razón porque no creo que fuera necesario hacerlo. Julienne escuchaba música pop de los dos mil, pude distinguir una canción de Pablo Alborán y otra de Melendi en el trayecto hacia su piso, los demás eran artistas que no reconocía y canciones que no había escuchado nunca antes.

Me indica que salga una vez que aparca su coche y así entramos juntos al edificio, el lugar se me hace conocido pero no me atreví a preguntar hasta que se detuvo frente a una puerta en el tercer piso.

—En este edificio también tiene un piso Zaid, ¿verdad? —tengo que preguntarle, ella ya parecía esperar esa cuestión porque se gira a mirarme con una sonrisa ladeada en los labios.

—Si, pero como has de saber, ya no viene mucho por aquí —me abre la puerta y me deja pasar para después hacerlo después de mi.

Claro que no. Zaid vivía mejor que nadie en España, con suerte se pasaba alguna temporada por Estados Unidos para visitar a su familia y la empresa de su padre, de lo contrario ni se vería el pelo por aquí.

El interior del piso estaba limpio y acomodado, quise reír al ver las paredes pintadas de rosa, se notaba que ese era su color favorito de lejos.

—Siéntete como en casa —pidió—. ¿Tienes hambre? Puedo preparar algo para picar, hace poco que echaste fuera todo así que tu estómago de seguro está vacío. Ni siquiera sé para qué pregunto, voy a la cocina.

No me da tiempo a reclamar porque en seguida cruza la puerta de la que supongo que es la cocina. En realidad no tenía hambre, sentía que si volvía a comer algo terminaría devolviéndolo de nuevo. No quería eso. Lo que sí podría aceptar era un vasito de agua ya que mis labios estaban resecos.

Camino también hasta allí y la observo manejarse por la cocina con habilidad, la veo incluso tierna.

—Antes de que preguntes, no, no te voy a dejar ayudarme.

—No iba a pedírtelo, doy asco en la cocina, solo venia a por un vaso de agua —admito caminando hasta el grifo.

—Hay agua fría en la nevera, por si prefieres. También hay zumo.

—Gracias, pero no gracias.

—El chico rico bebiendo agua del grifo, déjame grabar este momento que si lo subo a internet se hace viral —bromea.

—No eres la única que si sube algo a internet se vuelve viral —le devuelvo la broma mientras acerco el vaso a mis labios.

Sus ojos chispean pero creo que no por la diversión, aún así la sonrisa no se borra de sus labios en ningún momento.

Tras beber el agua busco con la mirada el lavavajillas pero no lo encuentro.

Nada, Demian, cagaste.

Me toca lavar el vaso con mis propias manos y después lo dejo a secar bajo la atenta mirada de Julienne.

—Jodidamente adorable —chasquea su lengua y sacude ligeramente su cabeza después. El timbre de la puerta suena justo en ese momento y ella pone los ojos en blanco—. Siempre igual, tiene llaves y no las usa, esta chica es tonta.

Tiene llaves.

Una amiga no le deja las llaves de su piso a otra amiga... A no ser que sean amigas con derecho a roce, no, ni así. Se nota que son pareja, Ivanna no mentía y los rumores sobre ellas no eran erróneos.

Las escucho hablar y poco después la puerta se cierra, sus pasos se acercan a la cocina y yo quiero esconderme debajo de la mesa. Por favor.

—...está malito, deberías de revisarlo, no quiere ir al médico y bueno...

—Está malito —asintió con la cabeza al entrar en la cocina—. Siéntate, Demian, vamos a hacerte un chequeo rápido.

Mamá, quiero irme a casa.

Mamááá.

Cuando mi culo toca la silla sé que no hay vuelta atrás. Ivanna se acerca a mi y pone su mano sobre mi frente, tras comprobar que tenía fiebre hace una mueca.

—¿Dolor severo en el abdomen? —asiento—. ¿Cambios de humor? Como irritabilidad o falta de energía.

—Irritabilidad, si —suspiré al recordar el momento en donde Diego y Julienne hablaban.

—Fiebre, vómitos... ¿Síntomas de deshidratación?

—Siento la boca seca, si.

—Gastroenteritis viral —señaló—. Se puede tratar reemplazando los líquidos y electrolitos perdidos para prevenir la deshidratación. Estarás varios días malito, pero ningún médico te recetará nada.

—¿Voy a morirme?

—No, no vas a morirte, estarás solo unos días con estos síntomas, después irás notando que todo vuelve a la normalidad.

—Si quieres puedes quedarte aquí esos días, Ivanna puede venir a verte todos los días y cuidaremos de que no empeores —la sonrisa de Julienne hace que ambos lo miremos con las cejas alzadas—. ¿Qué? No es tan mala idea.

—Es una pésima idea.

—Estoy de acuerdo con el niño, por primera vez —dice Ivanna mientras suspira—. Mira, él tiene una familia que lo espera en casita, no está para jugar con nosotras.

¿Jugar con ellas?

Oh, para eso si que estoy.

Besos Cuestionados Donde viven las historias. Descúbrelo ahora