Capítulo 36

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El ambiente estaba cargado, eso fue suficiente para que Diego levantase sus dos brazos en el aire y soltase un grito de guerra. Solía hacerlo siempre que las cosas se ponían bien. Tenía ganas de fiesta, yo también peor creo que no tantas, a pesar de que esto fue idea mía.

En el pub había gente, mucha pero que mucha gente, pero ninguna de estas personas era gente con la que yo me juntaría. Sonaba mal, pero era así. Incluso yo tenía mis límites, no todos estaban allí para olvidar, la mayoría lo estaban porque era rutina estarlo.

—¿Voy a por algo de beber? —me pregunta Diego casi en un grito, quiero quejarme, pero sé que lo hace por el alto volumen de la música.

—Déjalo, ya voy yo —le sonrío, quizá como excusa para moverme y no estar rodeado de gente.

Una canción de Quevedo sonaba en ese momento y el DJ sabía como jugar con aquellos que tenían ganas de cantarla a pleno pulmón, le bajaba el sonido en los mejores coros, se burlaba del público, era bueno.

Una chica atendía tras la barra, llevaba unos pantalones cortos y una blusa transparente, lo típico en un lugar así, había una ley no escrita que decía que las camareras tenían que vestirse provocativas solo para atraer a la clientela. A mi me parecía una estupidez, pero sabía que en el fondo funcionaba porque había al menos unos cuatro chicos pasmando mirándole las piernas.

—¿Qué te pongo, guapo?

—Dos cubatas, por favor —le sonreí mientras sacaba mi cartera para dejar el dinero sobre el mostrador. Ella me devolvió la sonrisa al tiempo que dejaba los vasos de tubo allí, la vi colocar dos cubitos de hielo en cada uno, y finalmente hacer la mezcla que más tarde pasaría por nuestras gargantas.

—Gracias —me guiñó un ojo cuando aceptó el dinero.

—A ti —mantuve la sonrisa de cortesía, cogí ambos vasos con mis manos y me desplacé de nuevo a donde estaba Diego. Su cuerpo ya se balanceaba al ritmo de la música—. Aquí tienes.

—¡Vamos a bailar! —tiró de mi cuerpo una vez que aceptó el cubata.

Necesitaría beber algo antes de soltarme.

Le di un trago largo y lo observé con diversión, no sabía lo que era la vergüenza. No tenía ni idea de bailar, sus piernas no habían sido creadas para el baile, pero allí estaba dándolo todo. Muchas miradas se posaron en él, por supuesto, y yo como no quise dejarlo solo en la batalla me puse a bailar de una misma forma; con ridiculez.

Él se carcajeó al instante.

En las canciones que conocíamos intentábamos hacer una pequeña coreografía al menos para el estribillo, pero de ninguna vez salió bien. El alcohol siguió bajando por nuestras gargantas, pero también subiendo a nuestra cabeza.

Cuando llegó el cuarto ya me estaba olvidando de mi apellido, no tenía el más mínimo aguante cuando se trataba de bebida. Diego lo llevaba mejor, o al menos eso parecía, quizá sabía disimularlo de puta madre.

—Necesito ir al baño —demandé.

—¿Y quieres que baña contigo o algo? —preguntó alzando sus dos cejas.

—Quiero que me digas dónde está —hice una mueca—. De momento sé mear solo.

—Espero que sepas, si, porque no iba a sujetarte la polla si es lo que querías —se burla y señala con la mirada un pasillo que había al fondo—. Ve por allí, al final habrá dos puertas, el de la derecha es el de las mujeres, el de la izquierda el de los hombres.

—Gracias, tío —le sonrío, aunque para cuando consigo llegar allí se me olvidó por completo el código sobre cuál era cuál. Tampoco me fijé en si había algún dibujito que lo distinguía, así que simplemente entré a uno. La primera imagen es la de una pareja comiéndose los morros, la chica estaba de espaldas a mi, pero se me hacía tan conocida que sentí la necesidad de preguntas—. ¿Ivanna...?

El chico con el que estaba levantó las cejas, burlándose de mi estado de ebriedad. Ella se volteó, dejándome soltar un suspiro de alivio al ver que no era ella.

—Disculpa, creía que eras otra persona, menos mal que no —reí por lo bajo—. Podéis continuar, iré al otro baño.

Tal como entré volví a salir, pero esta vez yendo al otro baño. La equivocación me lleva a pensar en ella. ¿Qué estará haciendo en estos momentos? ¿Cómo se estará sintiendo? Me lavo las manos después de mear y me miro en el espejo, frustrado al ver como mis mejillas están sonrojadas por el alcohol.

La puerta se abre y puedo ver como la chica que había confundido hace menos de diez minutos entra como si nada.

—Hola —me saluda con una sonrisa encantadora dibujada en los labios—. Creo que antes me confundiste con tu novia, al menos por la cara que pusiste.

—Ah, si... Algo así —hice una mueca. Ella se acercó todavía más hasta quedar frente a frente.

—No estaréis en vuestro mejor momento si piensas que te pone los cuernos.

—Yo no pienso que me pone los cuernos —gruñí, llevando una mano a mi cabello—. Pero os parecéis y mi mente me jugó una mala pasada.

—Creo que vas demasiado borracho, cariño —sonríe, tramando algo, todas las mujeres ponían la misma cara cuando lo hacían—. ¿No quieres olvidarte de ella?

—No...

—No pareces muy convencido —susurró.

—No, tú no sabes nada, no entiendes nada —meneé la cabeza—. Y no te sigas acercando porque esta conversación se ha terminado.

Tengo que ser duro, de lo contrario no me la quitaría de encima en un largo rato. La chica era mona, si, y me recordaba a mi novia, pero eso no significaba que me liaría con ella para olvidarla. No. No era esa clase de tío.

Cuando salgo del baño me duele la cabeza, en realidad llevo así un largo rato pero ahora todo se hace más intenso. No encuentro a Diego ni tampoco me responde los mensajes cuando se los envío así que me voy sin el, camino como puedo entre la gente y una vez fuera del pub me tomo un respiro.

Ivanna.

Ivanna.

Ivanna.

Si mal no recordaba la casa de sus padres estaba bastante cerca, ¿por qué no le hacía una visita? Teníamos muchas cosas que aclarar y ahora no me la podía sacar de la mente.

Besos Cuestionados Where stories live. Discover now