Capítulo 3

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Papá tiene una rara obsesión en que su hijo, o sea yo, sea en puro significado de perfección. Creo que a veces piensa en que mis capacidades son iguales a las suyas cuando claramente no es así, lo mío no son los cálculos ni las negociaciones.

Bostezo al menos dos veces durante la reunión, ganándome malas miradas por parte de mi progenitor. No podía evitarlo. Me estaba aburriendo.

—Entonces, señor Colón, haremos como lo hemos hablado. —Un señor de vestimenta elegante, barba recortada y pequeñas canas en el cabello, habla en dirección a mi padre—. No involucraremos a nuestros hijos en esto.

Me sonaba de algo, pero no estaba del todo seguro de quien se trataba. Quizá si prestara más atención ya tendría claro quién era ese señor que se me hacía tan conocido.

—Hable por los suyos —indica mi padre—, Demian si será parte de esto, así como lo será su sobrina.

—¿Desde cuando mi sobrina está dentro de esto? —interrogó alzando sus cejas con curiosidad.

—Desde que su padre, es decir; tu hermano, la dejó al mando de la operación. —Se limita a decir, sin entrar demasiado en detalles—. Julián Lancarte, ha sido un placer volver a conversar con usted, pero creo que primero debe de mantener una plática con sus familiares para organizarse y saber de qué va esto. No queremos que nada nalga mal, si usted está mal informado es obvio que puede haber despistes.

El señor, que ahora ya le podía poner nombre y apellido, refunfuña.

El tío de Ivanna y ella no se parecían absolutamente en nada, ni en el físico ni tampoco en la manera de hablar. Con su padre nunca había coincidido, pero por lo que veía en la televisión era bastante similar a su hermano en cuanto al aspecto físico, por lo que deduzco que ella tiene que ser como su madre.

Recordar a Ivanna le trae a mi mente la imagen de ayer, donde ella y la pelirrosa montaron su escena caliente. Esa que solo yo pude ver y que ahora era muy difícil de olvidar... Sus manos agarrándose con seguridad y acariciándose con tanto cariño, sus bocas devorándose de esa manera tan pasional. No había sido el primer beso que se daban, ya habían compartido saliva veces anteriores.

—Demian, ¿me estás escuchando?

No, papá. Estoy intentando que no se me marque la polla en los pantalones por recordar a dos mujeres comiéndose la boca.

—Perdón, ¿que decías? —aclaro mi garganta volviendo mi atención a él.

—Iré a la empresa de los Lancarte, ¿vas a querer acompañarme?

Si. Si. Si.

—No —niego con la cabeza recordando mi pequeño problema—. Prefiero quedarme aquí y esperarte.

—Tal vez tarde... ¿Seguro que no quieres venir? —Insistió.

—Estoy seguro, papá —asentí al verlo levantarse.

—¿Y te quedarás en la sala de reuniones? —su ceño se frunció ligeramente mirándome.

—Eh... Si —volví a asentir—. Me gusta la sala de reuniones.

—Eres raro —chasqueó su lengua contra su paladar—. Pero no debería de sorprenderme porque eres hijo mío, yo también tenía fijación por la sala de reuniones. Recuerdo que una vez, antes de que tú nacieras, cuando yo estaba empezando a conocer a tu madre, me distraje por completo de la reunión pensando en ella de más... No te diré como terminaron las cosas porque sigues siendo mi hijo y no quedaría bonito que me escucharas relatarte ese capítulo.

Me entran ganas de reír.

O de llorar.

O de llorar riendo.

Porque estaba en su misma situación y sabía que cuando cruzara la puerta iba a llevarme las manos a la polla para masturbarme.

Joder, papá, había cosas que era mejor no heredar de ti.

—Lo he pillado —hice un gesto con mi mano para restarle importancia y saqué del bolsillo mi teléfono para disimular—. Estaré mirando Instagram o chateando con Diego, no te preocupes, si te tardas demasiado y me aburro puedo pedir un taxi e irme a casa.

Él asiente, estando de acuerdo con mis palabras y tras despedirse sale de allí cerrando la puerta. Que desgracia la mía que al abrir Instagram la primera publicación sea una de la pelirosa junto a su chica. Era obvio que no solo se trataba de una amistad, aunque los comentarios fueran todos diciéndoles lo guapas que estaban y no lo buena pareja que hacían. Estuve tentado a hacerlo yo pero no quería causar polémicas desde tan temprano.

Bajé la mirada a mi entrepierna y bufé al ver allí mi erección marcada en mi pantalón.

Lo que me faltaba. ¿Es que acaso no tiene pensado bajarse sola?

Bajé la cremallera con lentitud y dejé mi polla libre, la envolví con mi mano, suspirando de manera placentera. Dejé el teléfono sobre la mesa sin siquiera bloquearlo, dejando esa publicación en la pantalla. Y empecé a masturbarme allí como si nada, como si fuera mi padre hace veinte años atrás, pensado en dos mujeres más calientes que el mismo infierno. Atrapé mi labio inferior con mis dientes y evité gemir cuando sentí el espeso líquido caer sobre mi mano.

La puerta se abrió de golpe, alcé la mirada con las mejillas acaloradas y se me bajó la presión al ver de quien se trataba.

Había personas inoportunas en esta vida y después estaba ella...

—Adolescente con las hormonas alborotadas a la vista —burló mientras cerraba la puerta, con ella dentro de la sala. Me avergoncé todavía más cuando se dio la vuelta para que yo me vistiera.

Lo hice, no iba a quedar de semejante manera y me limpié la mano con toda la calma del mundo. Tomé mi teléfono y lo guardé con rapidez en mi bolsillo, temiendo que ella pudiese ver la foto que estaba mirando.

—¿Qué haces aquí, Ivanna? —Tomé la valentía de preguntar. Ella se volteó en ese instante y me miró sonriendo de manera reluciente, como si nada le importara y, sobre todo, como si no acabe de ver lo que acababa de ver. ¿Qué le iba a decir? "¿Perdón por masturbarme pensando en ti y tu novia?" No, desde luego que no.

Besos Cuestionados Where stories live. Discover now