Capítulo 39

123 18 7
                                    


Por suerte el ambiente se destensa cuando los Lancarte anuncian que se van a trabajar, yo aprovecho para enviarle un mensaje a mis padres para avisarles de que estaba vivo y que no tenían que preocuparse por mi. Mi madre es la primera en responderme, diciéndome que ya estaba al tanto, que Ivanna había hablado con ella para contárselo.

Menos mal.

Conociéndome a mi madre podría haber hecho un escándalo por eso.

—Bueno, Demian, mañana es tu cumpleaños, ¿has pensando en hacer una fiesta o algo?

—No lo creo —me encojo de hombros—. Seguro que mis padres ya tienen algo planeado para mi, es así todos los años.

—¿Y por qué no pareces contento con la noticia? —inquiere, alzando sus dos cejas a un mismo tiempo.

—No es que no parezca contento, es que estoy acostumbrado —admito, sonriendo un poco—. Amo a mi familia, de veras que si, pero siento que a veces no la disfruto del todo por ser quien soy.

—Créeme cuando te digo que entiendo la sensación, mis padres no querían tener hijos porque suponía una distracción para su trabajo, sin embargo, aquí estoy —chasqueó su lengua contra su paladar al tiempo que se señalaba—. Dicen que una familia no está completa hasta que no se tienen hijos. Patrañas.

—No es el caso de mis padres —reí en bajo, pero la risa pronto fue sustituida por una sonrisa triste—. Papá quería tener hijos, mamá al principio no porque le aterraba la idea, pero supieron esperar al momento adecuado y aquí estoy... Ahora es un tema complicado mencionarlo en casa porque mamá se quedó embarazada por segunda vez poco después de tenerme a mi —suspiré negando con la cabeza—. Tuvo un aborto espontáneo que la dejó devastada, no quiero imaginarme lo duro que es perder a un hijo de esa manera.

Sus ojos me miraban con la misma tristeza. Sabía que a Ivanna no le agradaba el tema de la maternidad en sí misma, pero no había mucho que decir en los demás. Se notaba que le dolía. Sus ojitos lo confirmaron.

—No sabes cuánto lo siento —susurró.

—Iba a ser una niña —susurré de vuelta, mordiendo el labio inferior—. ¿Te imaginas a una niña con los genes de mi familia? Joder, iba a ser demasiado para este mundo.

Sin poder evitarlo lloro, no sé porqué, este tema ya lo había hablado antes con Diego y nunca causó tales emociones en mi. ¿Por que ahora rompía a llorar? ¿Es que acaso ya tenía el cuerpo puesto para el dolor?

Sus brazos me rodearon de inmediato y no tardó en susurrarme palabras que me tranquilizasen.

Ella también quería hablar, tenía la mirada de "prepárate, que yo también te haré llorar un rato."

—Voy a morir, Demian —me susurra, haciendo que mi corazón detenga sus latidos de manera abrupta—. Sé que te has fijado en todos los detalles, así que en cuanto te lo explique te darás cuenta de todo—toma una bocanada de aire mientras me acaricia el rostro con sus manos—. Estoy en la última fase de la demencia. Lo he estado llevando bien, como he podido, algunos días me costaba más que otros. Pronto empezaré a olvidarme de todo, de hecho ya estoy empezando, supongo que lo notaste al entrar en mi teléfono y ver que lo apuntaba absolutamente todo.

—Ivanna...

—No, escúchame, por favor —pide en voz baja—. No hay cura, no la hay. Yo ya lo tengo asumido y sé que en algún momento tú también lo harás. Tengo miedo de olvidarme de todo, ¿sabes? De ti... De ella... No podría soportar teneros delante y no saber vuestros nombres después de todo lo que hemos vivido.

No dejé de llorar en ningún momento, pero ahora las emociones son más fuertes, me duele el pecho, me pican los ojos de tantas lágrimas que han desbordado. No puedo soportarlo, no puedo. Aun así, sé que debo de mantenerme firme, porque caerme significaría no poder sujetarla a ella cuando tropiece, y no puedo permitirme eso. Yo debo de ser fuerte, ahora más que nunca, porque tenía que estar ahí.

¿Cómo no pude darme cuenta antes? ¿Cómo? Si tan solo hubiera insistido un poco más en el tema, si solo hubiera investigado...

—Dios, Ivanna, lo siento —dije en un hilo de voz, sin saber qué más podría decir—. Tú no te mereces eso, vas a ponerte bien, tienes que ponerte bien...

—No, Demian, más de lo que han investigado mis padres no va a investigar nadie. No hay cura, no voy a curarme.

—Ivanna, vas a curarte, yo... Yo voy a hacer todo lo que esté en mi mano. Te amo, ¿sabes? No puedo dejar que...

Me arde la garganta.

—¿Que me muera? —sonríe negando con la cabeza—. Mi amor, escúchame.

—¡No! —grité, sintiendo el sabor salado de mis lágrimas en mis labios—. Escúchame tú a mi...

—No, no, vas a escucharme tú a mi que soy yo quien tiene más cosas que decir —me toma de los hombros, obligándome a mirarla a los ojos—. No quiero que Julienne se entere de esto, me están doliendo tus ojos tristes, no podré soportar también los tuyos. Así que hazme el favor y vamos a combatir esto solos.

—Eso es injusto.

—Demian... Como última voluntad.

—Dios, no me hables así, no te vas a morir, Ivanna.

—Si, si que voy a morirme, yo ya lo tengo asimilado, no es algo que me avergüenza o me causa dolores de cabeza. Solo quiero que lo sepas, cuanto antes lo tengas sabido será mejor.

Quería decirle miles de cosas, pero solo me quedó asentir y apretar los labios. No le llevaría la contra ahora, todavía estaba intentando asimilarlo todo.

Sentís impotencia e intranquilidad.

Me negaba a creer que no había cura, que se olvidaría de las cosas, que se olvidaría de mi...

El simple pensamiento me hundía más y más, en un pozo de pesimismo del que sería difícil salir.

Tenía que hacer algo, pero no iba a poder solo, necesitaba a Julienne. Si había alguien que la amaba más allá de todos los límites no solo era yo, ella también, y se merecía saber la verdad, porque le dolería el doble cuando ya no se pudiera hacer nada.

Besos Cuestionados Where stories live. Discover now