Capítulo 1 - El castillo Lunar

1K 50 5
                                    

Antonia 

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Antonia 

El dolor sigue expandiéndose por toda mi alma mientras que mi realidad no para de teñirse en tonos oscuros que me nublan la visión y cortan mi respiración. Con gran tristeza y con la vergüenza circundando mi rostro vuelvo a ver tras mi espalda los límites de las tierras de los aquelarres, allí donde nací y crecí, donde lo di todo y de igual manera lo perdí todo. Una lágrima pequeña, delgada y colmada de sentimientos recorre con dolor mi pálido rostro hasta que un empujón de uno de los guerreros del reino de los hombres lobo me hace ver hacia adelante, hacia mi próximo presente, ese que me espera con sorpresas y desafíos que pondrán a prueba mi valor y mi esencia.

Sin poner mucha resistencia camino al ritmo acelerado de los soldados, quienes ni siquiera se atreven a verme, pues mis ropas son llamadas inapropiadas en la alta sociedad de Frunbor; los pantalones, las camisas ajustadas, la ropa íntima ligera no son bien vistas, lo adecuado, según las estúpidas normas sociales de este mundo, es usar esponjosos vestidos con bordados sutiles y delicados, hechos en colores pasteles para las señoritas y en colores vibrantes para las distinguidas señoras. Así que pronto tendré que llevar aquellos vestidos en conjunto con apretados corceles y tener que peinarme con glamurosos peinados. Pronto todo lo que para mí es normal será solo un anhelo entre un mundo de estrictas conductas que disciernen de mi actuar salvaje y libre, porque así somos las brujas, seres salvajes a quienes nos importa poco las normas de conducta y las etiquetas a la hora de vestir, pero ya no pertenezco a ese mundo, ahora estaré bajo el mando total y absoluto del rey alfa.

Ante este pensamiento, un sentimiento de asco y repulsión se expande por todo mi ser mezclándose con el dolor al imaginar lo que va a ser mi vida de ahora en adelante, y es ahí donde un solo rostro se alza en mis pensamientos recordándome que no puedo oponerme, debo cumplir con mi destino para cuidar de lo poco que me queda. No es una opción, debo hacerlo. Debo seguir caminando junto a estos lobos para humillarme en la tierra de los lobos sometiéndome a sus absurdas costumbres y a sus complicadas conductas.

Sin prestar demasiada atención, veo como la naturaleza salvaje y espesa de los dominios de los aquelarres queda atrás siendo reemplazada por una mucho menos espesa, menos fornida y más delicada, dejándome ver que ya me encuentro pisando los terrenos de los lobos. Es curioso, uno pensaría que seres que dentro de sí resguardan bestias salvajes serían de todo menos delicados, organizados y en extremo sistematizados. Pero contra toda ley natural, en sus cultivos, en sus casas, en sus gentes se encuentran inscritos casi con orgullo las consecuencias de una sociedad perfectamente sistematizada que responden a una serie de exigencias sociales que, siendo realistas, no creo algún día comprender, simple y sencillamente porque en los aquelarres lo que menos importa es como uno va vestido o como se mantiene a flote una charla trivial con alguna persona de renombre. Aunque bueno, también es cierto que es absurdo comparar a los aquelarres, que durante siglos hemos estado en continua guerra, con los lobos quienes hace mucho olvidaron que es una batalla. Y ahí encontramos lo que diferencia nuestro actuar, en las necesidades que cada sociedad debe priorizar para satisfacer a su gente; en los aquelarres se prioriza el saber defender o el saber aportar de alguna manera a la supervivencia de nuestra raza, mientras los lobos, lejos de problemas tan graves como los nuestros, priorizan su desarrollo en una sociedad tan estricta como la de Frunbor.

El harén del AlfaWhere stories live. Discover now