Capítulo 6: Despertar

543 49 12
                                    

Argus

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Argus

Me encuentro en una nebulosa caliente que lentamente empieza a despejarse, pero aun así me siento adormilado y cansado. En medio de la bruma que provoca mi estado logro escuchar estruendos y gritos que pierden cualquier sentido para mí. Los escucho lejanos. Me siento lejano. Lo que sea que provoca esos estruendos debería detenerse, es molesto, pero ni siquiera puedo gruñir para demostrar mi malestar frente a la situación. Lo único que puedo hacer es dejarme ir nuevamente a la oscura inconciencia quien me abraza suavemente, acogiéndome en su regazo hasta que la conciencia vuelve a mí en modo de vagos momentos de lucidez.

En medio de esta nebulosa solo puedo sentir una extraña intranquilidad que solo se calma cuando siento algo frio a mi alrededor, algo que se siente suave y refrescante, pero también tentador y adictivo. Cada vez que siento ese algo alejarse es cuando la nebulosa se hace más densa y sofocante, me absorbe rodeándome de una energía pesada que me hace perder la poca conciencia que tengo una y otra vez. Es como un ciclo del cual no puedo salir. En bucle repito este ciclo que por el momento parece sin fin. En ocasiones intento abrir los ojos, pero requiere tanto esfuerzo que fácilmente me rindo, logrando únicamente gastar la poca energía que logro recolectar durante mis momentos de inconciencia.

No sé cuánto tiempo pasa, solo sé que poco a poco vuelvo a sentir algo más que calor. Siento adormecimiento en todo mi cuerpo, lo que me genera cierta incomodidad que me hace querer moverme, sacudirme e incluso estirarme. Poco a poco vuelvo a sentir a mi lobo. No lo puedo ver, pero al menos ya los siento junto a mí, recordándome que sigo vivo. Los sonidos a mi alrededor lo puedo empezar a percibir un poco mejor, pero aun así no tengo la mente tan despejada para comprender a ciencia cierta lo que sucede. Quizás no sea nada. Quizás solo sea otro síntoma de la gran fiebre que me tiene colgando de un hilo.

Al fin, la nebulosa cede poco a poco. Lentamente vuelvo a intentar abrir los ojos pero fracaso repetidamente hasta que lo logro. Lo primero que percibo es la luz solar brillante y sofocante, propia del medio día. Veo a mi alrededor y soy consciente de los estruendos que se escuchan fuera de mi habitación, de los gruñidos guturales que estremecen todo y de los gritos iracundos que me hacen querer taparme los oídos de inmediato. Con agilidad me siento en la cama sintiendo el cansancio de mi cuerpo tras salir de las fiebres que me atacaron. Trato suavemente de activar mis músculos poco a poco estirándome, sintiendo lo pegajoso que estoy gracias a todo el sudor que aún sigue brillando en mi piel. Paso mis manos por mi rostro terminando de alejar la bruma que me tenía doblegado, sintiendo como algunos mechones de mi cabello se encuentran casi pegados a mi frente y mejillas. Claramente estoy asqueroso, y eso me lo confirma mi olfato tras la vuelta paulatina de todos mis sentidos.

Mi oído se vuelve a estremecer por todo el alboroto que hay. Al fin me doy cuenta que todo ese bullicio viene desde fuera de mi habitación. Escucho como si algo o alguien se estrellaran contra la puerta, al mismo tiempo que varios pares de gruñidos hacen temblar todo. Escucho a mi madre gritar una cantidad de improperios, cosa que me sorprende, pues al parecer está más allá de enfurecida, pero ¿Por qué? Un leve susurro hace que mi atención se aleje de los gritos y gruñidos y se centre en la bruja que está sentada en la mitad de mi habitación conjurando algo. Está sentada sobre sus piernas cruzadas, dándome la espalda, mientras susurros abandonan sus labios dejando en el viento palabras que no sé entender.

El harén del AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora