Capítulo 24: Pasión desenfrenada.

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Ha pasado una semana turbia y sin horizonte, o al menos para Shein y para mí

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Ha pasado una semana turbia y sin horizonte, o al menos para Shein y para mí. Han sido días complicados, confusos y cansados. Días donde la ex reina se ha mantenido recluida en su habitación viviendo el duelo por la pérdida de mi madre, días donde he tenido que lidiar con el odio de la reina y las favoritas, quienes no se cansan, por el contrario, día a día me insultan, me acusan de hechizar al rey, incluso mandan a otras concubinas a dañar mis cosas. En fin, días donde no he podido estar muy cerca del rey porque se la ha pasado trabajando mucho ya que, al parecer, hay un fallo en el comercio entre el reino de los lobos y el reino de los vampiros, así que solo puedo estar cerca de él a la hora del almuerzo, pues se volvió como una especie de costumbre compartir esta hora del día juntos, además, también sigo durmiendo con él, aunque cae rendido en las sendas turbias del sueño apenas y toca la cama.

Por otro lado han sido días donde no he podido abrir el grimorio porque cada vez que lo intento siento miedo, además de todo el peso y la oscuridad que carga el linaje Trasoqui y me aterra, porque sé que el poder de este grimorio va mucho más allá de unos simples hechizos oscuros o historias jamás contadas, este libro por sí solo tiene magia, una que atrae, que persuade, que manipula y yo, yo soy una bruja que carga en su sangre la codicia de un linaje controlada por un fuerte entrenamiento y un ejemplo a seguir. Pero la posibilidad de sucumbir ante lo que debí ser y no soy es latente en el hormigueo que me invade cada vez que me acerco al grimorio, cada vez que con mis dedos recorro su portada.

Por su parte Shein no está mejor que yo, su lista se puede ver desde dos diferentes ángulos y pensar que es, o demasiado corta, o demasiado larga. Él se ha dedicado a poner nombres de posibles sospechosos pero la verdad es que nadie presenta verdaderos motivos de sospechas, aunque hayan llegado hace poco al palacio. En resumen, ha pasado una semana y seguimos en cero.

— Estas muy callada últimamente. — comenta Argus mientras deja de lado los cubiertos. — Algo te preocupa.

— Nada en particular. — Miento.

— No tienes por qué mentir, si hay algo que te molesta puedes decírmelo. — me ínsita mientras sus ojos mieles tratan de sacar información de las expresiones de mi rostro, pero estoy segura que mi neutralidad es impenetrable.

— ¿Acaso estas preocupado por mí, Argus? — pregunto con la intención de desviar el tema de forma audaz. Hace unos días descubrí que le gusta que lo llame por su nombre, cosa que hago solo pocas veces para no darle el gusto.

Tras mi pregunta sus ojos brillan y una escurridiza sonrisa se apodera de sus labios mientras intenta disimular el gusto que siente al escuchar su nombre salir de mis labios. Sin más que decir, el sigue comiendo al ritmo mío disfrutando del momento de paz que nos regalamos cada día a esta misma hora. Aunque bueno, esta paz es engañosa y falsa, porque cuando abandono su habitación después de comer, vuelvo a caer en las garras de la frustración, del miedo y de la incertidumbre. Desde aquella mañana a todos lados me acompaña ese sentimiento que conozco muy bien a causa de mis instintos que me indica peligro, que me llama desde dentro avisándome que algo está mal, que algo terrible puede ocurrir y que como siempre yo estaré en medio de eso, porque esa soy yo, un maldito imán de problemas que siempre tiene que estar envuelta en conflictos y demás.

El harén del AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora