Capítulo 38: Atando cabos

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Estoy cumpliendo con mi deber, como me lo enseñaron

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Estoy cumpliendo con mi deber, como me lo enseñaron. Me repito nuevamente mientras siento el viento ondear mi cabello como último rastro que queda de la despedida insípida de mi gente hacia mi tierra, misma que mañana pretendo visitar para que entonces, todo vuelva a lo que debió ser. En este lugar, en estas tierras, mi estadía ha terminado y no sé porque siento un sinsabor que crece cada que enumero en mi mente las cosas que debo hacer antes de partir. Antes de convertirme en lo que debí convertirme después de haber honrado la memoria de mi madre.

En este momento, debería sentir como si un peso se me hubiera quitado de encima, pero no entiendo por qué me pasa lo contrario. Siento que mi carga se ha aumentado, casi al punto de comprimir mis pulmones robándome el aire y con él, las ganas. No sé cómo explicarlo, como ponerlo en palabras, como darle sentido con letras, pero aun cuando siento que estoy haciendo lo correcto acercándome a mi verdadero destino, no puedo evitar sentir que algo importante dejo y que aún hay un sin fin de cosas que debo aprender. Me siento perdida. No, más bien, me siento ahogada por un rio de sensaciones que no me deja estar en paz.

Pero el tiempo ha terminado. Los segundos apresuran su paso, al ritmo de los seres que corretean de un lado para otro saliendo y entrando del castillo, ayudando a los heridos y tratando de limpiar el desastre que quedo después de todo. Por un momento me siento encapsulada, inmóvil. Veo al cielo ponerse oscuro ya sin estar bajo el llamado de nadie, mientras las voces resuenan sin sentido, mientras hacen mil cosas para salvar la vida de los que agonizan. Noto la preocupación, la alteración y puedo sentir el aura de sentimiento pesado que se expande lentamente por estas tierras. Hay miedo, nerviosismo e incertidumbre. Hay dolor. Y yo debo ser una de esas quien les devuelva su tan falsa armonía y no les puedo fallar.

Déjalo fluir, Anastasia. Me digo a mi misma mientras empiezo a hacer larga mi respiración, inhalando aire fresco y dejando fluir todo lo que me presiona el pecho. Cierro los ojos y dejo fluir la magia dentro de mí de forma tranquila, en un suave movimiento que me hace sentir en sintonía con mi verdadera esencia, con esa que es pura naturaleza en extensión. Entonces encuentro la armonía vibrando al son más melodioso y preciso que pueda existir. Me permito abrir los ojos retomando mi compostura neutra y me giro para ver el lugar en donde había visto por última vez a Argus y a la gran ex reina, pero ya no están allí. Se han movido en medio del caos y muy seguramente están al frente de la situación, así que reordeno mi lista mental y temblorosa, pero decidida, camino bajo la vista de todos los curiosos hacia la habitación en donde me estaba quedando.

Al entrar al castillo veo a la doctora junto con los sirvientes auxiliar a los suyos, al mismo tiempo que las concubinas descienden de los pisos superiores con sábanas, mantas y pequeños almohadones. El gran salón recibidor es un caos de quejas, gruñidos y llanto, en medio de órdenes mal dichas y voces desesperadas. Con mi cabeza en alto, paso en medio de los heridos y de sus familiares. Camino conociendo muy bien la ruta a seguir. De apoco voy viendo rostros conocidos, que se muestran indescifrables, o al menos, eso pienso yo sin ganas de saber a perfección lo que significan las sensaciones que hablan solas en sus aturdidos rostros.

El harén del AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora