Capítulo 8: La furia de un rey

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No sé cuántos días han pasado, solo sé que las horas pasan mientras me tienen recluida en una sucia celda de la parte de atrás del castillo

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No sé cuántos días han pasado, solo sé que las horas pasan mientras me tienen recluida en una sucia celda de la parte de atrás del castillo. Al parecer soy la única reclusa de esta prisión, pues no logro escuchar algún otro ruido que alerte de la existencia de alguien más en este lugar. Suspiro nuevamente. No recuerdo haber estado en un lugar como este, a pesar de que si he tenido seres recluidos en las mazmorras del castillo demoniaco, en la Dimensión. Es aburrido estar aquí. Las vistas son opacas por la oscuridad, el olor es raro, como una mezcla de muerte y olvido. Los únicos ruidos provienen de los flujos de muerte que se mueven por el lugar donde muy seguramente un día encontraron la muerte, y claro, también de las ratas que caminan de lado a lado buscando algo de alimento.

Durante este tiempo no me han alimentada y mucho menos me han dado agua, lo único que han hecho es venir y tratar de golpearme, lógicamente no lo he permitido, me he enfrentado a todos y cada uno de los guardias que, entrado a la celda, al final salen peor de lo que pretendían dejarme, cosa que los enfurece. Eso sí ha sido divertido. Sus rostros magullados y sus egos por el suelo me han reconfortado en esta situación. La primera vez que los golpee, parecían niños pequeños a punto de hacer una rabieta, es más, puedo casi jurar que vi una lágrima derramarse en el rostro del más joven.

Un suspiro cansado sale de mi mientras me acomodo en la rugosa pared de esta celda, mis manos tiemblan al ritmo del resto de mi cuerpo por el frio que hay aquí abajo, al parecer al ser subterráneo mitiga el calor de afuera o, simplemente, ya es de madrugada, no tengo forma de saberlo. Lo cierto es que hace un frío tremendo, al punto de hacerme sacudir un poco. Es incomodo, me molesta. Esta situación me parece tan ridícula como el mismo Frunbor en realidad.

No puedo negar que siento un poco de debilidad, la falta de comida y agua hacen mella en mi cuerpo, pero lo que realmente me sorprende es que piensen que esto es un terrible castigo para mí. Pasan los días y se mofan de que soy una vil salvaje, pero no pueden ver mi verdadera fortaleza creyendo estúpidamente que cualquiera puede causar daño en mí. Pobre ilusas. Mi entrenamiento fue severo, enfrentamos bestias cargadas de oscuridad que lucha de forma despiadada y eficaz, por lo tanto, nuestro entrenamiento nos preparaba para cualquier tipo de situación extrema, aguantar hambre, sed, dormir a la intemperie con bajas y altas temperaturas eran parte del entrenamiento de supervivencia. Por eso, a pesar del estrés y la molestia, me mantengo firme.

Me acomodo en mi lugar siendo consciente de que mi olor y mi aspecto en estos momentos deben ser asquerosos. Agradezco haberme bañado antes de ser castigada. Cuando salga de aquí, si es que lo hago, voy a mantenerme lo más alejada del rey, de esta experiencia aprendí que entre más cerca esté de él, más enemigas me salen en este lugar. Y para la muestra, todos estos días, una a una han venido las favoritas a regar su veneno. Renata se ha mofado tanto de mí, que hasta puedo ver el principio de sus líneas de expresión, cosa que me satisface, porque cuando se las vea, seguro entrará en pánico, porque su belleza es lo único que le da poder en este lugar.

Quien iba a pensar que yo, una casta bruja del aquelarre central iba a terminar encerrada y dominada por una raza tan simple como la de los licántropos, si me lo hubiesen dicho antes me les hubiera reído abiertamente en la cara, pero la vida es caprichosa y escurridiza, siempre va por ahí, alterando los hilos de nuestro destino para divertirse con nuestras miserias. Ya deberías saberlo, Anastasía

El harén del AlfaWhere stories live. Discover now