Capítulo 26: Enfrentameintos

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El camino de regreso al castillo lunar es silencioso

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El camino de regreso al castillo lunar es silencioso. Con las calles menos pobladas gracias a la noche que ya se cierne densa sobre el cielo, nos es más fácil camuflarnos entre las sombras sin llamar mucho la atención de los pocos lobos que merodean las calles con pulcros trajes de noche que hablan de un buen juego de mesa o de una larga noche de tragos entre platicas y risas. Todo parece muy tranquilo a esta hora.

Argus, conocedor de su reino, me toma de la mano mientras me conduce sin prisa hacia la entrada principal del castillo donde muy seguramente nos espera un huracán conocido como la reina Victoria, aunque estoy muy segura de una cosa, ni su más grande drama me va a quitar este sentimiento de plenitud que me embriaga. Y es que a pesar de que mi rostro muestre neutralidad, mi alma aún se encuentra afectada por aquella nebulosa de placer que nos mantuvo encerrados toda la tarde.

Siento un apretón en mi mano y al fijarme en su rostro noto una reluciente sonrisa, de esas que pocas veces se le ven al imponente rey de los hombres lobo, de esas a las que no sabes cómo responder, si con un besos, con otra sonrisa o simplemente con una mirada fotográfica que concentrada guarda dentro de la conciencia semejante regalo. Opto simplemente por devolverle una torpe sonrisa no queriéndome desconcentrar mucho, para así, pase lo que pase, atesorar esa sonrisa en lo más profundo de mí.

La caminata sigue pasando por callejones atiborrados de cantinas y demás lugares de entretenimiento nocturno. En poco tiempo ya estamos frente a la gran muralla de piedra y frente al protón custodiado por un par de lobos, que sin disimulo alguno olfatean el ambiente mientras sus ojos no se apartan de nosotros con cierta complicidad que me hace achinar un poco los ojos con desconfianza. Algunos de ellos, sin querer demostrar mucho, solo bajan su cabeza mientras tratan de esconder una sonrisita que no logro entender, al menos no hasta que la voz de una de mis tutoras llega a mi mente, mientras en una de mis sesiones de combate me dijo, "cuidado, el olfato de los lobos no es superado por ningún otro ser. Gracias a su sensible nariz nada se les escapa" ¡Que tonta soy! ¿Cómo es que todo este tiempo he pasado por alto ese pequeño detalle? De repente soy consciente de la situación, y es que cuanto lobo tengamos cerca, sabrá que hemos estado haciendo en aquel bosque.

Con curiosidad me fijo en el rostro de Argus, quien luce serio, pero con un brillo divertido en sus ojos mieles, uno que parece brillar más cuando me voltea a ver haciéndome saber que él también está muy consciente del olfato de su gente. Genial, la única ignorante soy yo, aunque sería raro que él no lo supiera, digo, es un lobo a fin de cuentas. Con disimulo me enderezo un poco más mientras endurezco mi rostro sin dejarme afectar por sus miradas o por sus fosas nasales expandiéndose en búsqueda de motas de algún olor que les hable del por qué nuestras ropas no vienen en el mejor estado. ¡Que chismosos son!

Los lobos nos abren el portón del castillo y aquí es donde nuestra tranquilidad se acaba. Después de la calma viene la tormenta, y es que apenas y pasamos la puerta principal del castillo los gritos llegan a nuestros oídos de forma brusca. En el recibidor principal del castillo se encuentra un pobre Shein siendo gritoneado por la reina y por todo el sequito de favoritas. Del mismo modo, en el mismo lugar, calladas y expectantes se encuentra un pequeño grupo de concubinas y demás sirvientes en el que logro reconocer a Bolgoña y a Clara, quienes solo están concentradas en como las otras mujeres atacan al pobre beta, al que se le nota desde lejos una capa de sudor en su frente. Volteo a ver a Argus con una ceja levantada mientras este solo niega con la cabeza y se alista para rescatar al pobre de Shein que no tiene culpa alguna, pero cuando vamos a intervenir, me doy cuenta que en un rincón del recibidor hay otra ser que ve la situación con calma y hasta con cansancio. Mi corazón se agita un poco al verla. Con un leve codazo llamo la atención de Argus y con mis ojos le señalo él lugar donde luce como una simple sombra la gran ex reina. Por un momento, los dos nos quedamos en shock al verla después de días donde su tristeza por la muerte de mi madre la tuvo recluida en su habitación sin querer ver a nadie. Así fue como comprendí que su conexión con mi madre iba más allá de una amistad. La reina apreciaba a mi madre incluso como una más de su familia, como una hermana. No sé cómo llegaron a eso, pero me alegra saber que dos seres tan queridos por mi hayan disfrutado de su compañía mutuamente.

El harén del AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora