Capítulo 18: Calor en primavera

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— ¿Crees que has hecho las cosas de la mejor manera posible? — dijo aquella bruja arrugada

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— ¿Crees que has hecho las cosas de la mejor manera posible? — dijo aquella bruja arrugada.

— Si, Ofelia. Hice todo lo que pude — conteste.

Una versión mía de unos siete años estaba intentado mantenerse firme y segura ante una de las brujas que venía al alejado bosque a instruirla de vez en cuando. Sus pequeñas manitos a sus costados luchaban por no cerrarse y evitar que aquella anciana de mirada cálida pero de carácter frío se diera cuenta del penoso sudor que las bañaba. Sus ojos se permitieron por un segundo moverse un poco para ver al pobre zorro que había muerto sin que ella y su magia hubiese podido hacer algo. Le costaba ocultarlo, le entristecía de sobre manera no haber podido ayudarlo, pero esta vez, su magia quien siempre parecía desbordar se quedó corta, como si no le importara lo que aquel indefenso animalito sufría. Aquello, solo hizo que aquel odio que empezaba a germinar dentro de sí misma creciera un poco más.

Con rapidez sus ojos volvieron a fijarse en la bruja mayor que frunció su seño un poco más de molestia, una que fingía a perfección. Ahora se eso muy bien. Con una ráfaga de viento la mujer trajo al zorro en medio de las dos y con destreza lo examino midiendo la cantidad de magia que lo recorría, prueba de los múltiples intentos de mi versión pequeña por salvarlo. Múltiples errores desbordaban del cuerpo inerte del animal, pero Ofelia tenía una misión, de la cual no podía huir. Con fastidio lo tiró lejos alejando el hedor de sangre y muerte. Aquella acción generó otra ráfaga de culpabilidad, pues había sido usado por Ofelia como experimento sentenciándolo con conjuro fuerte que lo estalló por dentro lentamente produciéndole una lenta y agónica muerte, y más encima, su cuerpo sin vida aun con sangre fresca escurriendo era arrojado como cualquier cosa inservible. No se ve, pero yo sé muy bien que el corazón de esa pequeña niña se rompió un poco más.

Fue un final muy triste. La pequeña niña era la responsable de salvarlo combatiendo ese conjuro, pero aunque la pobre lo intento con todo lo que sabía y utilizo más de la mitad de toda su energía no puedo salvarlo. Solo pudo ver como al final la sangre salía por todos sus orificios creando un charco y silenciando sus chillidos de dolor. Cuando eso ocurrió se preguntó una y otra vez, ¿Por qué si puedo casi hacer arder por completo todo el bosque y no puedo romper un solo conjuro? A estas alturas ella era más que consiente que su caudal era más grande y poderoso que cualquiera de su edad, pero eso de poco servía, pues su magia era rebelde, oscura y demandante. A veces sentía que no era ella quien portaba la magia, sino al contrario, la magia la portada a ella, la utilizaba, la manejaba; ella era el medio para desatar todo el caos.

— Ya te he dicho muchas veces que la efectividad no depende de la cantidad de magia que utilices, sino en la precisión de tus palabras, en la concentración de tu mente y en el perfecto control de tus emociones. — Dijo aquellas palabras mientras con más molestia se acerca a mi versión pequeña. — Tu madre tiene razón. No estas cumpliendo con nuestras expectativas, tu nivel es muy bajo, casi que vergonzoso.

El harén del AlfaWhere stories live. Discover now