Capítulo 5 - No Me Gusta.

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Mientras caminaba hacia mi objetivo; amargos recuerdos que tenía muy escondidos, inundaron mi mente.

— ¡No vales nada! -decía mi tío —¡nada más mírate!

Para...

Mi tío en un ataque de rabia, acababa de darme una paliza, y no me podía mover. Todo me dolía.

—¡Haz silencio! —otro golpe más.

—Por favor tío... —otro golpe.

Respiré hondo, para tratar de borrar esos recuerdos, no me afectarían ahora. No ahora, no cuando tenía una gran oportunidad de cambiar mi futuro.

Sonríe y sigue adelante.

Siempre me repetía las mismas palabras.

Caminé con confianza por el lugar mientras jugaba con mi cabello. Llegué a la piscina y deslicé mis ojos por el lugar.

Todos me miraban.

Perfecto. Me sumergí en el agua y nadé hasta llegar al centro de la piscina.

En el centro había una especie de mesa a la que rápidamente me subí. Gracias al agua y a las luces de colores que tenía la piscina, mi cuerpo brillaba y se veía sensual.

Justo en ese momento comenzó a sonar la canción Sexy movimiento de Wisin y Yandel. Un clásico.

Comencé a mover mis cadenas al ritmo de la canción de una manera muy provocadora. Todos los hombres que estaban a la orilla de la piscina, comenzaron a silbar y lanzarme besos.

—¡Semejante monumento! —dijo uno de ellos.

—¡Ahora si me caso! —mencionó otro.

Al principio me sentía intimidada. Pero luego de ver todas esas miradas, mi ego creció, y tomé muchísima más confianza de la que tenía.

Mientras bailaba, busqué con mis ojos a Sara, pero no lograba encontrarla.

¿Dónde estaría?

Giré mi cuerpo para ver en otra dirección y la encontré. Estaba cerca de una mesa con varios hombres. Unos 5 en total. Dos de ellos se veían muy jóvenes, y los otros como de unos 50 - 53 años.

Seguí moviéndome seductoramente. Sara comenzó a hablar con un hombre de traje color blanco que estaba de espaldas, y supuse que era el Guille. Aunque se me hacía algo familiar, no lograba ver quién era.

Sara le dijo unas cuantas cosas, los presentes comenzaron a reír y él se volteó.

Mis ojos se abrieron de par en par.

¡No podía tener tanta suerte!

¡Era el sujeto del autolavado!

—¿Estás sólita ricura? —dijo uno de los hombres que estaban alrededor de la mesa donde yo me encontraba. —Me gusta cómo te mueves.

Me agaché hasta quedar a su altura, toqué su mejilla acariciándola, le guiñé un ojo y me volví a levantar.

—¡Me encanta! —gritó el hombre a sus demás amigos.

Seguí mis movimientos, no dejando de mirar al hombre, que al igual que yo, no me quitaba la vista de encima.

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—Don Guille. — dijo Sara cuando llegó a la mesa. —Un gusto volver a verle.

—Diabla. —Respondió este sonriente. — Lo mismo digo.

—Señor por favor, —sonrió nerviosa — ese apodo no me gusta.

—Pero si te queda perfecto.

—¿Por qué ese apodo? — dijo otro hombre que se encontraba en la mesa.

El Duro corazón del Narco [EDITANDO]Où les histoires vivent. Découvrez maintenant