Capítulo 40 - Primera Vez.

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Después de cierto tiempo de estar en la habitación, el Guille no llegó. Por lo que bajé a buscarlo con algo de ropa en la mano para que se cambiara. Puesto que estaba segura que no se había quitado las prendas que había utilizado en la piscina.

Al no encontrarlo por ningún lado me rendí, y decidí volver a la habitación. Pero, al toparme con la gran puerta de vidrio que daba hacia al patio, cambié de idea.

Afuera se veía diferente. Así que salí para ver de qué se trataba. Mi sorpresa al ver el cielo fue gigantesca, quedando inmediatamente atraída con lo que veía.

El atardecer se estaba escondiendo por medio de los árboles, algo que indicaba que ya iba a ser de noche. Los colores pintorescos que este reflejaba, era como ver un milagro de la naturaleza. Su simple belleza iluminaba un cielo en tonos rojo, anaranjado y azul. Ya no había canto de aves, sino el sonido de los grillos y demás insectos escondidos en los arbustos.
Seducida, por semejante vista y tan armonioso sonido, tuve una idea.

Volver al pequeño arroyo.

Aunque sabía que la idea era descabellada. No lograba quitar de mi mente el pensamiento de cómo se vería dicho lugar con semejante visión.

Pensé un momento en todo lo que me rodeaba, analizando los pro y contras de ir sola. Ganando mayormente el pro, con dos absurdas excusas.

Querer un momento de soledad.

Ver ese lugar con semejante vista.

Y me estaba acabando de dar cuenta de algo, no me habían dejado sola ni un momento desde que había llegado a esta casa, me sentía constantemente vigilada, controlada. ¿Y cómo no? Con Martínez intentando rondarme todo el tiempo. Sin embargo, no dejaría que ese sujeto controlara mi vida como quisiera.

Así que comencé a caminar directo al lugar que conocía bien, mirando a ambos lados para no ser descubierta. Miré alrededor y me percaté que habían poco más de cinco guardias.

Sin darse cuenta de mi presencia, me escabullí sigilosamente hasta llegar a un gran árbol que tapaba el camino por el cual yo quería ir. Comencé a correr en silencio, dándome cuenta de donde pisaba para no ser vista. Me sentía como una pequeña niña que hacía algo malo y se escondía.

Y, a decir verdad, no me preocupaba de nada, ni siquiera de encontrarme con alguien desconocido, puesto que este lugar no podía ser encontrado fácilmente. La casa del Guille era la más segura de todos, ¿no?

Cuando las plantas me cubrieron lo suficiente detuve mi paso. Y comencé a caminar normal. Pasaron aproximadamente unos 5 minutos y llegué al lugar.

Decidí sentarme a los pies del árbol frondoso y admirar la hermosa naturaleza. Tenía razón, la vista era mucho mejor desde aquí. Magnífica, como de cuento de hadas.

Algunas luciérnagas ya se paseaban de un lado a otro mostrando sus lucecitas. Los grillos también hacían su acto de presencia tocando el melodioso sonido que minutos antes me habían animado a estar donde estoy.

Cerré mis ojos para disfrutar del momento. Definitivamente mañana traería al Guille aquí.

Recordé su rostro furioso, mientras se dibujaba una sonrisa en mi cara. Muy dentro de mi sabía que él estaría molesto por saber que había estado aquí sola. Pero, ya se le pasaría, no podía estar molesto todo el tiempo ¿o sí?

Abrí mis ojos nuevamente, sorprendida por el silencio tan repentino que acaba de apoderarse del lugar, estaba más oscuro, pero no lo suficiente como para no ver.

¿Cuánto tiempo había pasado?

La oscuridad comenzó a danzar por el lugar, cambiando el momento que había sido precioso a tenebroso.
Veía siluetas dibujarse más allá de los árboles. Quizás era porque estaba sola que mi mente lo veía de esa manera. Respiré hondo tratando de tranquilizarme para ver si mis piernas se movían y así volver. Sin embargo, no ayudó mucho cuando detrás de mi escuché el sonido de una ramita al romperse. Y con ellos, comenzó a llegar el pánico y la realidad.

El Duro corazón del Narco [EDITANDO]Where stories live. Discover now