Capítulo 23 - Ven Conmigo.

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—No hay nadie. —dijo Víctor llegando hasta mí. — ¿Ya te disté cuenta si te falta algo? —negué.

—No tengo nada de valor, así que, no creo que se hayan llevado nada.

Paseé mis ojos por el lugar, y me di cuenta que había muchas cosas rotas y lanzadas en el suelo. Alguien había entrado y había hecho semejante desastre.

A pesar de que la casa estaba tan desordenada. No había indicios de haber robado nada. La TV estaba donde siempre. Mi radio también. Y algunos objetos que parecían de valor, seguían en su lugar.

—La persona que entró, estaba buscando algo. — dijo Víctor llegando al estante. — Oye, la vez pasada había una foto tuya aquí.

Me acerqué a él y me di cuenta que era cierto. Hacía falta la foto de cuando tenía 7 años. Al parecer se la habían llevado.

—Me causa curiosidad que se lleven una foto, pero no tu TV. — me miró — ¿Y si el que lo hizo está obsesionado contigo?

¿Obsesionado? ¿Pero quién?

—¿Nick?

—Con la paliza que le di no creo. — recorrió el lugar de nuevo y guardo su arma. —Lo mejor será que no te quedes aquí. Es peligroso.

—Pero ¿a dónde más me puedo quedar? No tengo a donde ir.

—Puedes quedarte en mi casa.

Negué inmediatamente.

—No, que vergüenza con Gina y contigo, no quiero incomodarlos.

—No lo harás. Además, Gina lo entenderá, en la casa hay suficiente espacio. —tomó mi mano —No importa si alguien más se nos une.

Pensé por un momento, pero mi respuesta seguía siendo la misma.

—No.

—No seas terca. — dijo algo molesto —. Piensa, si te quedas y el que hizo esto vuelve, puedes correr un gran peligro. Te pueden hasta violar o algo peor.

La sola palabra hizo que mi piel se erizara. Una violación, no era para nada bonita. Y menos cuando ya había pasado por una. Me costó mucho superarla, como para que lo vuelvan a hacer.

—No dejaras de insistir hasta que diga que sí, ¿cierto? — asintió. — está bien, supongo que iré contigo.

—Bien. Empaca tus cosas. Te espero afuera.

Subí al segundo piso y comencé a empacar las cosas más necesarias para estar en la casa de Víctor. Giré sobre mí misma y miré a mi alrededor.

¡Necesitaba todo!

No podía escoger solo una cosa, imaginaba que tendría que pasar mucho tiempo en aquel lugar. Así que, no podía dejar algo de lo que sabía podría arrepentirme.

Empaqué mi maquillaje, mis pijamas, ropa para salir, para estar en casa, zapatos. Todo lo que sabía podía necesitar.

Bajé las escaleras con algo de dificultad, y cómo no, eran dos maletas y un bolso. Apagué las luces y salí de la casa.

Víctor me esperaba muy cerca del auto, mirando hacia todos lados. Cuando cerré la puerta me miró.

—¡Me hubieras dicho que llevabas dos maletas y hasta yo mismo te ayudaba a empacar! — dijo Víctor corriendo hacia mí para ayudarme. — ¡Ven te ayudo!

Subió las cosas, mientras yo subía al coche. Me quedé mirando la casa.

—¿Qué pasará con la casa? —dije algo triste recordando la única de las posesiones que me quedaban.

—No te preocupes. —dijo Víctor entrando al auto —Me debían unos favores y los cobré. Ya mismo vienen unos escoltas a cuidar la casa mientras se soluciona todo esté embrollo.

—¿Crees que sea muy grave?

—Yo diría que sí.

—Todavía me sigo preguntando quién pudo hacer esto.

—Yo lo averiguaré. —encendió el auto y nos pusimos en marcha.

Antes de llegar a la casa de Víctor. Él había llamado a su hermana para que estuviera al tanto de nuestra llegada.

Cuando vi la entrada de su casa me quedé boquiabierta.

¡Parecía una mansión!

—¿Ésta es tu casa? —dije mirando a todos lados.

—Lo sé, impresionante, igual a mí. — dijo sonriendo.

Lo miré mal.

—¿Por qué eres así?

—¿Así como? —bajó del auto y se acercó a abrirme la puerta.

—Tan egocéntrico. —sonrió.

—¿Sabes que soy aparte de egocéntrico?

—¿Qué?

—Perfecto.

Un perfecto idiota.

Llegamos a la entrada y Gina nos recibió muy feliz. Me enseñó parte de la casa, la cocina, el baño y sus alrededores.

Mientras recorrimos la casa, me contó que estaba entusiasmada de tener otra presencia femenina en el hogar. Porque con su hermano no podía hablar de cosas que solo entre chicas se podían hablar.

Eso me hizo muy feliz.

Cuando ya hubo terminado, me llevó a mi habitación. Ella había acomodado un espacio para mí en el cuarto de huéspedes. La habitación era acogedora y preciosa, aunque algo más grande que la habitación de mi casa. La cama era amplia, y a los costados tenía dos mesitas de noche con sus respectivas lámparas. Habían acabado de cambiar las sábanas. Toqué la tela y la deslicé hasta llegar al borde, era delicada y suave.

Las ventanas estaban cubiertas por una tela transparente que hacían de cortina. Meneándose gracias a la brisa que hacía esa noche.

Víctor llegó justo en ese momento a la habitación, estaba algo cansado, dejó las maletas en el suelo y se acercó a mí.

—¿Te gusta?

—Sí. Es bonito. Gracias por dejarme quedar.

—Lo que sea por ti. —dijo sonriendo encantadoramente. — Si necesitas algo más me avisas. — asentí enseguida, pero el añadió: — Antes de irme, quería mencionarte algo, tengo un trabajo importante en un par de días. Y como ahora trabajas para mí, serás mi asistonta. —rodé los ojos —. Necesito que a partir de mañana vengas conmigo, tenemos que organizar y planificar todo. Es un trabajo grande. Te enseñaré lo más que pueda hasta que llegue el día. Mapas, vías alternas, acantilados, lagunas, bosque. Necesitas saber mucha geografía del terreno a donde vamos.

—Entendido. ¿Qué trabajo será?

—Transportar a un Narco mexicano a una finca de un Narco panameño. Tiene una reunión importante y necesita transporte. Cosa que yo le suministrare con gusto.

—Me muero de ganas de empezar.

—Bien. Mañana te daré los detalles.

Víctor salió de la habitación y yo me quedé sola.

Luego de una ducha muy exhaustiva. Mi mente seguía volando a mi casa.

¿Quién quería hacerme daño? ¿Por qué? ¿Y dónde estaba la policía que desde hacía meses me estaba vigilando? No los había visto desde mi salida con Nick.

Estaba muy confundida.

Miré a través de la ventana tratando de deshacer esos pensamientos. Debía dejar de pensar en eso.

Me dirigí a la cama y me dormí.

Durante los días siguientes, Víctor se encargó de enseñarme todo lo que debía saber sobre el terreno al cual nos íbamos a enfrentar.
Me explicó que, en caso de alguna emergencia, mi trabajo era mantener a salvo a mi objetivo. Buscando huecos, atajos y lugares donde se podía escapar en caso de una emboscada.

También me enseñó a usar un arma y a defenderme sin una. Porque si había un combate cuerpo a cuerpo, el saber moverme ágilmente, podía salvarme la vida en cualquier momento.

El Duro corazón del Narco [EDITANDO]Where stories live. Discover now