Capítulo 39 - Sensación.

16K 727 30
                                    

— Di... Dijiste que cuando lo hiciéramos... sería... especial. —repliqué nerviosa.

Con el corazón latiendo a mil por segundo, siguió besando mi cuello, tardándose tortuosamente en ello. Dejando pequeños besos húmedos desde el cuello hasta el lóbulo de mi oreja.

Era placentero sentir su toque.

—Sí, eso dije. —afirmó. — Pero no mencioné nada de no tener juegos previos ¿cierto?

Su voz hipnotizante y atrayente me hicieron girar para verlo. No conocía mucho sobre los juegos previos que él mencionaba. Pero estaba dispuesta a averiguarlo.

—¿Qué tipo de juegos?

Con una sonrisa de medio lado. Besó mis labios, y comenzó a explicarme.

—Aquellos donde... Te toco... — Acarició mi brazo descendiendo lentamente. — donde te acaricio... Y te muestro cosas... — tocó mi vientre por medio del agua, sin dejar de mirarme. — Donde te demuestro que puedes ser tocada de muchas maneras sin hacerte daño.

Mi curiosidad despertó aún más, y sin chistar, comencé a pensar en qué maneras lo podría lograr.
Indagué por mi mente, tratando de encontrar sentido en sus palabras. Traté de imaginarme cómo sería jugar con él. Pero, solo logré visualizar el recuerdo de mi tío abusando de mí una y otra vez, siendo tan cruel y déspota. Haciéndome daño no solo físico, sino también mentalmente.

—¿A dónde vas Samantita? Todavía no hemos empezado a jugar.

—N-no me gusta tío. Me duele.

—Pero es que eso es lo que debes sentir. Es tu cuota por vivir conmigo en esta casa.

—T-tío... Me duele...

—¿Y qué esperas? —carcajeó. — El único que debe sentir placer aquí soy yo. No, no llores. Recuerda que este es tu castigo por ser mujer. Una completa puta.

—Estoy aquí. — dijo el Guille haciéndome volver a la realidad. — ¿Estás bien?

—Yo...

—Piensa en mí. —interrumpió —. Cuando te sientas sofocada con tus recuerdos, piensa en mí. Voy a cambiar todos tus malos recuerdos. No permitiré que nadie más te haga daño. Por eso, cámbialos por estos que te estoy dando.

Cuando vi sus ojos, todo recuerdo quedó disipado en el olvido. Ya no recordaba aquel momento tan deplorable y amargo. En cambio, veía la esperanza en todo su esplendor ante mí. Por lo que, no supe cómo, pronuncié lo siguiente:

—¿También puedo tocarte? —Al principio, su rostro fue de sorpresa. Pero luego, una carcajada salió de sus labios.

Volvió a mirarme con una sonrisa ladeada, mientras meneaba la cabeza a ambos lados, como si no creyera lo que acababa de escuchar.

—Si eso es lo que quieres. Adelante, hazlo sin miedo.

Tracé con mi mano sus músculos, recordando su color, su forma, su textura. Con mis dedos, toqué lentamente su abdomen marcado, pero inmediatamente me detuve, cuando con su mano comenzó a bajar un poco más allá de mi vientre. Contuve la respiración. Se sentía genial, estaba colocando mi piel de gallina, y mis manos, temblaban de anticipación por lo que iba a suceder.

En ese momento, sonó un carraspeo. Que me hizo aterrizar nuevamente en la tierra. Inmediatamente me separé del Guille avergonzada, sin mirar a la persona que estaba mirándonos. Había estado gimiendo desde hace un buen rato con confianza, pensando que no había nadie. Posiblemente, me había escuchado.

Te maldigo.

—No me gusta interrumpir, pero... ¿A quién engaño? si me gusta interrumpir. Y más, cuando mi pillín no tiene agujero al cual entrar.

Rodrigo nos miraba con gracia. Sin un ápice de querer irse o disculparse por haber interrumpido. Disfrutaba lo que estaba viendo.

—¿Qué mierda haces aquí? — suspiró el Guille irritado. — Pensé que ya te habías ido.

—Pensaste mal. —Espetó sonriente. — Ignorando la escena que acabo de ver. Venía a informarte dos cosas.

—¿Es importante? — asintió.

–La primera, es que hice lo que me pediste. Y vienen en camino.

¿Vienen? ¿Quién?

—Perfecto. —sonrió complacido— ¿Y la segunda?

Hubo un momento de silencio. Por lo cual, entendí que lo que iban a mencionar yo no lo podía escuchar.
Miré al Guille para buscar una respuesta, pero él no se inmutó. En cambio, me dijo:

—Samantha, si quieres puedes irte adelantando. Te espero en la habitación.

Rodrigo hizo un sonido, semejante al que hizo el niño de Oxxo con el sujeto que fue a comprar condones. Procedió a mover sus cejas, acompañado de una sonrisa divertida.

—Goloso.
Oculté mi rostro en mis manos. ¡Qué vergüenza!

—¿Quieres que te corte esa maldita lengua? — sentenció el Guille escupiendo fuego por los ojos.

Comenzó a reír a carcajadas. Mientras yo, seguía roja como un tómate.

Que hablaran de este tipo de cosas con tanta libertad, me hacía sentir incómoda.

—Sube. Después iré. —volvió a decir.

Asentí y rápidamente abandoné el lugar. Agradeciendo al cielo que pudiera ir a un lugar donde ya no fuera la burla de Rodrigo.

Me consideraba una de las personas más penosas para hablar de temas como el sexo y demás asuntos. Se me hacía muy difícil.

Me hacía recordar a mis años de preparatoria. Cuando nos daban clase de reproducción, y el profesor hablaba de la sexualidad y los bebés. Mientras los chicos hacían comentarios de todo tipo, algunas chicas se reían, y otras, que pertenecían a mi grupo, solo enterraban su cabeza en sus manos de la vergüenza.
Admiraba a las personas que podían hablar de eso con comodidad y sin problemas. Se merecían todo mi respeto.

El Duro corazón del Narco [EDITANDO]Where stories live. Discover now