Capítulo 28 - ¿Te Importo?

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Me desperté en un lugar desconocido. Uno en el que obviamente juré no volver a pisar. Y que por alguna razón lo hacía.

Mis ojos se adaptaron a la luz resplandeciente que se asomaba por las ventanas. Serían aproximadamente las dos de la tarde. No hacía calor, estaba fresco.

A medida que abrí mis pesados ojos, comencé a sentir mareo y mucho dolor de cabeza. El cloroformo había logrado doparme todo el camino.
Un tintineo en mi mano izquierda hizo que mirara al lugar que no podía mover. Cuando mis ojos enfocaron bien mi mano, pude comprender que estaba esposada a la cama.

— ¿Qué mier....? — dije jalando mi mano como si fuera posible que con mi fuerza pudiera quitármela.

A como pude me incorporé lentamente y decidí mirar con más atención.

El muy maldito me había esposado. Tardé unos minutos esperando a que el mareo desapareciera, cuando lo hizo, me levanté completamente y comencé a pensar cómo carajos me iba a soltar de ahí.

— ¡Ya está bueno ya desperté! — grité, pero nadie vino.

Después de varios intentos fallidos por llamar a mis secuestradores, me rendí. Volví a sentarme en la cama y miré el cielo por la ventana. Era un día muy agradable, aunque seguía siendo pésimo, por todo lo que me estaba pasando.

Miré la mesita de noche que estaba a mi lado. Había un reloj despertador de madera.

Inmediatamente lo tomé y con toda mi fuerza lo lancé por la ventana que estaba cerrada. El reloj impactó contra ella y quebró los vidrios en muchos trocitos.

Sonreí dichosa al escuchar las voces de varios hombres preguntándose qué había sido eso. Volví a agarrar otro objeto; esta vez un libro, y lo lancé, tratando de pegarle a la otra ventana, lográndolo con éxito.

—¡Es la señorita! — decían unos hombres en el patio.

Si esto no llamaba su atención, no sabía qué más lo haría.

—¿Ya terminaste de romper todo? — dijo la voz del Guille justo cuando yo estaba a punto de lanzar la lámpara.

Bingo, funcionó.

—¿Tú ya dejaste de ser pretensioso y egoísta? — dije en su mismo tono. No respondió. — Al parecer no. Así que ya sabrás mi respuesta.

—Deja eso. — dijo cruzándose de brazos.

—¿Dejar? — lo miré furiosa—. ¿Dejar? ¿Cómo pretendes que lo deje cuando estoy esposada? ¿Qué crees que soy? ¿Un animal?

—Es la única manera de que no escapes.

—¡Déjate de estupideces! — grité —. Es más que obvio que no podría escapar de aquí. No soy tan pendeja. Doy 5 pasos fuera de esta habitación y tus escoltas ya me estarían trayendo de vuelta.

—Humm. — se encogió de hombros y sonrió. — Tienes razón.

—¿Y eso te causa gracia?

—Un poco, sí.

Lo miré retante un segundo. Nuestras miradas se cruzaban en medio de la habitación. Él, con una sonrisa de superioridad, que me irritaba en este momento más que nunca.

—Bien. — dijo acercándose a mí.

Cuando lo vi acercarse, por alguna razón mi cuerpo retrocedió, dando mi espalda contra la pared. Lo volví a mirar y su rostro reflejó la tristeza en su más grande esplendor.

—¿No quieres que te toque? — metió su mano en el bolsillo y sacó una llave para soltarme.

No es que no quisiera que me tocara. Pero desde que me había tratado así en la oficina. Mi cuerpo sentía un profundo temor de que su cuerpo se acerca al mío.

El Duro corazón del Narco [EDITANDO]Where stories live. Discover now