Capítulo 37 - Ella

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— Puedes recorrer la casa, — dijo el Guille colocando sus manos en los bolsillos del pantalón. — pasear por los jardines, la piscina, las cocinas, la terraza, entrar a cualquier habitación o lugar. No me molesta. Pero, solo podrás hacerlo cuando Rodrigo o yo, estemos cerca. Mientras tanto no salgas de la propiedad sola. Pasea todo lo que quieras, pero dentro de mi territorio. ¿Entendido?

—Si papá. — dijo la chiquilla engreída que lo volvía loco con su sola presencia.

Desde que la había traído a su casa, su locura y sonrisa inundaban cada rincón de su mísera vida. Se sentía más dichoso, más feliz, más entusiasmado. Era un sentimiento inexplicable. Que nunca le había pasado.

Quería por todos los medios mantenerla alejada, que se olvidara de todo lo que habían pasado. Pero su corazón, su traicionero y débil corazón, se negaba a dejar de estar junto a ella.

¿Y cómo no quererla?

Era como el sol, que iluminaba su día oscuro y gris.

Su locura, y ocurrencias, era lo que más le encantaba de ella.
Era algo así como un imán que lo atraía donde quiera que estuviera. Su sola presencia hacía que sus ojos se desviarán. Usará el atuendo que usará, siempre se veía maravillosa.

Por muy difícil que fuera. Ya se estaba acostumbrando a tenerla cerca, a escuchar su voz, su aroma, y a tocar su maravilloso cabello que lo traía loco.

Con los brazos sobre su pecho la escaneó de arriba a abajo. Sin dejar ni un centímetro por observar. ¿Siempre lucia así de hermosa?

Extendió sus brazos con una sonrisa ladina, llamándola con ellos para que se acercara, para que lo tocara. Ella entendió perfectamente su llamado y corrió hacia él para abrazarlo.

Eran de esos abrazos que detenían el tiempo, que querías conservar y que nunca se deshiciera.

¿Qué había pasado? ¿Desde cuándo podía sentir la felicidad tan de cerca? ¿Era un sueño?

Le dio un beso a su cabello y procedió a mirarla. Remojando sus labios en el proceso. Cuanto necesitaba aquel hombre un beso suyo, cuánto quería tenerla así para siempre.
Ella se levantó en puntillas, dando el primer paso para acariciar sus suculentos labios. Suaves, fríos, y muy sensuales.

Movió sus labios con dulzura, para no lastimarla, para demostrarle cuanto le importaba.

El beso comenzó a intensificarse, y la emoción de la pequeña brabucona se volvió más notable, al empujarlo para tratar de llegar al sofá. Rápidamente la alejó, con su aliento entrecortado, con su mirada ardiendo de deseo. No es que no quisiera, al contrario, lo deseaba, incluso su "amigo" estaba más emocionado que ella.

Sin embargo, él no quería hacer las cosas así. Quería que fuera diferente.

—¿Sucede algo? — preguntó con esa inocencia que la caracterizaba.

—¿Sabes qué sucederá si sigues besándome así? — respondió ronco, con sus manos temblando de anticipación.

—Sí. —respondió con toda la sinceridad del mundo. — Y quiero hacerlo.

Sus ojos se abrieron en sorpresa. Anonadado por la respuesta que su pequeña... ¿Novia? Acababa de decirle.

—Entonces entiendes perfectamente que debes controlarte. — dijo el Guille mirando la decepción en la cara de su brabucona.

La chiquilla se cruzó de brazos, alejándose de él. Sin embargo, el divertido, volvió a acercarla.

—¿Me condenarás por respetarte?

El Duro corazón del Narco [EDITANDO]Where stories live. Discover now