Capítulo 9 - Primera Noche.

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—No debe tomar más señorita. — dijo el cantinero luego de haberme negado otra botella de vodka.

—¡Me importa un culoo! — Arrastraba las palabras. — ¡Demee mi botella o lo mando a matar! ¿Si sabe quién soy yo?

Movió su rostro a ambos lados, dándome a entender que no lo haría.

Ante su negativa, salté sobre la barra torpemente y agarré la botella. Al verme, procedió a quitármela de las manos. Ambos, comenzamos a forcejear. Pero él era mucho más fuerte, y obviamente estaba más cuerdo que yo, por lo que en un hábil movimiento la zafó de mis manos.

—¡Tee voy a partir toda la caraa!

El cantinero le dio la botella a su compañero y luego prosiguió a bajarme de la mesa.

—Prefiero unos cuantos golpes suyos antes que un disparo del jefe.

Mi sangre comenzó a hervir ante aquel comentario.

¿Por qué siempre le hacían caso a ese tipo?

— Ese tipo... yo sólita...—golpeé el pecho con mi mano para que entendiera. — ¡Lo puedo matar de un solo disparo! présteme su arma y verá que lo mando al otro mundo.

En un breve instante la cara del cantinero cambió, al asombro y pánico.

— ¿Si vee? espero que mi amenaza... le haya servido de lección. — comencé a decir muy victoriosa. — ahora deme la botella...

—No te van a dar una gota más. —dijo el Guille detrás de mí y yo me volteé torpemente a mirarlo — ¿Cuánto bebió? — preguntó al hombre.

—Una botella completa. — él me miró algo sorprendido y luego volvió a mirar al cantinero. — ¿Qué fue? ¿Whisky?

—Vodka, señor.

—Y seguiré tomando desgraciado infeliz, hijo de tu grandísima madre. —dije sonriendo satisfecha.

Me encantaba insultar.

Él simplemente me ignoró y siguió hablando con el cantinero.

—¿Por qué le dieron tanto alcohol? —frunció el ceño molesto. — Los únicos que tienen derecho de tomar hasta perder el conocimiento son mis socios, más nadie, y lo saben.

—Ella dijo que si no le dábamos la bebida le iba a decir a usted para que nos matara.

— ¿Y yo le haría caso? — dijo el Guille colocando su mano en la pistola. — ¿Qué mierda les pasa? ¿No me conocen lo suficiente? ¡¿Desde cuándo una mujer me manda?!

Al ver la cara de terror de los cantineros, el Guille suspiró pesadamente y se relajó. Ellos solo hacían su trabajo. Y yo lo único que hice fue amenazarlos. Ellos no tenían la culpa, sino yo.

—No le den más bebidas a esta chica hasta que yo lo autorice. Y, que no se vuelva a repetir.

Sin más me tomó del brazo y comenzó a caminar para llevarme dentro de la casa.

—¡No! Mi bebida... ¡Espera!

—No tomarás más. — espetó con autoridad.

—¡Ja! Ni tú, ni ningún maldito hombre me manda. — me solté de su agarre y salí corriendo devuelta a la barra para seguir tomando.

De repente unos brazos muy fuertes me agarraron de la cintura y me alzaron. El Guille me colocó en su hombro y comenzó a caminar conmigo en dirección a la casa.

—¡Bájame, Bájame desgraciado! —golpeé su espalda con fuerza mientras subíamos las escaleras, pero siguió caminando. Al parecer mis golpes no lograban hacerle daño. — ¡Te denunciaré!

El Duro corazón del Narco [EDITANDO]Where stories live. Discover now