Capítulo 17 - Promesa Rota.

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Justo antes de pisar el escalón para entrar a su casa, comenzaron a sonar unos disparos.

Las personas que estaban tranquilas comenzaron a gritar. Podía ver los destellos de las balas ir de un lado a otro mientras los Narcos, algo desesperados, gritaban las voces de sus guardaespaldas. Que llegaban uno a uno, como moscas a la comida.

—¡Maldición! —. dijo el Guille.

Me tomó del brazo y comenzó a correr conmigo, en dirección opuesta a donde íbamos.

¿Qué estaba pasando?

Miré hacia atrás y logré visualizar a una persona que yacía muerta en el frío piso. Había sido impactado por una bala. Me llené de pánico, pero no dejé que eso me impidiera seguir corriendo.

— ¡Patrón! — gritó alguien. — ¡Venga por acá!

El Guille escuchó la voz del hombre y se desvío de dirección para llegar a su lado. Éste, nos hizo correr por medio del solitario desierto. Donde no había más que oscuridad, y huecos. No sabía que tanto había corrido. Pero sabía que había sido mucho, los pies me dolían y la luz de la casa estaba muy lejos. Sólo nos iluminaba la luz de la luna.

—¡Aquí está el auto!

Sentí un leve dolor en mi brazo, que me hizo emitir leve quejido, bajé mi vista, para llevarme la amarga sorpresa, que también había sido alcanzada.

El Guille se dio cuenta y me miró muy asustado.

—¿Te... te encuentras bien? — estaba asustado.

No quería verlo así.

— Sí. —mentí —. No es nada.

El brazo me palpitaba, y de el brotaba mucha sangre, que se deslizaba rápidamente hasta terminar sobre mi vestido. Tomé un pañuelo que tenía en mi bolso y lo coloqué encima de la herida para tratar de parar la sangre. Me estaba sintiendo muy mal.

—¡Mientes! ¡Sudas y estás pálida! — me gritó preocupado.

—Tranquilo... no es nada. — volví a decir.

—¿Dónde está Rodrigo? — preguntó al hombre.

—Logró escapar. Va hacia el sur.

—¡Maldita sea! — Lo agarró por la solapa de la camisa. — Llévala a un hospital inmediatamente.

—P-pero señor ¡No hay tiempo! — dijo el hombre. — ¡Lo pueden agarrar!

—¡Me importa una mierda! — dijo acercándolo aún más a su rostro. — La llevas al hospital y la dejas allá ¿entendido? — el hombre asintió.

Me tomó de la cintura y comenzó a guiarme hasta donde estaba el auto esperando.

—¡No! —dije tratando de zafarme de su mano. — ¡Guille!

Me metió en el auto y bajé la ventanilla tratando de escaparme, porque la puerta estaba trabada.

—¡Ven conmigo! — dije con lágrimas tratando de salir del auto.

Él se acercó rápidamente y me volvió a meter. Luego me dio un tierno beso en la frente.

—Ve con él. No te hará daño. Es de mi confianza. —dijo tratando de calmarme.

Quizás pensaba que me daba miedo estar sola con el sujeto. Pero la verdad, eso era lo de menos, porque me daba más miedo saber qué pasaría con él.

—Por favor sube. — comencé a sollozar. — Hay espacio para ti.

—Si voy contigo corro el riesgo de que te maten princesa. —sonrió amablemente. — No soportaría ver cómo te hacen daño por mi culpa.

—No...—comencé a negar—. No me dejes sola tú también.

—No te dejaré sola. Volveré a contactarme contigo.

—¿Dime a dónde irás?

—Me iré por el río. Hay una embarcación esperando por mí. Así que no te preocupes.

Traté de abrazarlo, para sentirlo, pero mi brazo volvió a palpitar impidiéndomelo.

—¡Ahí vienen patrón! — dijo uno de los escoltas disparando hacia la oscuridad.

—Llegaron rápido, — dijo en un susurro. Me miró, y me volvió a dar un beso en la frente —. Cuídate, bravucona.

Antes de que se pudiera alejar de mí, lo tomé del rostro y acerqué mis labios a los suyos. En un pequeño roce, aunque algo casto, fue tan dulce y tierno. No era un beso de despedida. Era un beso de hasta luego.

—Se supone, que yo te lo debía de dar. — dijo triste.

Quitó mis manos de su cara y se giró, para salir corriendo con tres escoltas. Desapareciendo en la fría oscuridad.

Él auto comenzó a avanzar, y con ello todo quedó atrás. Desde mis anhelos, hasta mi corazón. Porque una parte, la tenía él.

—¿Qué está pasando? — dije algo mareada. — ¿Quiénes eran?

El hombre estuvo un momento en silencio y luego respondió.

—La DEA.

Fue lo último que escuché, antes de desmayarme.

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Un insoportable dolor me hizo despertar.

Traté de abrir mis ojos, pero se sentían pesados. Mi cuerpo tampoco reaccionaba. Estaba estático y adolorido. Intenté moverme varias veces, sin lograr conseguirlo. Necesitaba saber qué me sucedía.

Escuchaba unas cuantas frases a lo lejos. Llamándome, como tratando de alcanzarme. Pero no lograba descifrar nada

No eres mi tipo.

Volvió a mi mente la amarga frase, que cada vez que recordaba, me llenaba de una profunda frustración.

¿Quién era?

Su voz era tan familiar. Pero no lo recordaba.

La voz se fue transformando en un pitido, como de una máquina. Que zumbaba sin parar.

Lentamente fui abriendo mis ojos, con menos dificultad, la claridad de la habitación me impedía hacerlo más rápidamente.

—¿Se...? — dijo la voz de una mujer.

No comprendía qué me quería preguntar. La anestesia, todavía me tenía anonadada.

Las náuseas, una profunda jaqueca, eran sólo algunos de los males, que invadían a mi débil cuerpo.

—Señorita... — volvió a repetir la voz. — ¿Puede escucharme?

Con mucha lentitud, la miré, tratando de diferenciar su rostro. Pero no lo conseguía, nunca la había visto.

—¿Quién... es... usted? — dije con la garganta seca.

—Agente Kimberly, departamento de policía. —me mostró su placa —. Necesito hacerle unas preguntas. Sé que no está en condiciones de hablar. Pero necesito hacerle unas preguntas.

—No... entiendo. ¿Qué pasa?

—Usted conoce a una persona que nos interesa.

—¿Persona? —pregunté incrédula.

—José Guillermo Espinoza Fernández. — la miré sin entender. No conocía a nadie llamado así — Más conocido como el Guille.

Mi mente enseguida retrató la imagen del que hacía poco había estado conmigo. Alguien, que me había hecho huir a pesar de correr el riesgo a que lo capturaran.

Alguien que me había enseñado, lo hermoso de tocar a alguien sin hacerte daño.

—Veo que ya lo recuerda. — sonrió de medio lado y sacó una libreta. — muy bien, porque necesito que me cuente todo, señorita Samantha.

El Duro corazón del Narco [EDITANDO]Where stories live. Discover now