Capítulo 7: Sorpresas

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Aquellos tres años los habían pasado en Kaher.

Habían cambiado todos bastante. Tres años son mucho tiempo.

Divad se había tomado bastante bien la decisión de abandonar el bosque y asentarse, por un tiempo, en Kaher. Entendía las razones, y apoyaba completamente a Swend, ya que sabía que tras la espera quizá pudieran liberar el Bosque de Norüem de Nurcuam el Oscuro. Aunque, eso sí, seguía echando de menos el bosque.

Hermegilda, por su parte, había cambiado notablemente. Se había enfadado muchísimo cuando decidieron quedarse en Kaher, porque aquello le impedía volver a ver a Lorcan. Muchas veces estuvo tentada de escribirle una carta, pero no sabía qué dirección poner, así que se conformó con escribir mensajes teñidos de nostalgia y nunca enviarlos.. Para pasar el tiempo asistía a clases de esgrima; así conseguía canalizar su rabia e impotencia, y además sentía que se estaba preparando para lo que pudiera llegar. También aprendió a montar a caballo, y pronto se convirtió en una experta amazona.

Ruz y Tonk se sorprendieron muchísimo con la noticia de quedarse en Kaher por un tiempo. Ruz intentaba entenderlo, pero aún así las primeras semanas estuvo más esquiva de lo habitual. A Tonk, en cambio, no le importó mucho, ya que en el bosque, aunque era su hogar, no tenía a nadie de su sangre, y le alegraba saber que le quedaba alguien.

Enma seguía cuidando de Ocalipt. Ahora estaba mucho más unida a Paola y a Ocalipt, ya que los tres se iban juntos por las tardes a la biblioteca y ahí estaban hasta la hora de la cena, unos haciendo puzles y la otra investigando con Hulle, un muchacho de quince años, como ella, miembro del Círculo de Sabios, y gran estudiante y amigo de Enma. La chica se sentía fascinada por la biblioteca de Kaher, que había conseguido ayudarla a superar la decepción por tener que separarse de Norüem. Claro que apoyaba a Swend, pero aquello no quitaba el hecho de que echaría en falta su hogar.

Razonar con Ocalipt sobre aquella decisión había sido prácticamente imposible. La familia tuvo que esperar a que se le pasara el berrinche (que duró nada más y nada menos que dos semanas). Con Paola la cosa fue más fácil: se encogió de hombros y no dijo nada al respecto.

Swend había crecido; ya tenía unas bellísimas astas, y se había convertido en un ciervo adulto. No salía del jardín de la casa ni de esta, ya que algunos guardias de Nurcuam patrullaban las calles, buscándolo con ahínco, y tenía miedo de que lo reconociesen. Pero, al menos, no desaprovechaba el tiempo: cada vez era más consciente del papel que iba a tener que desempeñar en los días venideros, así que decidió comenzar a prepararse para intentar ser un monarca digno.

Y, al cabo de tres años de espera, por fin sucedió aquello que todos llevaban tanto tiempo esperando.

Era una tarde de finales de invierno, y Enma, Paola y Ocalipt se dirigían, dados de la mano, a la biblioteca de Kaher, como cada tarde. Se lo pasaban genial en las tardes de biblioteca. Paola y Ocalipt resolvían puzles con otros niños, mientras que Enma, en una mesa cercana, leía o investigaba con Hulle sobre temas distintos.

Aquel día, nada más entrar en la biblioteca, Hulle se les acercó, emocionado.

- ¡Enma!- exclamó- ¡Lo tenemos! ¡Hemos dado con la manera de expulsar a Nurcuam de la mente de Kashia! ¡Lo tenemos!- siguió celebrando.

- ¿En serio? ¡Es genial!- respondió Enma sonriendo.

- Ve a tu casa y vuelve con tu familia. Y con Swend, claro. Id directamente a la sala, que allí os informaremos- propuso Hulle alegremente.

- De acuerdo. Paola y Ocalipt, volvemos a casa. Hay que avisar a mamá y a Swend de que pronto podremos volver a Norüem.

- ¿Volvemos a casa?- preguntó Ocalipt, como para asegurarse.

La Llamada del BosqueWhere stories live. Discover now