Capítulo 16: Refugio

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A la mañana siguiente, unos tímidos rayos de sol despertaron a Swend. Eso y las voces de algunos niños que jugaban animadamente al escondite, pese a lo temprano que era.

Adormilado, Swend levantó la cabeza y se puso en pie. Los niños le saludaron a gritos, despertando a los que todavía dormían y a Astrid, que estaba acurrucada al otro lado del arroyo, envuelta en su gruesa capa de piel y sujetando con fuerza su preciado puñal.

La multitud se congregó alrededor de su rey, preguntándole qué iban a desayunar, a dónde debían ir y si los habían encontrado los soldados.

- Vamos a desayunar moras de unos arbustos que hay por aquí. Cuando estemos listos para partir proseguiremos la marcha hacia el refugio, que está bastante cerca. Y no, no nos han encontrado, así que calma- Swend contestó una a una las preguntas, asegurándose de que la gente congregada a su alrededor escuchaba bien lo que él indicaba.

Y aquello hicieron. Swend les mostró los arbustos, y tras desayunar un montón de moras y agotar las existencias de los setos, se prepararon para irse. Como no llevaban equipaje, salieron temprano: apenas si tuvieron que cerciorarse de dejar bien apagada la hoguera y de no olvidarse las chaquetas.

Y ya estaban otra vez caminando.

El tramo que les quedaba por recorrer no era muy largo; Swend calculaba que llegarían sobre el mediodía al refugio. No sabía en qué estado se encontraría el lugar, que estaba en desuso desde las guerras de los ogros; como era una cueva, esperaba que no se hubiera desprendido alguna parte del techo o las paredes, y que ninguna criatura hubiera decidido anidar allí dentro.

A medida que avanzaban, la vegetación se hacía más y más espesa, dificultando el paso de Swend y su pueblo. Tuvieron que parar varias veces: en una ocasión, una pequeña elfa llamada Naïre resbaló por una pequeña depresión del terreno, y tardaron media hora en sacarla de allí; otra vez un hombre que avanzaba distraído se golpeó con una rama en la cabeza y tuvieron que reanimarlo para poder continuar el trayecto; y el último percance que sufrieron fue la mala fortuna de que una señora muy anciana se enredó con unas zarzas, y desenredarla les llevó un buen rato.

Parecía que no podían tener más mala suerte, pensaba Swend, deseando llegar a su destino cuanto antes. La gente empezaba a quejarse, y aunque ya no les quedaba nada, el viaje estaba resultando muy difícil y penoso.

Por fin vislumbraron una pequeña colina, en el centro de la cual había un montón de rocas gigantes recubiertas de musgo. La luz que se filtraba por entre las hojas de las copas de los árboles era muy escasa, así que tuvieron que subir la colina con especial cautela, prestando mucha atención a dónde pisaban para no resbalar y caerse.

Al alcanzar la cima de la colina, pudieron observar más detalladamente las rocas que había apiladas allí. Todas tenían una gran capa de musgo resbaladizo por encima, como una manta verde y húmeda. No presentaban signos de ocultar la entrada a un refugio clandestino, o de servir de barrera protectora a los que se ocultaran debajo suyo.

- ¡Aquí es!- anunció Swend, señalando con la cabeza el montículo de piedras.

Su pueblo se quedó mirando las rocas. Parecían un tanto desconcertados: colinas con piedras encima había por todas partes, ¿cómo podían saber que aquél era el lugar adecuado?

Viendo las caras de incredulidad del reducido grupo que lo acompañaba, Swend pensó que tenían razones para desconfiar. Le costaba admitirlo, pero intentó sentirse como las personas que lo acompañaban: probablemente estaban asustadas, cansadas y desesperadas por poder aferrarse a algo que les diera seguridad. En aquel caso, el elemento que debía darles seguridad y confianza era él. ¿Acaso lo estaba haciendo tan mal? Bueno, dado que habían tenido que pasar una noche a la intemperie y las comidas habían sido nada...Ah, y había que contar con el hecho de que tan sólo era su segundo día como rey; sus súbditos no tenían claro cuál era su estilo de gobierno ni cómo reaccionaba ante situaciones difíciles. De momento, podían pensar que sabía, más o menos, manejar situaciones complejas y resolverlas adecuadamente.

La Llamada del BosqueWhere stories live. Discover now