Capítulo 40: Final

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Al día siguiente, a la caída del sol, el juicio fue celebrado. Asistieron todos los líderes de los distintos pueblos del Bosque de Norüem, que debatieron durante largo rato cuál sería el destino de Nurcuam, ya que la muerte no era una opción y era la idea que todos tenían en mente antes de que el rey les informase de los motivos de tal decisión. También acudió la lideresa del Clan de la Guerra de Luv, el pueblo de las Montañas del Norte que había acudido en ayuda de los rebeldes a la batalla final. Como era una mujer enorme, de aspecto intimidante y brutal, su palabra no fue discutida en las ocasiones en las que habló.

En resumen, que tras mucho discutir sobre los diferentes futuros para Nurcuam que existían y evaluar la situación desde todos los puntos de vista, consiguieron llegar a una conclusión. Swend fue el encargado de dictaminar la sentencia:

- En respuesta a los terribles actos que has cometido, Nurcuam, tu condena es permanecer aislado y encerrado en la Prisión de Drumnadroch, en las Montañas del Norte, hasta que este consejo decida lo contrario...o hasta que la muerte llegue a ti. No podrás salir al exterior ni establecer ningún contacto con nadie sin vigilantes apostados en la puerta, y sin que dicha persona tenga una autorización mía y de la lideresa del Clan de la Guerra de Luv. Además, quedas privado de tus poderes de por siempre, y te son prohibidos todo tipo de artilugios mágicos, pociones, hechizos y similares.

Aquella fue la sentencia decidida por el consejo aquel atardecer aciago. Decretaron, también, que el traslado de Nurcuam a la prisión se efectuaría con la marcha de los norteños del bosque; es decir, dos días después.

Mientras el juicio se disolvía, y los guardias ya llegaban para llevarlo de nuevo a la celda en el palacio, Nurcuam vio que Astrid lo miraba fijamente desde su asiento al lado de la líder de su clan. Todos recogían, pero ella estaba quieta, reflexiva, callada. El ruido feliz que la rodeaba no conseguía perturbar su expresión pétrea.

Entonces, sus miradas se cruzaron.

Y Nurcuam añoró aquellos ojos grises, y aquellos labios, y aquellas manos, y aquel cuerpo, y estuvo a punto de derramar lágrimas al pensar que ya nunca volvería a sentirla junto a él. Lo obligaron a caminar, rumbo a su prisión, y le pareció oír su nombre que salía de los labios de Astrid.

Se giró para comprobarlo. La vio de pie, y creyó, por un momento, ver reflejado el mismo sufrimiento que él sentía ahora en el rostro de ella. Pero fue solo un instante ínfimo, y pronto Aleksi, el hermano de Astrid, le puso una mano en el hombro y ella se giró para hablarle.

- Si no puedo tener amor, al menos tendré poder.

Ella se giró de nuevo; Nurcuam comprobó que no se imaginaba el dolor que reflejaba el rostro de la norteña. Realmente le dolía.

- Si no puedo tenerte a ti, al menos me tendré a mí.

La última frase que Nurcuam escuchó antes de ser sacado de la sala fue aquella, pronunciada por Astrid y teñida de pena.

⚜⚜⚜

Anaër regresó a Elfes By dos días después, viva pero con un sabor amargo en el corazón. Llegó a la ciudad montada en un corcel blanco, con el arco colgado a la espalda y unas ganas tremendas de olvidarse de la guerra y sus complicaciones. Al entrar por la avenida principal, muchas miradas le fueron dedicadas y muchos murmullos surgieron a su paso. Ella ignoró todos los cuchicheos, pues acababa de ver su casa, y ya no le importaba nada más en el mundo.

Desmontó, su capa revoloteando detrás suyo, y se apresuró a dejar al caballo en su parcela. Entonces, corrió a la entrada de la casa, y allí, frente a la escalerilla que llevaba al hogar, estaba Inisha esperándola, como en un sueño. Llevaba puesto un vestido blanco y un collar plateado al cuello, y estaba tan hermosa que Anaër creyó encontrarse en una ensoñación.

La Llamada del BosqueWhere stories live. Discover now