Capítulo 20: Dudas

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Kashia había vuelto a Kaher. Tenía la importante misión de conseguir el Rubí de la Lágrima del Hada para salvar a Khera del extraño y alarmante mal de corazón que sufría. Así que, nada más llegar a palacio, ordenó a sus criados que preparasen la expedición a las Grutas de Arenisca. El plan era partir cuanto antes, pues Kashia no sabía si podía tener la seguridad de que Khera seguía viva.

El tiempo corría en su contra.

Pero no todos acataron las órdenes de su soberana sin recelar. El experto que guiaría la expedición, llamado Rupert, mostró reticencia a la hora de trazar la ruta y situar en un mapa el punto exacto en el que se encontraba el rubí.

Rupert tenía treinta años y era el mejor explorador de la zona. Además, sabía mucho de minerales y rocas con propiedades mágicas, y por estas razones Kashia lo había hecho acudir a su palacio. Para negociar con él.

Kashia le había ofrecido su peso en oro y plata si él aceptaba ser su guía. Rupert, que en su mísera vida había visto tantas riquezas juntas, aceptó corriendo y con mucho entusiasmo el trato que su reina le proponía. Pero la falta de información había hecho que las dudas surgiesen.

- Pero, Majestad, ¿estáis segura de que no hay otro remedio para el mal de Khera?- preguntaba Rupert, ansiando una explicación.

- ¡Claro que sí! Ya te he dicho que es la única opción- respondía Kashia con tono cansino cada vez que el explorador le preguntaba lo mismo.

Como las explicaciones de la reina valían lo mismo que las palabras de un embaucador, Rupert decidió investigar hasta hallar una respuesta convincente.

Kashia le había dado una suntuosa habitación del palacio para que se hospedara allí hasta que partieran. La estancia se encontraba en el ala este del palacio, la zona reservada a los dormitorios de los invitados.

Rupert se afanó en averiguar el propósito que movía a su soberana a ir en busca de una piedra rara y desconocida. Un día, mientras desayunaba en la cocina (una sala enorme y llena de cocineros que se movían por todas partes agitando sartenes y removiendo ollas) captó parte de una conversación que le resultó útil.

La joven reina estaba hablando con el cocinero jefe acerca del inventario de productos cuando un mayordomo entró en la cocina con aires rimbombantes. Rupert estaba sentado en una mesa cercana a Kashia, desayunando tranquilamente, y se enteró de todo lo que decían.

- Majestad, ha llegado un emisario de Nurcuam a palacio- anunció el mayordomo a Kashia.

Ella, en un primer momento, puso cara estupefacta. Luego se recobró de la sorpresa y volvió a poner una expresión normal. Claramente, estaba tratando disimular.

- Ya hablaré contigo más tarde- suspiró la soberana, dirigiéndose al cocinero. Este se dio por aludido y volvió a sus quehaceres (se fue a echarle la bronca a un pinche despistado que había tirado una olla de compota de manzana hirviendo al suelo).

Tras observar durante unos instantes la labor de los criados, que se afanaban en limpiar con rapidez el estropicio de la olla, Kashia devolvió su atención al mayordomo. Él aguardaba impasible al lado de la reina.

- ¿Y qué quiere?- inquirió Kashia- Debe de haber sucedido algo grave...Si no, no se arriesgaría a mandar a un emisario hasta aquí. Un momento...- De repente, su hermoso rostro perdió el color- ¿No será que Khera ha empeorado?

- No me ha dicho nada, Majestad, así que no puedo contestar a vuestras preguntas. Lo hemos dejado en el Salón de los Invitados, para que vos podáis hacerle las preguntas que queráis sin ninguna interrupción.

- Está bien- dijo Kashia. Y se fue, sin despedirse del mayordomo o darle las gracias. Las cortesías no eran de su gusto.

<< Vaya, mi reina es quizá una niñita malcriada>> pensó Rupert. Luego se escandalizó de sus propios pensamientos y decidió apartar aquella nube negativa de su mente. Tenía una conversación que... ¿espiar?

La Llamada del BosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora