Capítulo 28: Peligro

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Tras la batalla en el Claro de la Conexión, hubo despedidas.

En el asalto a Heênim habían muerto en total setenta y siete personas. Algunas murieron luchando con bravura; otras fueron alcanzadas por una espada enemiga mientras trataban de huir.

En la lucha contra el ejército de Nurcuam, en el Claro de la Conexión, hubo un total de ciento cuarenta bajas. Más de la mitad de los combatientes habían perdido la vida.

Entre ellos se encontraba, por desgracia, Tonk.

El semi-elfo había acudido a la llamada de Swend sin vacilar. Había cogido un arco, flechas y un cuchillo élfico, y se había lanzado a la batalla. Quería combatir por su pueblo, luchar por su familia y defender su hogar. Peleó con arrojo, pero una flecha enemiga lo había alcanzado en el pecho. En lo último en que pensó fue en Ruz y en lo que le había contado Anaër.

Al enterarse de la noticia, Ruz no lloró. Simplemente le tembló el labio y se le humedecieron los ojos, y no dijo nada. Salió por la puerta de la habitación en absoluto silencio y se dirigió al campo de batalla completamente sola. Nadie intentó detenerla.

Sus pasos la llevaron al Claro. Algunos elfos separaban los cuerpos de los enemigos y los de los aliados, para luego identificarlos y despedirlos en condiciones. La pila de los enemigos estaba apilada de cualquier manera, tapada con una sábana gigante de color negro.

Junto a la laguna había varios centauros vigilando el perímetro. Entre ellos se encontraba Saffron, una de las ciervauras que fue liberada por los magos Fhias y Juy. Iba armada con un arco, un carcaj repleto de flechas y su garrote con una bola de durísima resina incrustada.

Ruz se dirigió a la zona donde los elfos tenían los cuerpos de los aliados caídos en la batalla. Estaban tapados con sudarios y no podían verse, en respeto a los difuntos. Todos tenían la espada o la flecha que acabó con sus vidas al lado.

- Buenos días- la saludó uno de los elfos, a pesar de que no tenían nada de buenos.

Ruz no dijo nada. Estaba espectralmente pálida y silenciosa, con sus ojos vivarachos apagados por el dolor.

- ¿Qué te trae por aquí?- preguntó el elfo, intentando sonreír y mostrarse amable.

No hubo respuesta. Ruz seguía sumida en su mutismo.

- ¿Buscas a algún familiar?- lo volvió a intentar el elfo, algo cansado.

Un levísimo asentimiento de cabeza. El elfo suspiró.

- ¿Podrías decirme su raza, por favor?- pidió.

Ruz lo señaló a él y luego se indicó a ella. Esperó a que el elfo la entendiera.

- Semi-elfo. ¿Edad?

La joven se señaló a sí misma.

- Vale...¿Género?

Ruz lo señaló a él.

- Está bien- resopló el elfo, algo irritado porque la joven no quería hablar-. Sígueme, creo que sé de quién hablas.

Avanzaron por entre los sudarios, cosa que resultaba algo siniestra. Llegaron frente a uno de color verde, que tenía una flecha colocada encima. Despedía olor a eucalipto y a pinos.

- Aquí es- indicó el elfo. Y se fue sin más.

Ruz se arrodilló frente al que un día fue su novio. No podía creerse que allí estuviera lo que quedaba de él, que ya no volvería a verlo. Un sudario verde de lino la separaba de una de las personas que más quería. Y entonces comenzó a cantar, con voz rota y leve.

La Llamada del BosqueWhere stories live. Discover now