Capítulo 14: Coronación

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El gran día había llegado: era la hora de la Coronación.

Se miró de nuevo en el espejo. Su pelaje castaño relucía inmaculadamente, gracias al baño del día anterior. Sus cuernos estaban relucientes, y sus pezuñas, limpias de barro y otras porquerías varias.

Swend estaba más que nervioso. Apenas si había dormido, y además echaba en falta a sus padres, que seguramente habrían sabido cómo ayudarlo.

Los añoraba muchísimo. Nurcuam se los había arrebatado injustamente cuando era sólo un pequeño cervatillo que los necesitaba un montón. Y ahora volvía a necesitarlos.

Notó un peso en el cuello. Ocalipt se le había colgado, como hacía siempre que lo veía preocupado o triste. A pesar de que estaba algo melancólico, una sonrisa apareció en su rostro.

- ¡Estás súuuperguapo, Swend!- gritó Ocalipt, desenganchándose del ciervo y echando a correr por el salón. Se subió en el sofá y comenzó a saltar sobre los cojines.

- Quizá deberías bajar de ahí- opinó Swend.

- Ocalipt, por favor, ¡que aún no estás vestido!- exclamó Enma, estresada, desde la escalera. Su hermano estaba corriendo por ahí en calzoncillos.

- ¡Ña ña ña!- se burló el pequeño.

Cansada, su hermana lo cogió en volandas y lo sentó en el sofá, dejando sobre el asiento un pequeño montón de ropa doblada. La muchacha empezó a vestirlo, sin poner mucha atención en lo que hacía. Se dio cuenta de que estaba poniéndole la camiseta por las piernas. Suspiró, y tomó una decisión.

- Ocalipt, hoy vas a vestirte tú solo.

- ¿Quéééé?

- Ya eres mayor. Tienes seis años, ¿y no te sabes vestir solo?- lo pinchó Enma, intentando que se pusiera la ropa de una vez por todas.

- ¡No te necesito! ¡Vete, yo ya soy mayor!- proclamó, intentando ponerse los pantalones.

- Genial, así yo me puedo ir peinando...- dijo Enma, y cogió su peine blanco, se colocó frente a un espejo de pie que tenían y empezó a cepillarse el cabello largo y castaño, que se encontraba un tanto alborotado.

Divad bajó por las escaleras, vestido con un elegante traje negro que perteneció a su padre. Dio un repaso general a la situación y vio que Ocalipt no hacía grandes progresos con la ropa.

- Ya lo visto yo, que tenemos que salir en diez minutos- dijo, y se fue con el niño.

- ¡¿Diez minutos?!- chilló Enma, dejando caer el peine.

- Sí. Mamá ha ido a por el carruaje...El futuro Rey de Norüem no puede asistir a su coronación en un carromato de tres al cuarto...- informó Divad, poniéndole los pantalones marrones a Ocalipt.

Por fin estuvieron todos vestidos y peinados. Salieron al exterior, Swend notando que se le iba a salir el corazón de los nervios.

Era un bonito día de inicios de primavera. Una suave brisa de aire caliente barrió las hojas del suelo, haciendo que algunas revoloteasen por el pequeño claro en el que habían estacionado la caravana. Se oía trinar a algunos pájaros, a lo lejos, y los insectos revoloteaban por todas partes.

Todos se habían arreglado mucho, ya que era un día muy especial para su ciervo favorito y, en general, para el Bosque de Norüem. Tras tres años sin un líder que guiara los pasos del bosque, las cosas se habían desmadrado un poco en todas partes, empezando por la invasión de Nurcuam. Por ejemplo, los pegasos se encontraban todavía más amenazados por la caza furtiva. Los trasgos habían vuelto a causar problemas en aldeas cercanas a sus territorios, cuando ya hacía años que firmaron un tratado de paz en relación a las otras especies que habitaban la zona.

La Llamada del BosqueWhere stories live. Discover now