Capítulo 36: Guerra

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-Debo dejarte, Kashia.

Kashia abrió mucho los ojos, incrédula, y una extraña sensación de angustia y desamparo se apoderó de ella. No pudo hacer más que mirar a Nurcuam y suplicarle que se quedara sin usar las palabras, porque de repente no encontraba la voz, aunque sabía que seguía allí.

- Es por una cuestión externa- contestó él, leyendo las dudas escritas en su rostro-. No es porque no aprecie tu compañía; al contrario.

<< ¿Seguro? Astrid era mucho mejor>> susurró una voz en su mente. Nurcuam la hizo callar, no sin esfuerzo.

- No te pienso abandonar. Simplemente, he de ocuparme de ese irritante ciervo.

Entonces, sus ojos se volvieron completamente negros por un instante. Una oscuridad aterradora relució en los ojos de Nurcuam, y Kashia retrocedió instintivamente, hasta tropezar con el borde de la cama.

El relámpago de oscuridad desapareció, y los ojos del Oscuro volvieron a ser los de antes: negros, pero únicamente el iris y la pupila. La joven reina respiró algo más tranquila, aunque aún seguía estando terriblemente inquieta. No quería que Nurcuam se fuera...Que la abandonara y la olvidara.

- Quédate.

- No puedo. Ella...

- ¿Ella?- repitió Kashia, recelosa, sentada en la cama.

- Ella ha llegado- declaró Nurcuam, en un tono frío y glacial-. Y no quiero que pienses que prefiero estar con ella a estar contigo; es solo que ella es la que manda ahora. Hasta luego.

- ¡No me dejes!

Nurcuam la miró largamente. ¿Realmente merecía la pena?, se preguntó, en el umbral de la puerta. Ciertamente, Kashia poseía una belleza turbadora y fascinante, pero la cosa se acababa ahí. Lo demás eran simplemente maquillaje y joyas para enmascarar un carácter caprichoso y una voluntad que cedía a la primera.

- Nos veremos luego- concluyó Nurcuam. Abrió la puerta, abandonó la estancia y cerró de nuevo.

Kashia se quedó sola en la habitación. Un silencio denso se apoderó de la estancia, y la escasa luz que quedaba del atardecer acabó de desaparecer. Sin ánimo para nada, la joven se tumbó en la cama, enterró el rostro en la almohada y lloró por la partida de Nurcuam.

Lloró por las malas decisiones que había tomado y, sobre todo, lloró por sí misma.

Sentía que se estaba abandonando a una pesadilla oscura camuflada de sueño luminoso. Por un momento había creído que todo podría salir bien, que quizá no lo estaba haciendo del todo mal... Pero poco a poco se estaba dando cuenta de que quizá debía aceptar una verdad, una verdad que por las noches, en el silencio de su habitación, la acosaba: la certeza de ser una mala reina...

⚜⚜⚜

Nurcuam salió al balcón principal, el que presidía el Salón Negro, se asomó a la balaustrada y miró a lo lejos. Junto a las lindes del bosque, a unos tres kilómetros (la floresta había ido recuperando terreno tras la coronación de Swend) se distinguía un nubarrón conformado por el ejército rebelde. Y en el centro de todo, guiando a sus huestes hacia la batalla, había un punto blanco, luminoso y refulgente, que se atrevía a desafiar a la oscuridad que lo rodeaba.

- Swend- masculló Nurcuam, y sus labios se curvaron en una mueca de profundo desprecio y desagrado.

Alzó la vista y vio a A-hior suspendido sobre los rebeldes. Encima del dragón se encontraba la Guardiana de las Rocas, que se atrevía a plantarle cara aun con su poder menguado. Tenía la misma expresión irritante de siempre en el rostro, y su aborrecible báculo de cristal y diamante estaba henchido de energía violeta y azulada.

La Llamada del BosqueWhere stories live. Discover now