⚠Capítulo 15

55 2 0
                                    

Two birds of a feather
Say that they're always gonna stay together
But one's never going to let go of that wire
He says that he will
But he's just a liar

-Regina Spektor

******************************

Daniel

—¡Puaj! ¡Qué asco!—Se quejó mi yo de cinco años al ver a esa pareja besando en la televisión. Mis padres no solían estar en casa, por lo que no estaba acostumbrado a ver muestras de amor romántico tan directas.

—¿Por qué dices eso?—Frunció el ceño mi hermana dos años mayor.

—Porque el amor da asco, ¡nunca voy a tener novia!

—Tener novia no es la única manera de tener amor.

Fruncí el ceño confundido. A pesar de la temprana edad de Sophie su capacidad de razonamiento era muy superior al del resto, supongo que esa fue la primera pista de que algo no iba bien en su cabeza.

—Me refiero a que ser novios no es la única forma de querer. Yo te quiero, pero no así, hay muchos tipos de amor.

—Ah...—Dije sin entender muy bien a qué se refería.

Nuestra relación siempre fue cercana. Nuestros padres eran tan ausentes que era como no tenerlos, pero nos teníamos el uno al otro, para mi ella siempre fue lo más parecido a una figura paternal que tuve. Solíamos tener nuestras discusiones, pero siempre nos perdonábamos.

Normalmente, era yo quien me enfadaba por tonterías, ella maduró muy temprano, por lo que nunca le echaba más leña al fuego. Cuando me enrabietaba con ella no le hablaba, y casi siempre nos reconciliábamos de la misma manera. Por la noche, sobre las blancas y solitarias sábanas blancas era cuando aparecías los remordimientos, siempre acaba levantándome para disculparme y pregunta de si podía dormir con ella por qué tenía miedo. Y en eso se basaba nuestra relación, hasta que una noche cuando fui a buscarle ella ya no...

Recuerdo como empezó a tener esos extraños altibajos emocionales al cumplir lo once años, además de estar siempre irritada y pasar demasiado tiempo fuera de casa. En ese entonces yo no sabía que le ocurría, solo era un niño de nueve años que no entendía que le pasaba a su hermana ni por qué sus padres últimamente hablaban tanto con ella.

Unos meses después de un accidente que no me especificaron y después de hablar con muchos "médicos especiales" a mi hermana le diagnosticaron bipolaridad. Mis padres nunca me han hablado de ese supuesto accidente y ella tampoco lo hizo nunca, pero no es difícil sospechar de que se trataba. Para mí eso no significó nada, ella seguía siendo la misma, tomara pastillas o no. Al ser una enfermedad que podía ser hereditaria o formada por ciertas combinaciones genéticas, las probabilidades de que yo también pudiera tener eran altas, así que durante siempre me tuvieron controlado. No me sorprendió ver aquel diagnóstico a principios de la adolescencia donde ponía mi medicación. Mi bipolaridad era distinta a la suya, solo hacía falta ver la enorme cantidad de medicación que ella tomaba y la que yo necesitaba.

Cada cabeza es diferente, pero después de unos meses dieron con las pastillas correctas para mantenerme estable.

Sophie fue mi único apoyo, rodeado de personas que no hacían el más mínimo esfuerzo para entenderme, ella era la única que siempre estuvo a mi lado.

No solo compartimos un lazo de sangre, teníamos algo que iba más allá de lo que el razonamiento humano podía ver o imaginar.

Una vez, cuando tenía unos catorce años, llegue a casa llorando por qué en el instituto habían visto mis pastillas. Como no tenía demasiados amigos, asumieron que eran drogas.

—Tranquilo, seguro que todo irá bien.—Me dijo Sophie después de contarlo e irme a mi cuarto.

—¡Eso no puedes saberlo! Para ti es así de fácil, ¿no?

—Dani, entiendo por lo que estás pasando pe...

—No, ¡no lo entiendes!

Ese día rebosaba en ira, una ira que pague en ella injustamente. Ese día le dije cosas demasiado horribles como para recordarlas.

«Ojalá nunca hubiera nacido en esta puta familia con una loca como tú, no quiero volver a verte», esas fueron las últimas palabras que le dije antes de que saliera de mi habitación para siempre, aquellas putas palabras que debí haber callado.

Esa noche me sentí fatal, así que como siempre me levanté de la cama tembloroso y me dirigí a su habitación para disculparme.

Sin embargo, esa no fue como las demás veces, esa vez ella no estaba despierta esperándome con un libro entre las manos, esa vez ella estaba tendida sobre la cama aparentemente dormida. Intente despertarla, pero estaba fría... Grite su nombre una y otra vez, pero ella ya nunca de contesto.

Días después descubrimos que ella había dejado de tomarse la medicación para la bipolaridad desde hacía semanas, y que había muerto por sobredosis de algunas pastillas que nunca especificaron. Al parecer había estado vendiendo su medicación y la razón por la que lo hacía murió con ella. Intentaron hacerle un lavado de estómago para salvarla, pero todo fue en vano.

Ella se suicidó esa noche, y revivo ese momento una y otra vez. Me han dicho mil veces que no fue mi culpa, pero sé dé sobras que no es así. Ella murió creyendo que yo le odiaba, pero esa no fue la verdad, yo la quería más que a nadie. Sin embargo, cuando me di cuenta de lo mucho que la quería y necesitaba ella ya no estaba a mi lado.

Me quedaban mis padres ya no tan ausentes, pero mi relación con ellos, en especial con mi padre, se fue a la mierda después de esa discusión.

—Si Dios se la ha llevado será por alguna razón, no debemos luchar contra sus deseos.—Sonrió mi padre en la comida después del funeral de Sophie.

—Dios es un imbécil.—Dije yo sin siquiera mirarme a los ojos.

—Dayton, ¿qué acabas de decir?—Su extraña manía de reñirme por mi apellido.

—Que Dios es un imbécil, si no ella estaría aquí.

—Dios amaba a Sophia.—Me dijo con una mirada fría como el hielo.

—¡¿Si?!—Grite explotando.—¡¿Entonces dónde estaba tu puto Dios mientras se metía la puta caja de pastillas?!

Él no me contestó. Cuando llegamos a casa me golpeó la cara con la mano abierta, desde entonces no hemos vuelto a poder hablar sin acabar a gritos.

Mi madre solo está conmigo por qué sabe que es su deber, pero no soy más que una carga para ella.

Me pregunto cómo hubieran sido todo si esa tarde no hubiéramos discutido, todo sería tan distinto.

Todo cambió mucho desde que ella desapareció. Sophie siempre me pedía que me dejara el pelo largo para poder peinarlo, así que desde que ella murió no me lo he vuelto a cortar. Supongo que será una absurda forma de no dejarla ir. Nada más quiero que vuelva, aunque sea únicamente un par de minutos para poder disculparme.

Desde que ella no está la sensación de caída en picado se ha instalado en mi vida, a pesar de que me tomo la medicación casi siempre es como si viviera en un episodio depresivo muy largo. También fue después de eso cuando empecé a cortarme, fue el único refugio que encontré. El tabaco me viene por mi madre, ella vive fumando y deseando que Dios la perdone por hacerlo.

Además, supimos que había algunas personas que se solían meter con ella en el instituto. Ella nunca vestía faldas ni ropa ajustada, nunca llevaba el pelo arreglado y no sé preocupaba por los chicos, al salirse del estándar idealizado de adolescente que solo quiere encajar socialmente fue un objetivo de burla. Ella nadaba contra corriente, supongo que siempre fue así.

Ella pudo volar, ella pudo dejar atrás todos los problemas, ella alzó el vuelo dejándolo todo atrás... ¿Pero qué hay de mí? Me repito día tras día que debí haber sido yo y no ella. Su cabeza estaba llena de ideas y mundos que podrían haber llegado realmente lejos. Al fin y al cabo, Sophie no era más que una niña, una niña con problemas que la superaban del todo.

Si las estrellas fueran eternas #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora