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MÚSICA
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Capítulo 60
Un ángel caído del cielo

Deylen no había acudido a ningún hospital, no se fiaba de esos lugares. Además tenía que dar explicaciones pues estaba muy... demasiado herido y eso era alarmante. Llamarían a la policía y eso era algo con lo que él no quería siquiera lidiar en un momento como aquel.

Aquella era la quinta vez que cambiaba la venda de su ojo, rodeando en diagonal su cabeza, cubría su herida con gasa blanca. Parecía un maldito pirata con un puto parche en el ojo.

Pero lo que más le preocupaba era el color de su cabello, sus cejas y sus malditas pestañas que ahora en el reflejo del espejo, se veían más blancas que nunca.

Deylen solo quería volver a la normalidad.

Se había quedado sin comida el día anterior y siquiera se había dado cuenta, por lo que aquella mañana cuando quizo desayunar, tuvo que bajar a la recepción donde la chica de la recepción le había dicho que el desayuno estaba incluido en la estadía por noche.

Se estaba sirviendo unos wafles para cuando aquella mujer apareció a su lado para recargar la jarra del café.

—Buen día —le sonrió.

Deylen no creyó que fuese un buen día para nada.

—Buenos... —murmuró tratando de apurarse.

No es que fuese a temerle a una mujer inofensiva como ella lo aparentaba, pero por dentro sabía cuales eran sus verdaderas intenciones. Siempre era así con él, llamaba la atención a pesar de no querer hacerlo. Deylen solo quería ahorrarse tener que lidiar con insinuaciones innecesarias.

Ella se fijó en las heridas de sus dedos y entonces preocupada por él, alzo la vista nuevamente hacia su rostro.

—¿Cómo están tus heridas? —le preguntó con cortesía—. ¿Te ha sido útil el botiquín?

—Bastante, gracias —Deylen tomó una taza.

—¿Café? —le preguntó con una sonrisa.

Deylen la miró con sus lentes de sol, lo único que le faltaba es que ella descubriese que le faltaba un ojo también.

Extendió su taza hacia ella y esta le sirvió. Fue entonces cuando sus ojos se fijaron en sus dedos. Deylen los llevaba igual de lastimados que el primer día.

—Tengo... una pomada —murmuró mientras llenaba su taza casi hasta rebalsarla—, para esos dedos... es bastante efectiva, si quieres...

Deylen no quería tener nada que ver con aquella mujer. Pero también era cierto que sus dedos le dolían un infierno.

—La tengo en mi habitación —señaló por encima de su hombro.

Deylen sabía que no tenía que ir, era obvio y su cabeza se lo estaba diciendo por más lastimado que se encontrara. La miró de pies a cabeza, aquella chica debería tener la edad de su hermana mayor... quizá unos veinte, aunque parecía mucho más joven.

—Bien —respondió.

Idiota... murmuró en su cabeza.

La siguió hasta la parte trasera de la recepción donde al parecer había una sala de estar, un baño, cocina y una habitación al fondo, la cual supuso que se trataba de la que ella le hablaba.

Deylen pensó en dejar que le pusiera la condenada pomada y largarse lo antes posible.

—Disculpa el desorden, no tuve tiempo de acomodar —dijo ella con una sonrisa algo nerviosa.

𝐀𝐂𝐀𝐃𝐄𝐌𝐈𝐀 𝐋𝐀𝐍𝐂𝐀𝐒𝐓𝐄𝐑 ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora