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MÚSICA
My Way — Frank Sinatra

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Capítulo 1
Mierda

¡Escóndete Xenia, no dejes que te vean!

Margo le gritaba a su compañera en su cabeza para que nadie se enterara de que aquello no lo había llevado a cabo sola.

—¡LAS MANOS ARRIBA! —le gritaba uno de los oficiales—. ¡EL EDIFICIO ESTA RODEADO!

Margo lo sabía, esta vez la habían atrapado y no había vuelta atrás, podría con dos, tres, hasta cuatro oficiales, pero con varias patrullas, era imposible. No había otra opción que rendirse, pero no dejaría que Xenia cayera a su lado tras las rejas, no le haría eso a su mejor amiga, menos sabiendo que ella no quería hacer tal cosa, todo esto había sido culpa únicamente de Margo.

La muchacha soltó la bolsa con dinero. Este se desparramo a sus pies mientras se daba la vuelta lentamente, sus manos por encima de su cabeza. Margo sabía que la había cagado y estaba aterrada de enfrentarse a la ley porque no era su primera vez y sabía lo que era estar encerrada con personas peores que ella.

La muchacha miró al oficial que le apuntaba con su arma, podría meterse en su cabeza y obligarlo a arrojar el arma lejos y dejarla ir, pero él se lo había dicho, el edificio estaba rodeado y a menos que ella pudiese saltar de un pueblo a otro, le sería imposible escapar.

—¡De rodillas! —el oficial se acercaba a ella y veía como con una mano no dejaba de apuntarle y con la otra buscaba las esposas en uno de los bolsillos de su cinturón—. ¡Ni se le ocurra moverse!

Cuando la rodeó, Margo pudo ver a travez de los ventanales todas las patrullas que rodeaban el banco, las luces rojas y azules la encandilaban casi por completo, podía ver al resto del equipo de policías detrás de las puertas de sus vehículos apuntándoles con sus armas. No había escapatoria y aquello era definitivo.

Solo esperaba que Xenia no hubiese sido tan estúpida como para quedarse.

El oficial la esposó y la obligó a pararse mientras ella suspiraba entre aterrada y aceptando su destino, por lo menos había tenido tres años de libertad y aquello era lo mejor que podría haber hecho en su vida.

—Tiene derecho a declarar o guardar silencio. En caso de decidir declarar, tiene derecho a no inculparse. Tiene derecho a un defensor de su elección; en caso de no contar con uno, el Estado se lo proporcionará de manera gratuita... —le decía el oficial pero Margo ya no escuchaba, la verdad que aquello le importaba una mierda.

La obligó a salir por las puertas principales del banco mientras todos en la calle detrás de las vayas de seguridad veían como se la llevaban presa y la obligaban a subirse a una de las patrullas que la llevaría a la comisaría.

CINCO HORAS ANTES

Pasaron tres años luego de lo sucedido aquella noche. Margo y su mejor amiga Xenia no habían vuelto a aquel pueblo y decidieron no hablar nunca de aquel orfanato, fue un pacto que hicieron entre ambas para sellar aquel tiempo, su pasado.

Sus vidas no eran de lo mejor, habían conseguido un piso donde vivir, no era el mejor lugar de todos, pero tenían agua, comida y electricidad. Sin embargo, conseguir empleo les había costado demasiado por falta de experiencia y básicamente por la edad que ambas tenían. Ambas chicas se dedicaban a robar y lo habían estado haciendo desde que habían llegado a ese nuevo pueblo, pero lo malo de los pueblos era que ahí todos se conocían y no olvidaban fácilmente una cara.

Margo era bastante inteligente, ella era quien planeaba cada movimiento de cada día, pero aquella cuestión se le había pasado por alto claramente y tal vez era el hecho de que se sentía muy cómoda donde estaban como para dejarlo atrás y buscar un nuevo lugar.

Ese había sido su error.

—Lo haremos hoy —le dijo Margo mientras comía el desayuno, unos cereales que habían robado de una estación de servicio, a pesar de salir de aquel orfanato, el hambre seguía persiguiéndolas como ratas.

Xenia se asomó por la puerta del baño, era la única habitación apartada del resto en todo aquel departamento. Aquel sillón que había en el living se hacía cama y allí era donde dormían ambas, básicamente no era un lugar donde reinara la privacidad.

—¿¡HOY!? —en los ojos de Xenia podía verse el pánico—. Pero Margo... me gusta este lugar, podemos quedarnos...

Margo negó con la cabeza mientras terminaba de comer su cereal.

—La gente comienza a sospechar Xen... no podemos arriesgarnos —dejó los cereales, llevaban tres días sin cerrarse y ya comenzaban a humedecerse—. Vamos a hacerlo hoy.

—¿Estas segura? —Xenia se oía preocupada, y Margo no la culpaba, ni ella se fiaba de lo que iban a hacer, pero no podían quedar mucho tiempo más.

—No, pero de igual manera si nos quedamos vendrán por nosotras, nos tienen en sus cámaras de seguridad —le explicó Margo—. No es la primera vez que lo hacemos, pero si esta noche lo hacemos bien, no tendremos que repetirlo nunca más...

—Yo no estoy convencida Margo... —negó Xenia con la cabeza—... no quiero que nos atrapen.

Margo se levantó de su asiento y se dirigió a ella con una sonrisa. Llevó su mano hacia su hombro y la observó con cariño, la muchacha podía considerar a Xenia su hermana de corazón, después de todo lo que habían pasado juntas, jamás sería capaz de dejarla ni obligarla a nada de lo que ella no quisiera.

—Mira Xen... no voy a obligarte si no quieres... —le dijo con un tono comprensivo—. Pero yo lo haré de todas formas y si tu estuvieses ahí me sería de gran ayuda, piensa que con esto podremos ir a donde queramos, con todo este dinero podremos dejar de estafar a todo el mundo, tal vez seamos fugitivas aquí, pero nadie nos conocerá a kilómetros de distancia... es nuestra oportunidad, como esa noche...

—No hablamos de esa noche... —negó Xenia con la cabeza recordando su infancia, la infancia de ambas en aquel horrible lugar.

—Tienes razón... —asintió Margo recordando su pacto—. Pero piénsalo, todo lo que podríamos hacer con tanto dinero, podríamos tener una casa de verdad...

—Una casa en la playa... —en los labios de Xenia se formaba una sonrisa, una sonrisa soñadora.

—Exacto... una hermosa casa en la playa, frente al mar... y todos los días serian un sueño —le sonrió Margo—. Pero para tener eso... debemos hacer esto Xen... se que es una mierda, pero a veces hay que pisar a varios para llegar a la cima, hazme caso, confía en mi y podremos irnos de este lugar, podremos comenzar de nuevo, pero bien esta vez... Vamos Xen no me obligues a arrodillarme y suplicarte.

Su mejor amiga la miró con una sonrisa graciosa y entonces así de fácil la había convencido.

—Esta bien... —asintió ella aunque no estaba muy segura aún—. Pero no quiero que haya heridos...

Margo se llevó sus dedos a sus labios y como siempre solía prometer las cosas con ella, formó una cruz sobre ellos.

—Ni un solo herido, lo prometo.

Y ya sabemos como resultaron las cosas aquella noche.

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𝐀𝐂𝐀𝐃𝐄𝐌𝐈𝐀 𝐋𝐀𝐍𝐂𝐀𝐒𝐓𝐄𝐑 ✔️Where stories live. Discover now