Chantajeado

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Hace doce años...

Salgo del aula de historia, estresado. No pude contestar ni una de las preguntas del examen. No dejaba de pensar en cómo habría sido el fin de semana de Jazz, o en Jazz en general. Comenzaba a creer que debía asistir al psicólogo, porque estoy demasiado obsesionado con esta chica como para que sea algo sano. Tal vez sufro de Jazzitis... creo que no dormir comienza a volverme loco.

Camino como un zombi hacia la cafetería. Siento mi cuerpo pesado y adolorido, como si me hubieran dado una tunda la noche anterior. Busco a Jazz entre la multitud, pero no la veo. «Recuerda que Jazz es bajita» —pienso— «puede que no la veas por eso. Tranquilo Nathan. Ella está bien». Pero por algún motivo, no me trago eso. Sé que algo anda mal. El cosquilleo y la punzada no se han alejado de mí desde la noche del viernes, el día del baile.

Sacudo la cabeza, sin ganas de seguir torturándome con suposiciones sobre que Jazz esté mal.

Estoy tan centrado en conseguir a Jazz que no me doy cuenta de que he derribado a una chica hasta que se queja.

—Lo siento... —comienzo, pero me detengo cuando veo a quién he derribado. Me cuesta mucho trabajo reconocerla debido a su estado, pero es ella; no cabe dudas—. ¿Emma?

—¿Quién más? —Ironiza con voz monótona.

Le extiendo una mano para ayudarla a ponerse de pie. Ella la acepta y se sacude el polvo inexistente en sus pantalones... alto. ¿Pantalones?

Emma nunca usa pantalones. Siempre lleva shorts o faldas, y en tal caso, pantalones de jean ajustados... ¿pero esto? Este pantalón deportivo le queda gigante, para nada su estilo.

La recorro con la mirada. Esta no es la Emma de siempre. Además de este pantalón, lleva una sudadera gigantesca azul marino —hay que agregar que Emma jamás usa colores oscuros— y unas zapatillas deportivas en lugar de sus habituales tacones. Su cabello está atado en un rodete desaliñado y su rostro... estaba más pálido de lo normal, casi transparente, haciendo que su cabello anaranjado resaltase más. Dos círculos oscuros rodean sus ojos verdes. Se ve destruida.

—Em, ¿estás bien? —Pregunto agachándome levemente para estar a su altura. Coloco mi mano sobre su hombro y busco su mirada, pero ella la esquiva.

Tomo su mentón con suavidad, forzándola a verme. Emma siempre ha sido la chica menos cruel del grupo, por eso me preocupo tanto por ella. No es como las otras, las que sólo se interesan en su aspecto y son tontas. Emma fue la última en entrar a su grupo. Es una chica dulce, aunque es muy fría a veces. No es de las que lloran por todo, y si está así, debe pasarle algo.

—Mírame Emma —demando, y cuando logro que sus ojos se conecten con los míos, veo que están inundados de lágrimas contenidas.

Su labio inferior comienza a temblar y ella lo muerde para contenerlo y la pego a mí con fuerza, permitiendo que se esconda en mi pecho. Siento sus hombros subir y bajar, mientras llora silenciosamente. Sé que no le gusta llamar la atención y que nadie note su debilidad, lo que me hace recordar a Jazz, quien odia que la vean llorar.

Es ella quien rompe el abrazo. Seca las lágrimas que surcan sus mejillas con la manga de su sudadera. No hago preguntas. Si me lo quiere contar, que lo haga porque le nace, no porque la presiono.

Emma suspira, y luego ríe.

—Lamento eso. Resulta que cuando estoy triste, el contacto humano lo empeora todo —dice, haciendo una mueca chistosa como si estuviera gruñendo.

—No hay problema —respondo con tranquilidad.

Ella se sorbe la nariz y baja la mirada. Cuando la levanta, me ve con algo que no puedo identificar. ¿Lástima, quizás? Desecho apenas aparece. ¿Por qué me tendría lástima Emma?

Sucio Traidor (Revenge #2).©Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu