Helados y unicornios

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Haber tenido que pasar la noche en el infierno -la casa donde vivo con Heyly- y dormir junto a Satanás -ya podrán imaginarse quién es- luego de estar en el paraíso un rato con el ángel que es Jazz, fue más insoportable de lo que llegué a imaginar jamás.

Heyly pasó la noche intentando abrazarme, por lo que estuve toda la madrugada arrinconado en el borde contrario al de ella, huyéndole a su calor.

No quería que nadie me abrazara toda la noche si no era Jazz.

Mi cara de zombi esta mañana no es en absoluto normal. Si sigo durmiendo así de mal, sufriré un colapso nervioso o un derrame cerebral.

A pesar de mi palidez anormal y mis ojeras pronunciadas, mis ojos azules brillan llenos de felicidad. Pensar en que Jazz me ha perdonado me hace la persona más feliz que pisa el planeta.

-Pronto Jazzie, pronto -susurro.

-¿Nathan? -Murmura Heyly adormilada-. ¿Estás despierto?

«No tonta, sigo dormido.»

-Sí... amor -gruño.

Decirle palabras amorosas a Heyly me resulta repulsivo. Siempre he estado en contra de insultar a las mujeres, pero esta, definitivamente se gana cada insulto que le dedicaban los chicos del equipo. Gracias a eso, terminé más de una vez en la oficina del director, con los nudillos morados.

-Genial. Tengo hambre.

Ruedo los ojos.

-¿Y si te levantas y cocinas? Digo, es lo que hacen las esposas convencionales -señalo, apretando los puños.

-Oh, Nathan -su voz se endulza y me resulta babosa-, las esposas convencionales no dejan que sus esposos convencionales ¡se casen con la perra que han odiado todas sus vidas! -Grita, y luego esboza una sonrisa que finge amabilidad-. ¿Comprendes, cielito?

Aprieto los dientes con tanta fuerza que cuando aflojo la mandíbula, esta me queda doliendo. Tomo aire y lo suelto lentamente, intentando calmarme. «Recuerda el plan Nathan, recuerda el plan».

-Vale -me rindo-, pero mañana te toca a ti cocinar.

Ella refunfuña una respuesta afirmativa y se deja caer sobre la almohada otra vez. Resoplo y me encamino hacia la cocina, tentado ante la repentina idea de colocarle veneno a sus waffles. Por más llamativa que suene la idea, me obligo a descartarla, ya que eso no haría más que arruinar nuestros planes.

Dejo los wafflespreparándose y tomo mi celular, sintiendo que hace años no lo uso. Reviso los mensajes. Tengo un par de mensajes de Heyly de anoche, uno de Logan y otro de un número desconocido.

¿Te parece si hacemos algo en secreto como una pareja secreta? Algo como ir a una heladería secreta a comer un helado secreto y darnos besos secretos. No sé, piénsalo, Nath.

Mi corazón se acelera. Jazz. Escribo con agilidad y ansiedad una respuesta.

Me convenciste con tantos secretos. ¿Frente al parque a las cinco?

Ahí te veo.

No puedo evitar sonreír. Sé que esto está mal, que no debería verla si quiero que el plan marche en orden, pero ella es la chica por la que haría todo aquello que juré jamás hacer, ella es mi única excepción.

-¡Nathan, quiero mis waffles! -Grita Heyly desde la habitación.

¡Mierda! ¡Los waffles!

-¿Saliste de una película de James Bond o qué? -Cuestiona Jazz, riendo.

Veo mi atuendo. Llevo un chaleco que me cubre hasta más debajo de las rodillas, lentes oscuros y un gorro. Sí, tal vez es algo tonto que me vista así, pero soy capaz de hacer cualquier tontería con tal de hacer reír a Jazz.

Sucio Traidor (Revenge #2).©Where stories live. Discover now