Insufrible

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No sé cuánto tiempo he estado sentado en este incómodo taburete viendo a la nada, pensando en todo, antes de que Heyly se despierte de su sueño —o hibernación—.

—¿Hiciste desayuno? —Inquiere con voz ronca. Su cabello negro está revuelto y luce fatal sin maquillaje. Otra de las cosas que amaba de Jazz era su belleza natural. Aún recién levantada, era la mujer más hermosa del mundo entero y sus alrededores.

—Buenos días para ti también —respondo tajante.

Ella se frena en seco y deja de frotarse el ojo para verme con ira. Es una perra controladora y quiere colocarme una correa para que haga lo que ella quiera.

—No respondiste mi pregunta. —Cruza los brazos sobre su pecho, en un intento de intimidarme.

—Porque simplemente no quiero. —Me encojo de hombros y me concentro en mi taza de café, la cual se ha enfriado. 

Ella bufa y entra al baño lanzando la puerta con fuerza. No sé cómo pude casarme con semejante zorra.

Cada vez que recuerdo que estoy casado con ella mi corazón sufre. Aunque nuestra boda fue más costosa y elegante, y yo era un pobre e ingenuo chico que encontró comodidad —porque amor no fue— en su novia de la secundaria. Ya para ese entonces no la amaba, pero la boda estaba planeada, y no me quedó de otra. Siempre, siempre preferiré esa pequeña capilla de Las Vegas donde me casé con el verdadero amor de mi vida.

Al que luego apuñalé.

Me levanto y enciendo la televisión, necesitando distraerme de alguna manera, pero cuando lo primero que veo es aquella película que compartí con Jazz en Miami, riendo y comiendo palomitas mientras jugábamos cariñosamente, se me hace un nudo en la garganta.

¿Cómo pude ser tan idiota?, ¿cómo perdí todo lo que amaba y me hacía feliz por una persona tan insufrible como es Heyly?, ¿cómo no me di cuenta antes de que Jazz era todo lo que quería y deseaba?

Paso los canales una y otra vez, sin encontrar nada bueno para ver. Heyly sale de la ducha, vestida y maquillada, y ahora sí luce decente.

—¿A dónde vas? —Apago el televisor y me siento derecho en el sillón.

—Vamos —me corrige—. Este es el primer lugar donde nos buscaría Jazz, y no queremos ser encontrados, ¿cierto?

Asiento, aunque en realidad, estoy esperando con ansias nuestro encuentro.

—Bueno, entonces nos iremos de aquí. Muy lejos. Algo como… Marruecos —sugiere.

—¿Has perdido la cabeza? ¡Eso está ridículamente lejos Heyly!

—Ya lo sé, pero es exactamente la idea. Irnos tan lejos que ella nunca nos pueda encontrar. Ahora vamos, Logan nos espera en el aeropuerto. Ya hice las maletas de ambos.

Pensar en un ella y yo hace que me den náuseas. Honestamente, no pienso irme. Me cruzo de brazos y la ignoro, encendiendo nuevamente el televisor.

—¿Qué crees que haces, Nathan Reynolds? —Se para frente al televisor, con sus brazos en jarras, mientras golpea con impaciencia su pie contra el suelo.

—Se supone que ver televisor, pero ya que estás atravesada…

—Bien, ¿qué demonios es lo que te ocurre? —Su voz se eleva una octava, y puedo predecir un berrinche aproximándose.

Pongo los ojos en blanco y me río de forma irónica.

—¿Quieres saber qué demonios me ocurre? —Repito, mientras me levanto del sillón de un salto tan repentino que la hace retroceder—. Mi maldito problema es que por tu culpa perdí al amor de mi vida. Que por tu capricho y rencor de que ella siempre fue mejor que tú en todo durante la secundaria, me hicieras apuñalarla por la espada, cuando estaba enamorado de ella de una manera de la que nunca lo estaré ni lo estuve de ti. Pero mi mayor problema, ¡es que tengo que vivir bajo el mismo techo que una perra insufrible con la que fui lo bastante idiota para casarme! —Vocifero, harto de seguir sus órdenes ciegamente como si fuera el personaje de un videojuego y ella tuviera los controles.

Sus ojos se llenan de lágrimas y su mano se estrella contra mi mejilla. Debo admitir que arde, pero no me duele. Supongo que todo lo que he hecho durante estos meses me ha hecho una roca tanto por dentro como por fuera.

—¡Sabía que te habías acobardado! ¡Jamás has tenido las agallas para hacer nada por tu cuenta, por eso me has seguido ciegamente hasta el punto de matar al supuesto «amor de tu vida»!  Pero, dime algo, si no estuviera enamorado de mí, ¿crees que habrías traicionado su confianza de esa manera? No haces algo así por una persona que no amas, Nathan. —Escupe con odio.

Aprieto la mandíbula, sintiéndome un completo estúpido por haberme dejado controlar de esta manera por ella.

—Vete —digo, con una calma mortal.

Ella abre mucho los ojos, que de pronto se han tornado de un verde oscuro.

—¿Me estás echando de mi casa? —Inquiere indignada.

—Primero, no es tu casa. Está a nombre de mis padres, así que es mía. Y segundo, no es sólo de mi casa, sino también de mi vida. No te quiero cerca nunca más, ¿comprendido?, hablaré con un abogado para comenzar los trámites del divorcio. Se acabó.

La habitación queda en silencio, lo cual me permite pensar en todo lo que he dicho. Mi determinación al echar una mujer de mi casa fue tal, que incluso yo estoy sorprendido de mi seguridad al hacerlo. Heyly está en un completo shock. Sus labios son una fina línea, y de pronto, se dirige a la habitación, tomando su maleta.

Se encamina a la puerta, pero antes, toma el porta retrato que se halla sobre la mesita junto a la puerta que tiene enmarcada la foto de nuestra boda y lo arroja hacia mí. Lo esquivo y escucho cómo se hace añicos contra la pared, al igual que lo hizo nuestra relación.

—Espero que seas feliz cuando el «amor de tu vida» acabe con esta.

Y tras decir esa frase, sale, azotando la puerta. Y por primera vez desde lo ocurrido con Jazz, me siento un poco más tranquilo. 

Sucio Traidor (Revenge #2).©Where stories live. Discover now