Recuerdos

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Está todo oscuro, o todo el lugar es negro, no sabría decirlo con exactitud.

—¿Hola? —Vocifero, en busca de una respuesta, pero no la recibo nunca.

Escucho pasos provenientes detrás de mí, por lo me giro en busca de su dueño. Mi corazón se detiene cuando la reconozco.

Su cabello liso y castaño sigue igual de impecable. Sus ojos azules tienen esa chispa que tanto amo y puedo detectar amor en su mirada cuando nuestros ojos se encuentran, y entonces, sonríe.

Puedo jurar que mi corazón se detuvo cuando esbozó esa hermosa y amorosa sonrisa. Sigue siendo mía. Aún es mi Jazzie.

—Jazz —suspiro, con una sonrisa boba dibujada en mi rostro.

—Hola, Nath —dice, con su dulce voz.

—Te he extrañado tanto, mi linda Jazzie —confieso, al borde de las lágrimas.

Ella ríe, y mi corazón salta en mi pecho.

—Yo también te he extrañado —su voz se distorsiona de pronto, mientras sus ojos se oscurecen y su sonrisa se borra. Su mandíbula se tensa y camina mecánicamente hacia mí.

Entrecierro los ojos, mientras mis manos se congelan.

—¿Por qué lo hiciste, Nathan? —Su voz ronca me preocupa, y siento la necesidad de correr lejos de ella. Camina lentamente, haciendo que mi corazón se acelere por el miedo.

Esta luce como mi Jazz, pero no es ella. Al menos, no la Jazz que era conmigo. Esta es la Jazz asesina, la penúltima faceta suya que vi. La última fue el dolor que le ocasionó verme apuñalarla. Me odio por ello.

—Jazzie, yo…

—¡Cierra la maldita boca! —Ruge con tanta fuerza que siento el piso (si es que hay) bajo mis pies temblar.

Se acerca corriendo a mí, con sus ojos oscuros de ira y odio. Llega hasta mí y golpea mi pecho con fuerza, gritando y llorando. Siendo mi Jazz, la frágil Jazz.

—Te amaba, y me traicionaste. ¡Te odio Nathan! —Sus golpes comienzan a dolerme en lo más profundo del pecho, aunque puede que el dolor sea mi corazón retorciéndose de dolor ante sus palabras.

Cierro los ojos y cuando los abro, estoy en el suelo de la casa de Las Vegas, justo frente a la mesita del teléfono, sobre un charco de algo húmedo. Intento levantarme, pero mis brazos están adormecidos, al igual que mis piernas. Un dolor ardiente en mi vientre me distrae, y cuando enfoco mi vista, tengo una herida abierta, de la cual brota mucha sangre.

Escucho pasos, y veo a Jazz viniendo hacia mí, con el mismo cuchillo que usé contra ella, en su pequeña mano, con la hoja llena de sangre y una sonrisa victoriosa en su rostro.

Se acuclilla a mi lado y me sonríe, mientras dice:

—Veo que los papeles se han invertido, Nath —die con burla—. Disfruta tu muerte, príncipe.

Despierto luchando por aire, con un grito atrapado en mi garganta. Heyly se remueve y me zarandea, intentando que salga de mi aturdimiento por la pesadilla.

—Nathan, deja de portarte como un maldito psicópata y duerme de una vez —me ordena. No dejo de pensar en aquella noche que tuve una pesadilla junto a Jazz y ella me abrazó con fuerza hasta que me calmé y se desveló escuchando sobre mi pesadilla.

Mi corazón sigue acelerado y mi respiración agitada.

A penas llegamos a Los Ángeles y crucé la puerta de la habitación, caí rendido con la ropa que tenía puesta.

Doy vueltas en la cama, intentando conciliar el sueño, pero no sucede nunca. No puedo dejar de pensar en las palabras de Jazz —como buen masoquista que soy—, en la sinceridad que goteaba de ellas, en su mirada, y en su risa, momentos antes de volverse oscura.

Decido levantarme y prepararme un café, y cuando muevo las cortinas de la sala, noto que es de día. No dormí en toda la noche.

Preparo el desayuno para ambos, con movimientos lentos y adormilados. No me llevo muy bien con el insomnio.

Hay cosas que desearía cambiar. Mi elección de chica es una. Supongo que si escogía a Jazz, mi vida sería diferente. Ella me estaría ayudando a cocinar en lugar de estar durmiendo como un tronco.

Mi decisión fue producto de la ira, y me arrepiento de cada palabra. ¿Cómo pude perder a alguien tan hermosa y perfecta como lo era Jazz? Aún con su pequeño toque de locura era la mujer más bella que el mundo haya conocido.

Me siento en la encimera de la cocina mientras la taza de café suelta el vaho por su temperatura. Lo soplo y el recuerdo de mi primer beso con Jazz me golpea de golpe junto con el sabor del café.

Flashback.

Mi corazón late con tanta fuerza que puedo jurar que Jazz va a  escucharlo a mi lado. Ella me había escuchado hablar sobre mis sueños y aspiraciones, con sus ojos azules brillando como si tuviera cinco años y sus padres le leyeran su libro favorito.

Sentir sus pequeños y delgados dedos entrelazados con los míos hace que éstos cosquilleen. Mi palma comienza a sudar y temo que se de cuenta lo nervioso que estoy por tenerla tan cerca. ¿Cuándo esta chica me comenzó a gustar tanto?

Vuelvo mi vista hacia ella. Está distraída, viendo hacia el frente, pensando en quién sabe qué. Y pienso que así, de manera natural, se ve más hermosa que nunca, con su rostro perfilado y su cabello largo y castaño cayendo sobre sus hombros como una cascada.

Me freno en seco, cosa que la hace volver su vista hacia mí. Ver a sus ojos me derrite, hace que un zoológico se desate en mi estómago. Es simplemente tan hermosa. Posee una belleza infantil que no había visto en ninguna otra persona.

—Nath, ¿qué…?

No la dejo terminar la frase. Simplemente no puedo ver sus hermosos labios moverse más sin saber antes cómo se sienten sobre los míos, no puedo aguantar más la tentación que me produce verla hablar sin antes probar el sabor de sus labios.

Tomo con delicadeza sus mejillas y uno sus labios con los míos.

Al principio, el shock no le permite corresponder el beso, pero luego se relaja y coloca sus manos en mis codos. Nuestros labios bailan al compás de nuestros corazones acelerados, se mueven con coordinación y gracia, como si esta no fuera la primera vez que nos besamos, sino la millonésima.

Siento que conozco cada centímetro de su piel, aunque lo más descubierto que le he visto usar hasta ahora es ese top deportivo que lleva puesto. Imagino que fue mi amor en una vida pasada, porque esto se siente simplemente como lo correcto.

Me abrazo de su cintura y ella envuelve sus brazos en mi cuello. Sus labios se sienten como el mismísimo paraíso, con el agradable sabor a café.

Rompe el beso cuando ambos nos quedamos sin aliento, aunque no se separa de mis brazos.

—No sabes cuánto he querido hacer eso desde la secundaria —confieso contra sus labios.

La noto tensarse entre sus brazos, y sé lo que está pensado; está recordando que seré su víctima. Y hasta ahora, estar junto a ella me ha hecho olvidar por completo, que ella será la mía también.

Fin del Flashback.

Sucio Traidor (Revenge #2).©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora