Capítulo 33: 14 de febrero.

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El amor

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El amor. ¿Qué lindo es el amor verdad? Yo siempre he tenido el amor de mi familia, de mis amigos, compañeros, las personas esas que hablan a mis espaldas pero al final me adoran, porque sino, ¿por qué estarían hablando de mi?

Amor encuentras en cualquier lugar, te enamoras de ese chico en el autobús que nunca volverás a ver en tu vida, del que te encuentras en la playa, en la heladería y hasta caminando por la calle, pero yo tuve tanta mala suerte que mi amor lo encontré en la escuela secundaria, y maldigo mil veces la hora en que lo encontré, con la desdicha de caer hasta en el mismo salón.

¿Por qué tenía que enamorarme de una persona que nunca iba a tener?
Aunque en mi subconsciente, seguía imaginandome escenas donde podria besarlo.

Como podemos observar, el amor a veces nos engaña, y sí, nos engaña feo, tan feo que a veces nos deprimimos. Nos deprimimos tanto pero tanto, que a veces queremos no estar en un mundo donde no esté esa persona. ¿Por qué tiene que ser tan tonto el amor, al punto de no poder vivir sin él?

"¡Feliz San Valentín!" es lo que todos están diciendo. Feliz día de la amistad, feliz día de los amigos, feliz día de los novios, feliz día del amor y de la friendzone en la cual se que me encuentro.

Y yo, Lale Mendoza González, no me podía quedar atrás, pues había escrito una carta de amor para ese dichoso amor platónico, sentada en una mesa en casa de Anelía, con la gran ayuda de mi mejor amiga.

Una carta, la cual sostenía en mis manos temblorosas, frente aquel apreciado buzón del amor y rodeada de todas las personas que caminaban y decoraban la escuela para este día tan especial.

—Vamos, Lale. Deja la cobardía y echa la carta ya —decía Rosalía mientras se cruzaba de brazos mirándome.

—Pero... —miré hacia los lados aterradoramente—. ¿Segura que nadie me está viendo?

—Vamos, Lale. Ya estás aquí, tienes ese maldito sobre en tus manos. No puedes simplemente romperlo o quemarlo y ya. Tienes que echarlo a ese buzón —dijo señalando el buzón con sus labios. Buzón que yo miraba aterrada.

—Lógicamente, sí puedo quemarla o romperla porque es mi carta —dije alzando un dedo de mi mano.

—¡Ay chica no, espérate! ¡Dame acá! —dijo Rosalía arrebatándome la carta de un jalón y empezó a caminar con seguridad directamente hacia el buzón.

—¡No, Rosalía, espera! —salí corriendo detrás de ella.

Madre mía, no podía ser que tuviera dos amigas iguales y locas al mismo tiempo. Una me ayudaba a cometer un pecado, y la otra me perjudicaba con el pecado.

Solo Mi Corazón Lo Sabe (SMCLS #1) ✔Where stories live. Discover now