Capítulo 11: Me buscas y me encuentras.

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ME BUSCAS Y ME ENCUENTRAS

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ME BUSCAS Y ME ENCUENTRAS

Días después...

El tiempo puede ser justiciero y traicionero a la vez, según de qué lado estés de la vida. Tu comportamiento dictará tu sentencia, dicen los más sabios, pero mientras tanto uno sigue haciendo de las suyas.

Todo este tiempo, que para mi pareció una eternidad, Cloe se ha alejado muchísimo más de mí y ha cambiado mucho. Se ha dedicado a hablar a mis espaldas, con Vanessa, con cualquiera que le pase por al frente y quiera expresar la repugnancia, o cualquier palabra maldita que sienta hacia mí.

—Lale es tonta.

—Pero niña, ¿por qué dices eso? —le preguntaba Vanessa con un toque venenoso en su voz.

—¿Es que no la ves? El otro día no sabía ni comprar en la cafetería, yo me quedé en la esquina mirándola. Estaba a punto de ir allí y decirle: Hey, tonta, si quieres traigo a mi hermano de cinco años para que te lo compre. —Comenzaba a reírse con sus amigas. No se daba cuenta que yo la estaba escuchando.

Apreté los puños y me contuve, sólo me estaba provocando.

Y como ese día, hubieron otros en que le preguntaba algo y se hacía la desentendida o hasta incluso, me ignoraba.

—Cloe, el dinero de la fiesta de diciembre.

—Entonces Mateo me dijo que yo estaba súper preciosa en esa foto. Lo dejé totalmente loco —le comentaba a Jessy toda arrogante.

La arrogancia de Mateo se le estaba transmitiendo.

—Cloe, el dinero... —le insistí.

—Espérate, anormal. ¿Tú no ves que estoy hablando, que estoy ocupada? —me respondió en muy mala forma. La palabra anormal saltaba de un lado a otro en mi cerebro.

Lale, tranquila.

Estás en la escuela y debes mantener tu reputación.

Es que a veces, hay personas con tanta REPUTACIÓN, que merecen que les digan las tres primeras sílabas de las palabras.

—Pero si te lo estoy diciendo en buena forma desde hace rato...

—Mira, Lale. Cállate la boca.

Cada vez mi paciencia se agotaba, lentamente, pero se agotaba. A cualquiera le afectarían esas palabras.

—Es que más linda que yo no hay. Y la perra que me quiera quitar el trono que se las aguante.

Respiraciones profundas...

—¡Rosalía, un día voy a levantarme de mala gana y le voy a dar su merecido!

—Sinceramente, te está provocando.

Y es que yo no entendía el por qué. A veces evitaba el grupo en el que yo estaba para evitar saludarme. Yo sabía que era por eso, se le nota a leguas que quiere cuidar lo suyo.

Arpía...

—Yo amo a mi novio... —declaraba a los cuatro vientos cuando estaba cerca de mí.

Más ignorancia. Mucha más.

A veces llamaba a Anelía para saber cómo estaba y contarle lo que estaba sucediendo.

—¡Anelía, qué falta me haces!

Tú igual a mí, Lale. ¡Te extraño mucho, mucho! —dijo al otro lado de la línea con voz de niña pequeña. Me reí y ella igual—. ¿Han preguntado por mí?

—Solo Rosalía y la profesora.

Oh... Ya. ¿Y Melany?

—También, Anelía, pero la veo muy rara últimamente...

Llamadas por la noche entre Anelía y yo, contándole los últimos chismes en la escuela y de mi vida nos acompañaban cada día. Era como si fuéramos dos ancianas recordando los años de su juventud, que cuando empiezan no terminan.

Al final, asistí al concurso de Matemáticas. ¡Qué emocionada estaba! Mi primer concurso...

¿Qué me ganaré? He escuchado comentarios que hay muchos que han ganado concursos nacionales y se han ido a concursar otros países. Si ese es uno de los premios no me quiero imaginar los otros.

—Desde este minuto se da inicio al concurso de Matemáticas. Tienen 4 horas como máximo para entregar las hojas —decía una señora gorda parada en frente del aula, mirando un reloj de pulsera en su muñeca y tratando de averiguar su hora—. Son las 9 de la mañana. A las 11 se comienza a recoger los exámenes. El que lo quiera entregar antes, por desgracia tiene que esperar —anunció la señora y miré la parte trasera de una hoja grande encima de mi mesa—. Pueden virar las hojas.

Sentí el ruido de todas las hojas de los concursantes volteándose, habría como cincuenta. El salón sí que era grande.

—Cierra los ojos y respira profundo. No importa que te llamen loca o que se rían de ti. Tú solo hazlo.

Recordé como me dijo mi profesora y lo hice. Cuando concluí, miré el examen lleno de preguntas de las cuales solo tenía que responder tres. ¡Qué suerte!

Por curiosidad, me había girado a ver a los demás. Un montón de cerebritos con gafas, moños y peinados clásicos, chicos con sobresaliente barba y chicas con mirada seria estaban enfocados en su examen.

Y tú chismeando, Lale. Qué niña más buena.

¡Ay, ya déjame conciencia entrometida!

Me volteé. Estaba lista.

Semanas después, yo estaba almorzando con Rosalía muy tranquila en el aula. Hasta que...

—¿DÓNDE ESTÁ LALE? —Entró el profesor de matemáticas en el aula buscándome.

—Aquí, profe. —Agité mi mano en el aire, ya que estaba sentada con Rosalía disfrutando de un buen almuerzo.

—¡Felicidades!

—¿POR QUÉ?

—Ganaste el concurso.

—¿Que qué? —chillé. Mis ojos casi se salen de mis cuencas y respiré profundo. Una sonrisa me salió en los labios y luego se transformaron en una O.

—¿QUÉ? —exclamó Rosalía mirándome incrédula. Yo solo subí mis hombros riéndome—. ¡Felicidades, Lale!

—¡Felicidades, mi niña! —dijo la profesora al escuchar aplaudiendo. Una actitud que me hizo reír—. Lo máximo.

—Ah, no es para tanto...

—¿Cómo que no? —espetó Rosalía rápidamente—. ¡Lale, ganaste un concurso! Siéntete orgullosa. Disfrútalo.

—Espero a que vaya al de Historia.

—Y al de Español.

—Y al de Inglés.

Sin darme cuenta, todos los profesores de esas asignaturas querían que fuera a los suyos. Los miré sonriente e inocentemente.

—Eh...

Todos sabemos que yo, Lale, soy tan yo, que aunque fueran muchos no me iba a negar. Me gustaba y además, no iba a hacerles quedar mal.

Y así pasaron las semanas, hasta que llegaron los últimos días de diciembre antes de llegar a las vacaciones...

Pero dicen que en esa etapa siempre ocurren hechos malos, o la magia de la navidad se acerca. Mi vida no se iba a quedar atrás.

Y todo empezó por Melany.

Solo Mi Corazón Lo Sabe (SMCLS #1) ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora