Capítulo 24: ¿Serán celos?

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—¡Maldito Damián! ¡No sé dónde meter la cabeza ahora! —me encontraba caminando rápidamente hacia el aula con Rosalía jalandome de la muñeca

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—¡Maldito Damián! ¡No sé dónde meter la cabeza ahora! —me encontraba caminando rápidamente hacia el aula con Rosalía jalandome de la muñeca. Lloriqueé dramáticamente y fui directo a colocar mi mochila encima de mi mesa. Rosalía la ubicó en la suya tras de mí.

—Pero te gusta, ¿eh? —Alcé mi mirada lentamente para encontrarme a Rosalía con la picardía en sus ojos—. Te gusta Mateo...

—¡No! —espeté y me choqué las palmas contra la cara.

—Mucho, mucho —continuó.

—Noo... —Moví la cabeza con fuerza y despegué las manos de mi cara—. Basta, ya —Miré hacia los lados—, que se van a dar cuenta, Rosalía.

—Ok, vale, vale —dijo rápidamente que me causó ternura, pero luego me volvió a alzar las cejas y mirar hacia atrás como entraba Mateo y fijaba su vista en mí.

Me volteé rápidamente dándole la espalda. Rosalía comenzó a reírse estruendosamente. Por Dios, denme paciencia. Me mordí el labio y mientras me sentaba trataba de mirar a cualquier lado menos a una persona.

Lale, relájate. Respira.

Cerré los ojos y me calmé. Okay, todo correcto.

—¿Qué Lale? —Alcé la cabeza rápidamente hacia la puerta del aula. La profesora venía llegando con su bolso en el brazo derecho y a su lado izquierdo estaba nada más que...

¿Damián?

Sí, solo es... WOW, WOW, WOW. ¡¿Qué?!

Me giré hacia Rosalía y le hice una mueca de ayuda señalando al frente, ella abrió la boca como plato y para cuando me giré, Beatriz estaba sonriendo mientras me miraba.

Ay no.

La miré a los ojos y alzó las cejas.

¡Ay no!

—¡Lale y Mateo! ¡No se pierdan lo último! —salió Damián por la puerta dejándome con la boca abierta y sin siquiera saber a dónde mirar.

AY NOOOO.

No se te ocurra mirarlo, no, Lale. No lo mires. Estás roja, cálmate.

El corazón me latía con rapidez y escondí mi cabeza entre mis brazos. Me sobresalté por un pinchazo, Rosalía me llamaba y cuando me vio la cara, hizo todo menos ayudarme.

—No digas nada. Solo no hables —imploré y ella rió.

—No era para eso. Bueno sí, un poco. Era otra cosa. Préstame la libreta para hacer la tarea.

Automáticamente abrí mi mochila y saqué la libreta de matemáticas. Se la puse en la mesa.

—Aprovecha que estoy de buenas.

—Wow. Espera, que te lo dije jugando, ¿en serio me la vas a dar? —preguntó, impresionada.

—¿Lo tomas o lo dejas? —miré la libreta y ella la tomó con rapidez para abrazarla.

Solo Mi Corazón Lo Sabe (SMCLS #1) ✔Onde histórias criam vida. Descubra agora